Un auténtico canto de amor a la guitarra criolla y sus luthiers
"El sonido de antes" es una de esas raras y preciosas películas argentinas que cada tanto llegan a los cines, y que muestra el trabajo minucioso para reconstruir una música perdida
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Hermosa, rara avis de nuestro cine, “El sonido de antes”, de Yael Szmulewicz, es mucho más que el seguimiento de dos viejas guitarras en un taller de restauración, o la hoy asombrosa experiencia de grabar en un fonógrafo de 1905 con cilindro de cera y bocinas enormes en vez de micrófonos.
Más bien, es un canto de amor a la guitarra, especialmente a la guitarra criolla, un homenaje al impresionante trabajo de los luthiers, un reconocimiento de corazón de los guitarristas de ahora a los guitarreros de antes, que nos dejaron como si nada tanta belleza propia en las seis cuerdas. Es un recuerdo agradecido a la Antigua Casa Núñez, abierta en 1870, cerrada este año. Y es una celebración de vocaciones y pasiones que han de durar toda la vida, con “la novia” entre los brazos y el pie sobre el banquito.
Szmulewicz y Patricio Crom, compositor y coleccionista, hilvanaron la obra. Todo parte del hallazgo de una guitarra con boca de estrella nacarada como la que usaba Gardel. ¿Será precisamente la de Gardel? Muchos la buscaron a lo largo del tiempo, incluso hay una película de 1949 donde el cantor Agustín Irusta fantasea con encontrarla.
En todo caso, lo que a Crom le interesa es saber cómo sonaba esa guitarra, para lo cual hay que repararla con los elementos que se usaban antes, y ponerle cuerdas de tripa de oveja con hilo de cobre. Trabajo de “cuerdero”, que no hay muchos, y de un luthier único, Sebastián Núñez (la película no lo dice, pero este hombre pasa medio año acá y medio año en Utrecht, atendiendo las necesidades de los conjuntos europeos de música antigua).
Se suma Mirta Álvarez, que toca un instrumento de once cuerdas. Empiezan las charlas con otros músicos, el encuentro con el uruguayo Alfredo Sadi, memoria viva de la música rioplatense, que empezó de niño hace 75 años y todavía sigue, el recital de amigos prodigiosos en el Roma de Avellaneda, el último teatro donde cantó Gardel antes de su gira final (y donde está su retrato junto al de Pietro Mascagni, autor de “Cavalleria Rusticana”) y, al fin, la grabación en casa del coleccionista de viejos aparatos Guillermo Elías, que prepara todo con particular esmero.
Frente a las bocinas, Juan Villarreal entona el estilo criollo de Gardel y Le Pera “Guitarra, guitarra mía”, ese que dice “Vuelan en tus armonías/ coraje, amor y lamento”, y está todo dicho, y es el asombro y la felicidad plena al grabarlo, y al escucharse. Han buscado, como dijo alguien, “el valor de las cosas y el origen del valor de las cosas” y lo han encontrado entre sus dedos.
“Bordonas de fuego”, “Cuesta abajo”, el anónimo “Sueño de amor”, tocado al viejo modo por cinco guitarras, “20 y 20”, por el cuarteto de chicas Las Cuarenta, “Cambiando cordaje”, el suave “Silencio”, una docena de temas, el Tape Rubín, Moscato Luna, Cucuza y Mateo Castiello, y otros buenos artistas, en otros tiempos se vendería el disco de la película a la salida del cine. Esa banda sonora no debe perderse, y la película todavía menos.
“El sonido de antes” (Arg., 2023); Dir.: Yael Szmulewicz; documental.
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