31 de julio 2008 - 00:00

Guerra de sexos en sentido literal

Cuatro buenos comediantes animan la comedia francesa «El precio a pagar», con algunosdiálogos graciosos (los más «incorrectos») y ciertas situaciones forzadas que sólo desconciertan.
Cuatro buenos comediantes animan la comedia francesa «El precio a pagar», con algunos diálogos graciosos (los más «incorrectos») y ciertas situaciones forzadas que sólo desconciertan.
«El precio a pagar» (Le prix a payer, Francia, 2007, habl. en francés). Dir. y Guión: A. Leclere. Int.: N. Baye, C. Clavier, G. Lanvin, G. Pailhas, P. Chesnais, A. Demoustier.

El precio a pagar en esta comedia, curiosamente escrita y dirigida por una mujer (Alexandra Leclere), es el que creen necesitar dos hombres para tener sexo con sus mujeres. De algún modo, la directora les da la razón.

Ellos son el rico empresario Jean-Pierre (Christian Clavier) y su chofer Richard (Gérard Lanvin en un personaje que empieza muy parecido al que compuso en la notable «El gusto de los otros», pero después va completamente para otro lado).
Harto de comer solo, entre otras cosas que hace solo, o no hace, ante las perpetuas evasivas de una esposa perpetuamente de compras (Nathalie Baye), Jean Pierre invita a Richard a compartir un almuerzo, donde pronto le está confesando su obligada abstinencia sexual. Como el chofer tiene el mismo problema con su mujer (Geraldine Pailhas), a la que «se le ocurrió hacerse escritora» mientras él paga las cuentas, le da un consejo de oro a su patrón: cortarle los víveres -en el caso, las tarjetas de crédito-, cosa que él también se propone hacer .

Leclere declara que realizó este film con el objeto de «Examinar la función que cumple el dinero en una pareja». A la vista de los resultados, una opinión benévola sería que el objetivo la sobrepasó y que no le salió lo que buscaba. Por un lado, la conducta de las esposas, especialmente la del empresario (elección facilista si las hay), evita que el consejo mismo y su cumplimiento a rajatabla por parte de consejero y aconsejado sea confundido con cinismo o saludable muestra de incorrección política por parte de la autora. Acasopara contrarrestar la impresión de misoginia, el guión fuerza situaciones que lo único que consiguen es desconcertar al espectador. Al final, todo vuelve a su cauce inicial con el asombroso discurso componedor de uno de los protagonistas.

Por eso, en caso de elegirla, conviene ver esta comedia como una comedia a secas. Los actores son buenos, algunas escenas (las más teatrales) y ciertos diálogos (justamente los menos «correctos») hacen reír. Y nada más.

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