«Un hijo genial» (Argentina, 2003, habl. en español). Dir.: J.L. Massa. Guión: D. Botti. Int.: J. Weich, S. Francini, D. Lamas, G. Urtizberea, S. Boris, S. Ríos, C. DaPasano.
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"Tengo un hijo genial", dice Julián Weich en el desenlace de esta cinta de estilo televisivo: gritada, acelerada, con iluminación a giorno, y donde al que acierta enseguida le dicen genio. «Y yo tengo un papá», responde el otro, lo que en su caso es un elogio enorme, ya que se pasó media película mirándose el ombligo y ninguneando al padre, hasta que ambos se juntaron para capturar a los ladrones de un famoso cuadro. Pero en realidad los malos son de pacotilla, y la verdadera mala de la película es la ex mujer, siempre demandando y recriminando al infeliz que aporta la plata, y tratando con desdén a cualquiera que se le acerque, desde el comisario que investiga el robo para abajo (y encima el hijo sale a ella).
O quizá la mala es esa tendencia de los programas nacionales de querer hacernos simpatizar con gente caracúlica, muy resentida y orgullosa de su mala educación y su baja capacidad de razonamiento. Aun cuando, en este caso, el chico apele al recuerdo de las historias de Sherlock Holmes que parece haber disfrutado en mejores tiempos junto a su padre. Y aplique sus enseñanzas, justo a tiempo para establecer una especie de masonería holmesiana con unos motoqueros grandotes y evitar que el viejo termine con la cara llena de dedos.
La gracia es relativa. Pueden anotarse esa escena, la táctica del perro de la casa para asustar a los ladrones, o la de unos monos, que les dan un pequeño recibimiento durante una visita nocturna al zoo. Y pare de contar. Hace ya tiempo, Weich había aparecido en «SOS Gulubu», con un personaje más atractivo, más cuidado. La obra alternaba animación con acción en vivo, era un gran esfuerzo, pero no tuvo éxito. Esta directamente no se lo merece.
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