Luego de varias temporadas con «El club de las bataclanas» y «Arrabalera, mujeres que trabajan», la actriz, directora y dramaturga Mónica Cabrera estrena hoy, a las 21.15, en el Centro Cultural Recoleta, su nuevo unipersonal «El sistema de la víctima». Este espectáculo reúne a seis personajes femeninos abatidos por distintas circunstancias y a través de ellos reflexiona con humor sobre ese alto grado de infantilización que asumen todas las víctimas. En sus dos décadas de actividad teatral, Cabrera incursionó en casi todos los géneros, a través de textos propios y de otros autores, incluyendo varios clásicos. Como actriz trabaja a menudo en cine y televisión, pero es en sus unipersonales donde puede explotar a fondo y sin limitaciones su gran versatilidad y capacidad de delirio. En febrero también volverá a «El 3340 con humos de cabaret» (Teatro Anfitrión), donde comparte el escenario con reconocidos humoristas e intérpretes de varieté.
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Periodista: En los últimos años se volvó decididamente al humor...
Mónica Cabrera: Hacer teatro cuesta tanto que no soportaba la idea de actuar para unos pocos habitués del circuito teatral y me fui volcando a un género más popular que me permite llevar mis espectáculos a muchas ciudades del interior. En cuanto al humor, antes consideraba al público como un niño al que hay que tener siempre entretenido, pero en este nuevo espectáculo decidí incorporar otros registros, algunos más trágicos y otros naturalistas combinados con esa búsqueda del humor reflexivo y del juego de comedia que caracterizó a mis dos unipersonales anteriores.
P.: ¿Cuál es el perfil de los seis personajes que interpreta?
M.C.: La primera es Rosamary, una mexicana residente en Estados Unidos al que su prometido abandonó en el altar. Luego, aparece Felicidad una anciana que de niña perdió un pie por una broma de su tío. Le sigue Bienvenida, que sufre un ataque de pánico permanente por la creciente inseguridad urbana. También está Máxima, una tranquila señora de clase media que dio algunas señales raras a su familia, e inmediatamente fue internada en un psiquiátrico. Sigue Amparo, una cantante de tangos que se disfrazó de enana para lograr un puesto de trabajo y Próspera una potencial suicidaque no se decide a matarse porque no tiene quien la mire. Este personaje aparece entre cuadro y cuadro durante toda la obra reflexionando sobre el asunto.
P.: ¿Qué tienen en común todos estos personajes?
M.C.: De algún modo lo que nos pasa a casi todos, por acá al menos. Ante las catástrofes uno generalmente se aniña, pide por la mamá o reza «diosito ayudame» esperando que alguien venga a rescatarlo. Si sufrimos alguna injusticia, enseguida sentimos que somos marionetas a las que la mala fortuna empuja al fracaso. La sensación de ser víctimas, de no poder contra las circunstancias, es un mal que aqueja a la sociedad argentina.
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