7 de noviembre 2020 - 00:00

Cómo recuperar las rutinas saludables tras el final del aislamiento

No hay dietas mágicas y es muy frustrante para aquel que desee bajar de peso ponerse metas imposibles. Los cuatro pilares fundamentales de cualquier tratamiento: la alimentación, el ejercicio, las emociones y el tratamiento médico.

Cualquiera sea la iniciativa que tomemos, es importante ser constantes y tener presente en todo momento, que no debemos forzar al cuerpo o sobreexigirlo.

Cualquiera sea la iniciativa que tomemos, es importante ser constantes y tener presente en todo momento, que no debemos forzar al cuerpo o sobreexigirlo.

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La obesidad y el sobrepeso son problemáticas que se potencian en tiempos como el que estamos viviendo, donde la incertidumbre, el aislamiento y un marcado sedentarismo se conjugan para atentar contra nuestro bienestar psicofísico. Está claro que estas enfermedades crónicas no se toman vacaciones y, tras más de 7 meses de confinamiento, es fundamental recuperar el control de rutinas y tratamientos para atenderlas de la mejor manera. Afortunadamente, la ciencia, la tecnología y la reapertura de espacios al aire libre y el fin del ASPO marcan el camino para cuidarnos más que nunca.

Es importante que cada uno pueda conocer en mayor detalle el funcionamiento de su organismo, así como las necesidades nutricionales, emocionales y físicas que moldean su desarrollo. Reconocer las propias barreras para adoptar hábitos saludables puede ser un primer paso para forjar nuevas dinámicas con una mirada integral y gradual, considerando tanto las necesidades fisiológicas como el manejo de la frustración y la motivación para lograr la constancia necesaria, respetando los cuatro pilares fundamentales de cualquier tratamiento: la alimentación, el ejercicio, las emociones y el tratamiento médico.

La obesidad es una enfermedad multicausal, donde se combinan factores genéticos, el estilo de vida, las emociones, el medio ambiente, el entorno y el sedentarismo, entre otros. Es necesario entender que la obesidad es una enfermedad crónica, siendo muy importante enfocar la estrategia en modificar los hábitos alimentarios y sostenerlos en el tiempo para optimizar los resultados. No hay dietas mágicas y es muy frustrante para aquel que desee bajar de peso ponerse metas imposibles. Así como describimos que las causas son múltiples, el enfoque terapéutico debe atender todas estas variables y además, establecer una continuidad en el tratamiento.

En el plano psicológico, muchas veces destacamos la importancia de identificar el hambre real y evitar comer sugestionados por emociones. Las ingestas que responden a la ansiedad, el aburrimiento o la tristeza, por nombrar algunos de los mayores disparadores, suelen ser desmedidas en su cantidad y calidad con gran impacto para nuestra salud. Más que nunca, comer no debería ser un refugio ni una “solución fácil” para canalizar nuestros sentimientos. Convertir esa energía en un incentivo para lograr un cambio de hábito saludable y sostenible puede ser el paso más importante.

Según la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) más del 60% de la población en Argentina tiene exceso de peso, que hoy afecta a 6 de cada 10 adultos y a 3 de cada 10 niños y niñas en edad escolar. La prevalencia de obesidad obtenida fue de 32,4%, con un aumento progresivo según grupos de edad, siendo en los dos últimos grupos 2,8 veces mayor que la prevalencia del grupo más joven (41,8% 65 y más; 42,0% 50 a 64 años y 15,1% 18 a 24 años). Además, el 46,6% de los consultados es hipertenso, el 12,7% tiene Diabetes, la mitad de la población es sedentaria y sólo el 6% consume las 5 porciones de frutas o verduras recomendadas. Otro dato relevante es que más del 80% de los adolescentes en edad escolar de todo el mundo no llegan al nivel mínimo recomendado de una hora de actividad física al día.

