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Citación a 500 ex militares abre la puerta a privatización judicial
La Argentina tiene prevista en su sistema jurídico esta figura del defensor oficial que debe asistir a quien no pueda o no quiera pagarse un abogado de manera que un juicio no se paralice por falta de una de las partes. Muchos ex militares y ex funcionarios procesados han apelado a defensores oficiales, que los paga el Estado y, además, tienen fama de ser muy competentes. Los casos más conocidos son Perla Martínez de Buck, patrocinante de María Julia Alsogaray, o de Carlos Tavares, que defendió siempre al ex militar Jorge Videla. Otro de los procesados emblemáticos que se hicieron defender con cargo al Estado es el terrorista Enrique Gorriarán Merlo, asistido por Carmen María de la Vega.
Tamaña cantidad de militares citados, sin embargo, pondrá en crisis el sistema mismo de defensores, por la escasa cantidad de profesionales disponibles (187 para todo el país). El defensor general de la Nación, Miguel Angel Romero, enfrenta además una corrida de excusaciones de algunos de los defensores oficiales que piden, por razones de incompatibilidad de intereses o por motivos de conciencia, no atender defensas de ex militares acusados de violar los derechos humanos.
Esto ha motivado un endurecimiento de las relaciones entre Romero y algunos defensores luego de que el primero dictase una resolución exigiendo que cada excusación deberá ser fundada con pruebas. Los excusados han rechazado esa exigencia como abusiva.
Esa queja -que compromete a unos 50 defensores-reduce el lote de los disponibles a los 137 restantes, todos ya ocupados en defensas que van desde los ex comandantes hasta el juicio del peluquero «Miguelito» Romano. Al sistema de defensoría oficial se le abren alternativas, ninguna de las cuales es tranquilizadora:
• Un grupo de ONG dedicadas al derecho -y ninguna creada para defender a militares-se acercó a la Defensoría Oficial ofreciendo la firma de un convenio por el cual esas organizaciones se harían cargo de acercar abogados dispuestos a cumplir la tarea en casos de emergencia. Hoy, para ser defensor, se exige un acuerdo del Senado -como a los jueces y fiscales-, previa presentación a un concurso. Estos convenios con las ONG se parecen mucho a una privatización de la Justicia que esas organizaciones critican para otros rubros de la actividad pública.
• También los colegios de abogados de la Capital Federal y de algunas provincias han propuesto convenios similares, pero con una diferencia. Los colegios acercarían abogados jóvenes y con ganas de iniciarse en el oficio para desempeñarse como defensores oficiales a cambio del cobro de un bono mensual (se habla de $ 300) a cargo del Estado. Una especie de sistema de pasantías que roza la privatización,
• Otro expediente es que el Congreso sancione una ley que les permita a los secretarios de las defensorías asumir el trabajo de los defensores. Eso posibilitaría designar, bajo un estatuto de emergencia, unos 25 defensores más.
• También está el recurso a la licitación de las defensas, un sistema similar al que usa el Ministerio de Economía para asignar algunos procesos rematándolos en el mercado de los estudios jurídicos. Sería una innovación muy difícil de explicar esto de defensores reclutados a mejor precio por el Estado y, quizá, sujetos a condiciones de pliego poco gratas para los defendidos.
Finalmente, queda el expediente que nadie quiere emprender hasta ahora, que es un llamado masivo de concursos para proveer cargos nuevos en la medida en que sean necesarios. Eso debería figurar en el nuevo Presupuesto -no figuraa partir de un compromiso del gobierno con una solución, que es donde este entuerto alcanza su grado mayor de viscosidad. En efecto, ¿quiere el gobierno, que es el que confecciona el Presupuesto y debe asegurarle los medios a la Defensoría, tener un compromiso estrecho con una solución? Si eso es así, ¿asegurará defensores imparciales a estos militares a los que el gobierno considera los testimonios de una época oprobiosa? ¿Querrán los militares ser defendidos por patrocinantes elegidos bajo la presión del gobierno y de la opinión pública?
Néstor Kirchner quiso abrir el primer frente de conflicto con los militares en el terreno de la revisión de los delitos producidos en la represión clandestina de la insurgencia de los años '70 como si fuera un actor más de una polémica. Le llega el momento de ponerse el traje de gobernante en este asunto donde todos los actores -procesados, víctimas, jueces, fiscales, defensores y público- son iguales ante la ley y, además, contribuyentes que sufragan todo de su bolsillo.
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