“Nuestra manera de hacer teatro está unida a la pasión y el deseo. Tiene que ver con poner mucho esfuerzo, es la forma del teatro independiente. En Europa tienen otro nivel de presupuesto, si allá no hay plata no se hace, acá sí”, dice Lisandro Penelas, dramaturgo, actor, director y gestor de Teatro Moscú, donde se estrena “Los huesos del mapuche”, del dramaturgo catalán Víctor Borràs Gasch, en el marco de un plan de intercambio hispano-argentino que Ana Scannapieco, Lisandro Penelas y Moscú Teatro sostienen con Teatre Nu.
Lisandro Penelas: cuando la amistad de juventud pasa de los gratos recuerdos a la oscuridad sin retorno
Se estrena "Los huesos del mapuche", del dramaturgo catalán Víctor Borràs Gasch, en el marco de un plan de intercambio hispano-argentino que Ana Scannapieco, Lisandro Penelas y Moscú Teatro sostienen con Teatre Nu.
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Daniel Begino, Roberto Monzo y Lisandro Penelas escarban, con ácido humor, en el mundo de tres amigos que guardan un oscuro secreto.
En escena, Daniel Begino, Roberto Monzo y el mismo Penelas escarban, con ácido humor, en el mundo de tres amigos que guardan un oscuro secreto. La noche y la lluvia del pueblo ayudarán a desenterrarlo. El autor y la obra ganaron premios internacionales, que posibilitaron el estreno de la versión catalana en España y en Buenos Aires.
Podrá verse desde el viernes 12 a las 21 en Moscú, Juan Ramírez de Velasco 535. Penelas además dirige “La heladería”, con Boy Olmi, que tendrá funciones en Moscú, y continúa con “Trunco”, de y con Javier Marra. Conversamos con Penelas.
P.: ¿Cómo son estos tres amigos y esta conducta cercana que despierta risa?
Lisandro Penelas: Compartieron mucho en la juventud y por un episodio traumático dejaron de verse durante 20 años. Queda esa amistad tan fuerte como todas las generadas en la adolescencia y esos tiempos. En lo actoral hubo que encontrar el equilibrio entre la cotidianidad adulta y esa amistad enraizada en el cuerpo que traduce una manera de vincularse que pronto vuelve a ser la misma que cuando eran jóvenes. Es divertido de ver y tuvimos que encontrar el punto de actuación para que apareciera esa distancia de hoy y la cercanía con los amigos pese al paso del tiempo.
P.: ¿Cómo es esta amistad y la forma masculina y tóxica de vivirla?
L.P.: Todo el tiempo decimos que son tres chavones, quienes nos ven son dos mujeres, la directora y la asistente, y hacen referencia a esta condición de 3 varones encontrándose siendo toscos y sin poder expresar lo que les pasa, yendo a la violencia, la competencia, tratando de encontrarse con sus emociones, sin saber qué hacer. Eso es lo que termina generando mucha diversión y disfrute, procedimientos tan comunes a nosotros que ni siquiera los advertimos.
P.: ¿Es esta amistad un refugio de ese acuerdo tácito?
L.P.: Uno atesora en las amistades algo que a veces es luminoso y bello, porque tiene que ver con momentos compartidos de pureza e ingenuidad, donde el tiempo compartido no tiene que ver con el tiempo productivo. Pero otras veces uno guarda cosas más oscuras, estos personajes tienen ese acuerdo tácito que es extraño porque sostiene un tipo de amistad corrompida. Ellos ocultan una suerte de crimen, comparten un recuerdo de alegría pero también de secreto oscuro.
P.: El autor dice que “Hacer teatro es un acto de amor y generosidad, y seguramente por eso, hacerlo con amigos es la mejor manera de llevarlo a cabo” y habla de la amistad que empezó a nacer a un lado y otro del Atlántico, ¿que podés decir de estos lazos y estos modos de producción?
