Si un acontecimiento musical depende de la presencia de un gran artista en el escenario, eso es lo que ocurre con «Samson et Dalila», de Camille Saint-Saens. El tenor José Cura en el papel principal de esta obra maestra de la lírica francesa fue excluyente. Sus condiciones vocales son excepcionales, su musicalidad óptima y el vigor en la emisión impresionantes. A esto hay que sumar su carisma.
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Sansón tiene un intérprete ideal en Cura y así lo demostró en la versión de concierto en el Teatro Coliseo. No se trató de un concierto en el sentido tradicional, sino que esta «puesta en el espacio», como se la ha llamado, ha tenido que ver con la tendencia a la desinhibición y lo anticonvencional de Cura.
Luces que adquieren valor dramático para las distintas secuencias; movimientos, salidas y entradas con ropa casi informal, rodearon a esta versión de una frescura y un aire casual no comunes, por lo menos, en Buenos Aires. Si Cura fue el pilar de esta «Samson et Dalila», los demás intérpretes de esta sólida realización de Saint-Saens (de gran inspiración melódica, de hábil construcción vocal tanto para los solistas como para el coro, y de fértil instrumentación, como en la «bacanal»), no lo dejaron solo.
Cecilia Díaz como seductora Dalila cantó muy bien, con emisión plena, oscura y sonora junto a un acentuado buen gusto en cada una de sus intervenciones (de gran categoría en el dueto «Mon coeur s'ouvre a ta voix») y formó una pareja simbiótica con Cura. Luis Gaeta y Carlos Esquivel demostraron una vez más musicalidad y refinamiento en canto y comunicatividad dramática. Bien el resto del reparto. Una extraordinaria actuación tuvo el Coro Estable dirigido por Salvatore Caputo. A Rodolfo Fischer no le faltó elegancia a su estilo francés, resaltó el cromatismo orquestal, aunque no evidenció algo de carisma y carácter en el redondeo de la versión. Aun así la Estable respondió como debía para configurar un gran espectáculo, a pesar de la ausencia de puesta en escena, de rutilante efecto sonoro.
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