La Organización Mundial de la Salud recomienda que niños y jóvenes de 5 a 17 años inviertan por lo menos 60 minutos diarios en actividad física con juegos en movimiento y limiten a un máximo de dos horas de pantalla al día . Por su parte, la recomendación en los adultos entre 18 a 64 años es como mínimo 150 minutos semanales de actividad física aeróbica moderada o 75 minutos de mayor intensidad. La recomendación de realizar 30 minutos diarios de actividad física puede realizarse de corrido en una caminata, paseo en bicicleta o alguna actividad deportiva o bien programarse en 3 sesiones de 10 minutos cada una. La Sociedad Argentina de Nutrición sugiere pararse y caminar por al menos 2 minutos para poner el cuerpo en movimiento y activar el metabolismo muscular y de esta manera evitar pasar muchas horas inactivos.

Ejercitarse en lugares abiertos y naturales con la llegada de la primavera ayudan a mejorar el estado de ánimo, reducir la ansiedad y la sensación de encierro característicos de esta época. Afortunadamente, la gradual reapertura de algunos espacios como gimnasios, parques y clubes facilitan la actividad física. Además, la exposición al sol fomenta la generación de vitamina D y otros elementos claves para nuestro bienestar.

Muchas veces se dice que el sedentarismo va de la mano del uso excesivo de dispositivos tecnológicos. Si bien tiene una gran cuota de verdad, la tecnología también puede ser un aliado para conocer nuevas rutinas y hacer un seguimiento más detallado de las actividades a través de aplicaciones, tutoriales y webs dedicadas a la temática, conocer cuántos pasos damos en el día y lograr superarse. Cualquiera sea la iniciativa que tomemos, es importante ser constantes y tener presente en todo momento, que no debemos forzar al cuerpo o sobreexigirlo con actividades que puedan generar dolor o incomodidad. Una vez más, la supervisión profesional es clave para consolidar rutinas a medida.

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En línea con esto, el valor de la telemedicina cobra especial relevancia para no abandonar tratamientos y mantener un estrecho contacto con médicos y nutricionistas que acompañen la evolución cotidiana. Ya sea para modificar el plan alimentario, o para incorporar nuevas rutinas de ejercicio, es indispensable contar con la guía de profesionales que respondan a nuestras necesidades e inquietudes puntuales.

La ciencia también avanza en este sentido y en los últimos años, en la Argentina se aprobaron nuevas drogas, para el tratamiento médico de la obesidad en adultos: Liraglutide y la combinación de Naltrexona y Bupropión. Esta última variante trabaja simultáneamente en el hipotálamo, donde se encuentra el centro regulador del apetito y, en el área mesolímbica, que regula el sistema de recompensa y placer. Al actuar sobre estos dos centros del control del apetito, permite un mayor control de las porciones, evita el picoteo y ayuda a controlar los atracones, optimizando el tratamiento, lo cual les permite tener una mayor constancia, facilidad y seguridad en el tratamiento del sobrepeso.

Las enfermedades crónicas no se toman vacaciones y es fundamental mantener contacto con el profesional de cabecera para optimizar el tratamiento de la hipertensión arterial, la diabetes y chequear los valores de colesterol en sangre entre otras variables. Como mencionamos al comienzo, la obesidad es una enfermedad crónica que favorece la aparición de otras enfermedades (hipertensión arterial, diabetes tipo 2 y alteraciones del perfil de los lípidos en sangre (colesterol, triglicéridos).

Afortunadamente, hoy contamos con mejores estrategias para tratar la obesidad y el sobrepeso cuando se asocia a estas enfermedades, a través de nuevos fármacos, en el marco de un seguimiento profesional a través de consultas presenciales o bien utilizando la telemedicina, que permite acompañar al paciente en cada paso. No es momento de frustrarse con dietas y rutinas imposibles o peligrosas: más que nunca es importante tomar conciencia y lograr tratamientos integrales y superadores para alcanzar una salud cada día más plena.

(*) Médica (MN: 84182), directora de Nutrición en la Red, medica especialista en Cardiología y Nutrición con Orientación en Obesidad.

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