L.P.: Terminamos muchas veces haciendo teatro con amigos como manera de refugio y a la vez el teatro nos da amigos. También tiene que ver con el teatro basado en el deseo de encontrarse con otros, de contar historias íntimas, ponerse en juego mientras uno actúa, desde lo emocional, ideológico, vincular o social. Es inevitable que cuando uno entra en ese tipo de zonas genera fraternidad y quiere volver a encontrarse con esas personas, es una rueda mágica que lleva hacia un lado y otro. Ese fue el caso con el autor de la obra, a quien conocimos gracias a una beca en España. Nació un lazo muy fuerte fundado en la manera de entender el teatro y la actuación, en la manera de hacer teatro unida a la pasión y el deseo. Tiene que ver con poner mucho esfuerzo, es la forma muy de Moscú y del teatro independiente. Y ellos como compañía española lo tienen, hacen de todo mucho con pasión, tienen otro nivel de presupuesto pero no lo hacen solo porque tienen dinero, algo que suele pasar en Europa, no acá. Allá si no hay plata, no se hace. Acá sí.
P.: ¿Quiénes son los parias, cómo se construyen los invisibilizados?
L.P.: El foco parece estar en los amigos y el humor pero la habilidad del autor está en hacer que estos amigos todo el tiempo nieguen o encuentren el dilema de este mapuche de quien hablan todo el tiempo y es uno de estos invisibilizados. En este contexto de Argentina, en Buenos Aires está lleno. Caminamos por la calle y hay gente tirada y durmiendo en la calle, entran a pedir, paran, están tirados en la calle como cosas, y empezamos a dejar de verlos, porque vamos perdiendo la empatía, porque si tuviéramos que detenernos frente a todos, hay tantos que el ritmo de vida nos hace negar. Si te detenés no podes seguir con tu vida. Es muy fuerte y difícil asumirlo. Es una inquietud que tengo conmigo todo el tiempo.
P.: ¿Cómo se tergiversa y manipula lo ancestral según la conveniencia?¿Cómo se representan a los pueblos originarios sin vaciarlos de conflicto? Allí es el irlandés, aquí el mapuche.
L.P.: En texto original era un irlandés, es el mendigo del pueblo, aquí en Argentina era raro, tenía que encontrar la referencia local. Fuimos con la historia hacia el Sur y ahí apareció el mapuche. La obra trabaja con la ironía porque si entra en serio todo se vuelve terrorífico, duro, crudo y juega mucho con el doble sentido. A través de esa tragedia se vuelve comedia pero también un trago amargo y ácido, como la cerveza que hacen los personajes. Este lugar de los pueblos originarios es sucio y al servicio de personajes que nada tienen que ver con esos valores ancestrales de pueblos oprimidos y pasados por arriba. Estos personajes hacen uso y abuso de la cáscara, que es lo que nos llega a nosotros. En general tendemos a ser ignorantes, a no conocer y juzgar sin tener idea. Aprovechamos para sacar rédito, es una cosa oscura y vil.
P.: ¿Cómo ves el teatro y la cultura hoy?
L.P.: La tradición nos hace entender y hacernos protagonistas de ese espacio como lugar de resistencia pero no solo eso. Recibimos el ataque y en este momento en que la cultura, ciencia y educación son atacados a la vez generan un encuentro de pensamiento y emoción. Hay gran desprecio pero el teatro se ocupa de resistir y de generar instancias de creación, imaginando nuevas formas de hacer esta actividad y de acercarse al público con historias. Nuestra resistencia es de mucha actividad, de hacer, no solo reclamar y pedir sino de hacer en todos los planos . Siento que hay algo que se está gestando, tengo el olfato de que esta crisis nos llevará hacia algún lado como artistas creadores y en algún momento pasará algo potente a nivel teatral. Anhelo una salida expresiva que de cuenta del proceso que estamos llevando como país.
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