19 de diciembre 2006 - 00:00

Legendario criminal con mirada española

El cineasta español Jorge Algora en Pinamar: allí mostró una parte de «El niño de barro»,coproducción hispanoargentina sobre la vida del legendario «Petiso orejudo»
El cineasta español Jorge Algora en Pinamar: allí mostró una parte de «El niño de barro», coproducción hispanoargentina sobre la vida del legendario «Petiso orejudo»
«Yo venía de hacer un thriller de violencia familiar, quería hacer otro, y justo llegó a mis manos uno muy fuerte, que además me permitía reflexionar sobre la maldad infantil, ¡y se basaba en hechos reales! Esto no lo podía creer». Así dijo a este diario el director español Jorge Algora, cuando presentó en Pinamar un anticipo de «El niño de barro», coproducción sobre Cayetano Santos Godino (a) El Petiso Orejudo, el asesino serial más joven del que se tenga memoria en el mundo.

Periodista: Entre los 10 y los 16 años de edad, Godino mató cinco chicos y torturó por lo menos a otros siete. ¿Es posible contar esta historia?

Jorge Algora: Imposible, al menos desde el punto de vista de ese enfermo. Por eso hicimos una pirueta en el aire. Nuestro protagonista no es el asesino, sino Mateo, una de sus víctimas. Cuando era pequeño, Cayetano lo tiró contra un fardo de alambre de púas, y quién sabe qué más iba a hacerle, si por casualidad no pasaba un policía. Cayetano salió huyendo, pero desde entonces mantuvo al chico atemorizado. Seguimos con la pirueta. De algún modo, ese chico, extremadamente sensible, queda mentalmente ligado al asesino. Los psicólogos dicen que cosas así pueden ocurrir. Yo me tomo, entonces, una licencia telepática, que me permite sugerir los crímenes a través de las pesadillas de Mateo. Nunca mostramos explícitamente las escenas más duras. Además, piense que trabajamos con chicos.

P.: ¿Cómo hicieron con ellos?

J.A.: Contactamos psicólogos infantiles especialistas en juegos y dramatizaciones, que los orientaron y contuvieron. Gracias a eso, todos los pequeños vivieron sus personajes desde un costado lúdico. Claro que debían gritar de espanto, pero lo hacían como un juego. Les encantaba andar vestidos de época, como si fueran zombies, y correr por todas partes. Una vez terminado el rodaje, hicimos, por las dudas, varios chequeos periódicos, para ver cómo quedaron. La psicóloga me dijo que están todos bien. Yo encontré uno, cuando vine a los estudios de sonido de Abatte & Díaz (por supuesto, el sonido tiene gran importancia expresiva), y corrió a abrazarme muy contento.

P.: Están bien hasta que vean la película, y se impresionen. ¿Cómo dio con el protagonista?

J.A.: Se llama Juan Ciancio, y es muy gracioso lo que él mismo cuenta: «No buscaban un chico como yo, pero me fui quedando, el director me cayó bien, y decidí hacer la película». Es muy decidido, distinto del niño débil que compone, abrazado a la madre que interpreta Maribel Verdú.

P.: Así cualquiera se abraza. ¿Y quién hace de Orejudo?

J.A.: No debería develar si aparece o no en la película. Le digo que en el reparto están Chete Lera, Abel Ayala, César Bordón, Emilio Bardi, y muchos otros artistas argentinos y españoles. Ya sabe que esto es una coproducción.

P.: ¿Cómo se originó?

J.A.: Con otros dos compañeros de Arte Dramático, Susana Maceiras y Carlos Iglesias (el único de los tres que sigue siendo actor, y sus personajes de «laburantes», como decís vosotros, son muy populares en la TV) integro la empresa gallega Adivina Producciones, que ya ha hecho «Un franco, 14 pesetas» y otras obras de mérito.

Prosigo: el primer contacto fue en el Al-Invest, el encuentro anual que organiza el Incaa para que gente de ambos continentes se conozca e inicie algún negocio. Ahí conocimos al argentino Cristian Busquier, autor del guión original. También, a otros jóvenes, con quienes ya coproducimos un par de documentales. Cuando volvimos, para una Semana de Cine Gallego, aproveché a visitar el Museo de la Policía Federal Argentina y recabar mucha información histórica, pues la historia transcurre hace casi un siglo atrás. Y así seguimos. Fue una larga preparación.

P.:
Para lograr un thriller psicológico, de violencia familiar, y además de época.

J.A.: Gracias a la directora de arte Mariela Ripodas, en San Antonio de Areco recreamos el Buenos Aires suburbano de 1912. El trabajo era enorme, y, aunque para los costos standard no es una producción carísima, a nosotros, como somos una empresa chica, nos resultó carísima, porque tiene muchos escenarios, niños, animales, extras, ropas, una calesita de las de antes, tiradas por caballos viejos, que encontramos desarmada en La Plata, etc., pero en Areco se vive de un modo tan relajado que todo nos resultó llevadero. Nos habían dicho «uy, trabajar con argentinos es complicado», pero nos lo han hecho facilísimo.

P.: Ultima pregunta. ¿Por qué un director español se engancha tanto con una historia policial argentina?

J.A.: Usted verá que en la película se respira lo argentino, pero la temática es universal. Los policiales, por desgracia, son universales. Hay algo que me interesa destacar. Cayetano fue un niño problemático, que creció en un medio familiar violento. El estuvo cuatro años internado en un instituto de salud mental de Marcos Paz. Cuando salió de ahí, empezó a matar. La institución no lo había curado, y el entorno familiar lo enfermaba. Después, su familia se desentendió de él, totalmente. El resto es conocido. Hay muchos estudios de psicología, psiquiatría, y criminalística referidos a este caso.

Entrevista de Paraná Sendrós

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