25 de septiembre 2007 - 00:00

Esteticismo japonés y tedio multicultural

«Kagemi» del grupo japonés Sankai Juku no defraudó en cuanto a belleza plástica, no asíel aburrido espectáculo dirigido por una argentina, que transcurre en Bombay y fue presentadopor Alemania.
«Kagemi» del grupo japonés Sankai Juku no defraudó en cuanto a belleza plástica, no así el aburrido espectáculo dirigido por una argentina, que transcurre en Bombay y fue presentado por Alemania.
«Kagemi». Compañía Sankai Juku. Dir., coreog. y diseño: U. Amagatsu. Mús.: T. Kako y Y. Yoshikawa. (Teatro San Martín.)

«Big in Bombay». Compañía Constanza Macras/ DorkyPark. Coreog. y dir.: C. Macras. Coreog. Bollywood: S. Shresthová. Mús. C. Erbskorn y J. Klein/ A Rose Is. Canciones indias: A. Cuni. ( Teatro Pte. Alvear.)

El espectáculo japonés visto en el Festival Internacional de Teatro que acaba de terminar apunta a una reflexión sobre uno mismo y la visión que se le da a los demás de la propia interioridad. Las siete pequeñas secuencias en que se estructura «Kagemi» resultan una experiencia lúdica con manos que dialogan, grupos que se enfrentan y producen interacciones, solos que confrontan el espacio real con el virtual, la apariencia física con la resonancia interior.

El espectáculo presentado por la compañía Sankai Juku no es mucho más que eso. La preocupación básica parece ser mostrar la plenitud plástica a que ha llegado en los aspectos visuales (luces, escenografía, vestuario y maquillaje) y la cinética del cuerpo humano en movimiento. La unión de estos dos dan como resultado una rutilante sesión de algo más de una hora donde se asiste a un regodeo en los acompasados movimientos de siete afinados bailarines (todos hombres) que por momentos y como exige la dinámica de la danza contemporánea, trabajan con los opuestos: tensión-distensión, energía-laxitud. No es fácil inferir en «Kagemi» datos que permitan al espectador occidental saber cuáles son las razones más profundas del accionar de estos seres casi inmateriales, cubiertos por una pátina de harina que los uniforma y los retrotrae -quizás- a imágenes post Hiroshima, en su salida a un universo derruido y en trágica transformación estructural.

La música, a veces de ecos tradicionales, en ocasiones concreta y en otros de tintes impresionistas -algo de new age también- cambia los presupuestos iniciales que se cree tener del espectáculo y lo convierte en una muestra algo superficial, preparado para públicos, como el occidental, para los que el hermetismo suponga una valla y prefiera quedarse con el esplendor visual que surge de esta gran envoltura plástica. De hecho, si bien son artistas del Japón, el coreógrafo Amagatsu y sus bailarines desde 1983 preparan sus espectáculos en Francia y son estrenados en el Théatre de la Ville de París. Lo que no quiere decir, en modo alguno, que «Kagemi» no sea un genuino producto estético japonés.

«Big in Bombay», por su parte, es una visión del caos multicultural. La burbuja de acrílico que preside el escenario, semeja una sala de espera, donde cada uno de los diez bailarines-actores y los cinco músicos dan rienda suelta a sus obsesiones, miedos, necesidades primarias desde comer hasta hacer el amor casi en forma explícita, y en esta suerte de Gran Hermano teatral (quizás de ahí lo de «Big in Bombay», ya que todo transcurre en la India y en el Bollywood cinematográfico, retratado por Mira Nair en sus films), hay secuencias musicales al estilo de Broadway, muchas referencias al marketing y a la publicidad, al sexo, a la falta de comunicación y a la soledad. Todo esto bien batido y presentado en un cóctel de dos partes, que totalizan dos horas y media.

Después de la primera parte, donde algunas miradas socarronas al cine y a la televisión pudieron parecer efectivas, la segunda vuelve a repetir procedimientos, fórmulas y muestras de histeria individual que terminan por confundir y lo peor, aburrir, al espectador, exceptuando a los «entendidos» que ríen festejan con bravos la nada de esta muestra de danza «trash».

La obra tiene coreografía y dirección de una argentina: Constanza Macras, ocurre en Bombay y fue presentado en el festival por Alemania. El caos multicultural no es una convención. He aquí una forma contundente de mostrarlo. Aún a costa del tedio de algunos de los sufridos espectadores.

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