Con un nuevo programa mixto, el Ballet Cotemporáneo del Teatro San Martín confirma su primacía en los dominios de la danza en nuestro medio y habla de la trascendencia impuesta por su director, Mauricio Wainrot, tanto en los aspectos formales como en el repertorio de la compañía. El mismo aporta con su obra personal un momento culminante en la trilogía, que se completa con coreografías de Robert North y David Parsons, dos estupendos coreógrafos norteamericanos. Wainrot evoca en «Ahora y entonces» una experiencia familiar. Sus abuelos y sus tíos fueron asesinados por la maquinaria nazi, según sus propias palabras, y la obra en cuestión habla de ese dolor. Más allá de la denuncia y el cuestionamiento de los procedimientos salvajes del exterminio practicado por el nazismo, el coreógrafo se interna en una visión simbólica de la desolación y de la conciencia del desamor sin forzar al espectador a presenciar un detalle documental de las atrocidades cometidas sino invitándolo a sentir la soledad ontológica y la desesperación ante el sinsentido de algunas acciones del hombre en un marco histórico determinado.
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Con la originalidad permanente de sus diseños dancísticos, Wainrot consigue un cosmos sobre el amor flagelado por el odio que conmueve profundamente e intimida por la potencia de su llamado. La música de Henrik Górecki es el soporte bello y exacto para que la emoción no decaiga a lo largo de los 25 minutos de duración de la obra. La escenografía-vestuario de Carlos Gallardo y las luces de Eli Sirlin subrayan esta objetivación de lo patético. Silvina Cortés, Lucas Garcilazo y el resto del elenco son brillantes exponentes del alto nivel del Ballet Contemporáneo. Esto también se puso de manifiesto en los diseños de David Parsons para «Rise and Fall» (algo así como «Apogeo y caída»), una obra en la que el artista estadounidense juega con ese principio básico de la danza moderna.
Tensiones y distensiones, energía y desgano, altura y depresión se alternan en una obra de espíritu musical, un fresco teñido de humor y de atmósfera jazzística sobre los contrastres que genera la pereza en los bailarines. Estupendos los siete que interpretaron la obra sobre música muy zumbona de The Turtle Island String Quartet y calidad plástica generada por el vestuario de Steven Cuba y las luces de Howell Binkley, estas últimas repuestas por Sirlin.
En la primera parte se tuvo oportunidad de apreciar una vez más «La muerte y la doncella», un bellísimo trabajo de Robert North sobre música de Schubert, comentado en ocasión de su estreno, bailado por Francisco Lorenzo, Analía Kispal y el resto de la compañía en forma inmejorable.
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