«Argentina latente» (id., Argentina-Francia-España, 2007, habl. en español). Guión y dir.: F. Solanas. Documental.
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A diferencia de sus documentales anteriores, centrados en la recriminación («Memorias del saqueo») y en el elogio de grupos sociales de izquierda («La dignidad de los nadies»), los dos con abundante retórica, este nuevo documental de Pino Solanas ofrece una visión del país positiva, capaz de alcanzar objetivos tecnológicos complejos, como la empresa Invap, que ya ha instalado reactores nucleares en Egipto, Argelia, Perú y Australia, o Astilleros Río Santiago, que construye barcos de 25.000 toneladas para Alemania y Venezuela, hizo la fragata nuclear «Santísima Trinidad», reparó la «Libertad», etcétera. Por supuesto, esas cosas las consiguen técnicos, obreros, ingenieros y gerentes preparados y empeñados en trabajar por el país pese a las malas condiciones, el desguace generalizado, la displicencia de la clase política y el bajo sueldo (un ingeniero nuclear gana apenas 500 dólares al mes). No faltan acá algunos palos a la gestión Menem, y también Kirchner recibe los suyos, por falta de desarrollo de energías renovables y otros proyectos urgentes, subsidios indebidos, presupuesto de investigación menor al brasileño, etc. Pero lo que prevalece es el elogio de los hombres que contribuyen al engrandecimiento del país, tanto el ingeniero Angel Cadelli, que empezó de peón, pudo estudiar, y hoy es gerente de calidad en Rio Santiago, como el veterano ingeniero Enrique Oteiza, que sube siete pisos por escalera porque el ascensor del Instituto de Investigaciones Gino Germani no funciona (pero esto no es excusa para que él falte al trabajo), o el doctor en física Conrado Varollo, director de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, que a los 9 años vino con sus padres desde la Italia de posguerra. Su lema es «Acá nadie dice que no se puede», y agrega «la esencia de la Argentina es lo que yo viví, lo otro es circunstancial». Interesantes los aportes del comodoro Francisco San Martín en el Museo de la Industria, de Córdoba, el ingeniero Raúl Moreno en la fábrica abandonada de misiles de Falda del Carmen, Omar Pérez, director de una fábrica de Las Varillas que hoy exporta tractores a gas licuado a Holanda y Kazajstán, los del Impa, que producen un millón de aerosoles mensuales para una multinacional, Héctor Otheguy, director del Invap (que también hizo un satélite con la NASA), y muchos otros, tantos que hasta podría objetarse un exceso de información.
Como corresponde, son evocados varios propulsores de la ciencia y la técnica, como Bernardo Houssay (lo recuerda el doctor Eduardo Charreau, que fue su alumno), Luis Huergo, Carezza, Jorge Sabato, Balseiro (también evocado por un alumno, Edgardo Bisogni, hoy a cargo del Instituto), los generales Mosconi, Baldrich y Savio, el brigadier de la Colina, y asimismo -aunque Solanas no diga sus nombres- los conductores de la CNEA que en 1981, en Picanicheu, lograron uranio enriquecido con tecnología nacional. En suma, una película que provoca admiración por la gente que trabaja, y que ayuda a apreciar más a la Argentina, por encima de banderías políticas o frases de café, o de tribuna (que por suerte hay muy pocas). Además: ninguna fecha mejor para estrenarla, que en 24 de mayo.
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