4 de septiembre 2019 - 00:00

San Martín desde una óptica pocas veces examinada: la política

Titular en la Facultad de Derecho en Cuyo y miembro de la Academia Nacional de la Historia, la autora ensaya un punto de vista controversial.

Beatriz Bragoni. En San Martín. Una biografía política del Libertador, resalta aspectos opacados por la historiografía tradicional.
Beatriz Bragoni. En "San Martín. Una biografía política del Libertador", resalta aspectos opacados por la historiografía tradicional.

Padre de la Patria, Santo de la Espada, el general José de San Martín es el punto fijo que permite las apologías más diversas. Beatriz Bragoni abandona la narrativa habitual del mito para verlo desde un ángulo polémico en “San Martín. Una biografía política del Libertador” (Edhasa). Bragoni es doctora en Historia (UBA), titular en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo y miembro de la Academia Nacional de la Historia. Ha publicado, entre otras obras, “Los hijos de la revolución”, “De la colonia a la república”, “El sistema federal argentino”. Dialogamos con ella.

Periodista: ¿Cómo se atrevió a lo más controversial del Padre de la Patria, lo político?

Beatriz Bragoni: Atreverse es lo correcto. El interés por lo político en San Martín me apareció investigando sobre la Revolución de Mayo en Cuyo y sobre el fusilamiento de José Miguel Carrera, uno de cuyos principales adversarios era San Martín. Me enfrenté a una cara, la de la conflictividad política de San Martín, que es muy distinta de la consagrada. Juan Gelman, que dirigía la colección Nudos de la Historia, me pidió un libro sobre esas investigaciones. Le señalé que hay mucho escrito. En la Biblioteca del Congreso hay más de mil registros bibliográficos sobre San Martín. Insistió. Así apareció en 2010 “De soldado del Rey a Héroe de la Nación”, donde establecí los grandes nudos de su vida. Eso me llevó observar sus conflictos políticos y poder hacerle otras preguntas al personaje, que es lo que hacemos los historiadores. Oscar Terán plantea “la ventaja de la historia frente al mito”, la historia está siempre abierta mientras el mito se cierra. Elegí hablar de San Martín desde una historia de vida que permite multiplicidad de situaciones con un conocimiento adecuado del contexto. Omití la vida privada, no para esquivarla sino para concentrarme en lo político, en sus concepciones, sus prácticas y sus resultados, los positivos y en los que le fue mal. Ese fracaso determina el final de su trayectoria pública americana, le hace decidir su ostracismo voluntario, que es como denomina a su retiro de la vida política, algo que no hacen otros generales de la Independencia.

P.: ¿Qué hay de cierto en que se va denunciado por corrupción?

B.B.: No hay denuncias formales, fueron puros rumores. Tiene que ver con una cuestión de descrédito con San Martín y el grupo de generales que llegan a Lima, y hay un reparto de bienes, sobre todo de las propiedades expropiadas a los españoles que pasan a ser premios por servicios de guerra. La opinión pública limeña desconfía de esas prácticas de los libertadores, tanto en el reparto de cargos como en el de bienes. Esto astilla las opiniones favorables y provoca el surgimiento de comentarios infundados.

P.: Asombra la epopeya sanmartiniana, dura apenas una década.

B.B.: Es lo fascinante de historiar una vida revolucionaria. A la mayoría le pasa todo en diez años. Reinhart Kosselleck señala la especificidad del tiempo revolucionario. No hay una sola temporalidad, y la revolución supone una aceleración del tiempo, por eso pasan tantas cosas. Los protagonistas tienen convicción de estar viviendo un tiempo excepcional. Está en su lenguaje: estamos fundando un nuevo tiempo, una nueva era, es uno de los acontecimientos más importante del mundo, como dice Guido cuando se declara la independencia en Chile.

P.: ¿San Martín “fundador de la república” era monárquico?

B.B.: Es un oxímoron. Esa es una discusión muy vieja. Un héroe, un padre de la patria, un ser determinante en el origen de las repúblicas latinoamericanas, no era republicano en sus principios ni en las iniciativas que tomaba. Cuando fue protector del Perú, el Consejo de Estado aprobó una misión diplomática a Europa para buscar un príncipe que encumbrara el edificio político peruano. Eso suscitó enormes controversias para los historiadores, que antepusieron cuestiones reivindicativas a pensar la política en ese momento y a sus actores con la mayor fidelidad posible. Mi libro pone en valor sus preferencias políticas, y cómo esas preferencias fueron opacadas para enfatizar otras cualidades de su protagonismo sudamericano, su convicción por la independencia, sus dotes militares. Yo pensaba que Mitre había esculpido esa imagen. Pero no fue sólo Mitre; Alberdi traduce la controvertida carta de Lafond, y Sarmiento monta la gran confrontación entre San Martín y Bolívar, dotando a San Martín de las características de la revolución rioplatense que no era de conquista, sino la de alguien que se retira y deja que la república funcione, en tanto que Bolívar se queda y aspira a un período republicano que imagina a sus pies. Sarmiento traza ahí los dos grandes modelos de las revoluciones sudamericanas, la del sur, la del Río de la Plata: expansiva, libertadora, y la del norte, autocrática, bolivariana.

P.: Su obra se detiene en los usos públicos de San Martín.

B.B.: Colocar a San Martín a la cabeza del panteón se debió mucho a los románticos argentinos. Todos los Estados tienen sus mitos. Todas las dirigencias republicanas recurrieron al pasado para fundar la simbología nacional. Esa construcción simbólica, material, monumental, cerró su ciclo en 1880, cuando Avellaneda estableció como virtud sanmartiniana la subordinación militar al poder civil. En el siglo XX los usos de San Martín fueron dotados de nuevos significados, una versión más militarista. Rojas lo convirtió en El Santo de la Espada. Agustín P. Justo colocó el 17 de agosto entre las efemérides. Con el golpe de 1943, el régimen de los coroneles filofascistas lo hizo emblema nacional. Perón, que lo admiraba y que había escrito sobre él, hizo en 1950 su apoteosis. Luego San Martín se convirtió en un punto fijo que puede ser leído sin ninguna contradicción tanto por las vertientes de derecha como por las de izquierda.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

B.B.: Investigando sobre San Martín en los Archivos Nacionales de Francia encontré un rico fondo documental sobre liberales sudamericanos en la Europa de la Restauración, donde se ve que no todos pensaban lo mismo.

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