14 de septiembre 2007 - 00:00

Trece asesinatos en 20 días y dos secuestros sin resolver

Trece asesinatos en 20 días y dos secuestros sin resolver
Después de dos años y medio sin noticias de un secuestro extorsivo en la Capital (el último del que se supo públicamente fue el del despachante de Aduana Facundo Azuray que ocurrió en febrero de 2005 con final trágico), hoy hace 16 días que permanece secuestrado el empresario del transporte automotor Franco Andreola capturado en Barracas. Además se cumplieron ya 8 días de que sus captores se llevaron al productor agropecuario de General Villegas Francisco White, con domicilio también en Capital. Ayer, una familia de Don Torcuato vivió más de siete horas de zozobra, presa en su propia casa de tres delincuentes que habían ingresado por la madrugada con supuesta intención de robo (ver pág. 23).

Entre los últimos 10 días de agosto y lo que va de setiembre, los diarios informaron de 13 asesinatos (muchos con un grado de crueldad llamativa) en la ciudad y alrededores. ¿Hay un resurgimiento de la violencia a 45 días de las elecciones? ¿Tiene esto que ver con la etapa preelectoral? La percepción es que sí. Los casos mencionados son sólo los que contabiliza la crónica periodística, porque las estadísticas -amén de estar tan cuestionadas en la actualidad- resultan viejas; sirven más para el revisionismo académico que para el análisis de la realidad. A esto se suma el hecho de que los expertos en el tema seguridad reconocen que en la Argentina 70% de los crímenes no son denunciados.

Pero más allá de las percepciones:

  • Nadie puede poner en duda que el sentimiento de impunidad frente a la comisión de delitos es un importante factor para el auge de la criminalidad. Ello ocurre hoy en la Argentina.

  • Tampoco puede no adherirse a la idea de que cuando crece la percepción de que los gobiernos no tienen respuesta suficiente para resolver los problemas que aquejan a la sociedad la actividad delictiva también crece. Ello se siente en la Argentina.

  • También es difícil no advertir que la falta de respuestas se acentúa en coincidencia con el fin del mandato de una gestión de gobierno, que es en general el período de mayor debilidad y cuando todo se desmadra. Eso pasa hoy en la Argentina.

  • Hay coincidencia además en que el último año de gestión de un gobierno está tan teñido de la campaña electoral por la sucesión, que éste se convierte en un tema excluyente. Campañas por lo general violentas además de largas. Eso sucede en la Argentina.

  • En base a ese escenario, no es difícil adherir a la idea de que crece así la falta de control y más aún la percepción de que los controles se relajan porque el gobierno que se va ya está jugado y las exigencias se postergan para el que viene.

  • Estudio

    Respondiendo de alguna manera a estas consignas, hay un trabajo que sobre la base de cifras oficiales hizo el Centro de Estudios para la Convergencia Ciudadana -que dirige la diputada Paola Spátola-, que permite una aproximación a la percepción de más inseguridad cuando mayor es la cercanía de las elecciones. Se muestra allí una caída en los niveles de delincuencia entre 1991 y 1994, en coincidencia con el primer mandato de Carlos Menem y la percepción de una mayor afirmación de la autoridad política junto a mayores niveles de bienestar económico. A fines de la década del 90 y hasta 2002 se registra una aceleración del delito que concuerda con un marcado deterioro de la percepción de la política. A lo largo de 2003 hay una reducción, que coincide también con una renovada expectativa por el inicio de una nueva gestión, tras la debacle que siguió al fin de la convertibilidad.

    Cuatro años después y pasado el «romance» por lo nuevo, con inflación creciente, estadísticas más que cuestionadas, falta de inversión suficiente, un dólar artificialmente sostenido, acuerdos de precios que no se cumplen, avalancha de subsidios desde el Estado, una sucesión política digitada y denuncias de fraude en elecciones, ¿será sólo la percepción de la gente?
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