• Hablaban de tabaco y religión, y «Chiche» Gelblung dio con la imagen justa: «¿Alguien puede imaginarse al Papa fumando?». Imposible, desde ya. Hasta la sola representación de esa imagen parece blasfema (para emplear un calificativo à la mode), o surrealista al menos. El debate continuó sobre la idea de que fumar era pecado (tesis que con fervor sostenía Gelblung), mientras Gerardo Sofovich replicaba con argumentos referidos a la hipocresía del asunto: los gobiernos combaten el cigarrillo por un lado, y por el otro se benefician con los impuestos más altos de las tabacaleras. Pero «Chiche» no quería escuchar razones políticas: fumar no sólo está mal, sino que hoy no hay duda de que es pecaminoso, porque ya nadie ignora que es un acto suicida, y él acordaba entonces con la Iglesia. Sofovich, allí, lo paró en seco: «Pero si vos fumás», le dijo. «Yo no soy católico», respondió Gelblung después de un silencio menos teatral que auténtico.
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• No fue un «remate» guionado, tal como ocurría en los años de Minguito, Fidel Pintos o Porcel (la cuota de improvisación de la vieja «Polémica en el bar» era mínima), y por eso fue más gracioso. Hace muchos años que en «Polémica...» no están los grandes cómicos pero, a pesar de eso o tal vez por eso, el programa se ha vuelto más ingenioso: no sale de un guión, y por lo tanto debe apoyarse en la libre competencia de gags instantáneos. Se nota que sus integrantes sólo se ponen de acuerdo en un par de cosas algunos minutos antes de empezar (a veces ni eso), y el resto es repentismo. Subestimado, por supuesto, por la cultura «progre» de «Clarín» y «Página 12», la «Polémica...» de hoy es una divertidísima versión del «teatro viviente» que ya quisieran para sí varios directores de escena. El espectador, por ejemplo, nunca tiene demasiado claro, cuando ellos se pelean, si lo están haciendo en serio o es pura actuación. Tampoco ellos lo saben, y lo más probable es que estén enojados de verdad. Y eso, en un 90% de los casos, no le ocurre a los actores, acostumbrados a fingir emociones.
• Circularon fuerte esta semana los rumores de un supuesto gran pase del año, que sería el de Marcelo Tinelli a «Canal 9». En verdad, reuniones hubo. Sin embargo, hubo también quienes opinaron que podría tratarse de otra de las tantas estrategias del productor para cotizarse mejor todavía en «Telefé» y optimizar las condiciones de los contratos por los que conduce «Videomatch» y provee a ese canal de varios de sus programas más exitosos, como «Los Roldán» y «Ser urbano» (más las novedades para el año que viene). Lo cierto es que el rumor se hacía más fuerte por la distante relación que sigue existiendo entre Claudio Villarruel, gerente de «Telefé», y Tinelli, de quien se sabe tuvo varias veces la intención de asociarse al canal pero nunca concretó su objetivo. Sin embargo, lo poco que subyació a este conflicto de fondo fue la discusión por « supuestas divergencias» en días y horarios de programación. A Tinelli, a esta altura, no le preocupa si va una o cinco veces por semana, sino lo importante son las cuestiones de fondo. Si llegara a concretarse ese pase, sería de los más importantes en los últimos quince años, casi como aquel que llevó a Susana Giménez de «Canal 9» a «Telefé».
• Desopilante el segmento en «Indomables», con Roberto Pettinato, dedicado a Johnny Allon, animador de los ´70 que resucitó y conduce un programa propio en cable. Lo más cómico fue el «autogaste» de Allon a su programa, donde abundan los primeros planos de este personaje sesentón, que luce botas rojas a tono con su cinturón y lleva pelo largo teñido de rubio.
• Petinatto también puso en aprietos a la dibujante Maitena en la sección « Verdadero Falso» de «Indomables», al preguntarle si era cierto que la noche del «opening» del hotel de Alan Faena-Philippe Stark en Puerto Madero, tiró abajo la puerta de una suite en la que su marido se había encerrado con Leticia Brédice. El conductor no dudó un segundo en pedir un corte sobre la cara de pánico de la entrevistada, que al volver de la pausa ya tenía una expresión «superada» ( casualmente el título de una de sus recopilaciones de tiras de «Mujeres alteradas») y con laboriosa tranquilidad contestó: «el problema no era que estuviese con Leticia, que es un bombón (sic), sino que estaba con Charly García. Entonces pensé 'este muchacho no está en la habitación correcta'. Y me lo llevé a casa». No hizo falta que confirmara si para hacer el descubrimiento tuvo que «tirar abajo» la puerta de la suite.
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