10 de octubre 2019 - 00:00

Turquía lanzó una ofensiva en Siria y EE.UU. advirtió con sanciones draconianas

Senadores bipartidistas votarán un proyecto de ley que castigaría a la economía de Ankara. El Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá de emergencia.

HUIDA. Un grupo de niños escapa de la ciudad Ras al Ain, Siria, blanco de ataques de las fuerzas turcas.
HUIDA. Un grupo de niños escapa de la ciudad Ras al Ain, Siria, blanco de ataques de las fuerzas turcas.

Washington y Ankara - Tras la salida de las fuerzas estadounidenses del norte de Siria y tal como lo había prometido, Turquía invadió ayer por tierra y por aire el país vecino y comenzó una guerra contra la minoría skurda, que había ganado control territorial de parte de esa zona fronteriza al hacer retroceder al Estado Islámico (EI) con el apoyo de Washington.

“Las Fuerzas Armadas turcas comenzaron, junto con el Ejército Nacional Sirio (la milicia rebelde también conocida como Ejército Libre Sirio), la operación ‘Primavera de la Paz’ en el norte de Siria. Nuestro objetivo es eliminar el corredor terrorista que se formó en nuestra frontera sur para traer paz y seguridad a la región”, anunció el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en su Twitter al comienzo del día.

El corredor terrorista, para el mandatario, es la zona del norte sirio que quedó en manos de la milicias kurdosirias YPG y sus aliados FSD cuando lograron expulsar y derrotar al EI con apoyo aéreo, logístico y económico de Estados Unidos.

El gobierno turco mantiene un enfrentamiento histórico con la minoría kurda en su país y actualmente vive uno de los momentos de mayor represión política y policial. En el marco de esa confrontación, Erdogan considera como terrorista a las milicias kurdas, dentro y fuera del país, y a todos sus aliados civiles y políticos.

En un comunicado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que la guerra iniciada por Ankara “es una mala idea” y dijo a la prensa que concuerda “con la imposición de sanciones a Turquía”. El mandatario había amenazado con “aniquilar la economía turca” si Ankara viola los derechos humanos de civiles y minorías religiosas; sin embargo, ayer solo se limitó a aclarar que no hay tropas estadounidenses en la zona de combate y que los ataques no fueron coordinados con su gobierno.

Más tarde, un grupo bipartidista de senadores estadounidenses acordó imponer sanciones draconianas contra Turquía si sus fuerzas no se retiran de Siria. El senador republicano Lindsey Graham dijo que él y el demócrata Chris Van Hollen promueven un proyecto de ley que obligaría al gobierno de Donald Trump a congelar propiedades en Estados Unidos de los principales líderes turcos, incluido el presidente Erdogan.

La iniciativa también impondría sanciones a las entidades que hacen negocios con el ejército turco, o con las compañías de petróleo y gas que prestan servicios a sus fuerzas armadas.

Graham, un usual aliado de Trump en la Cámara alta, y varios legisladores están furiosos por la repentina retirada militar de Estados Unidos de sus posiciones en el norte de Siria, anunciada el domingo por el presidente estadounidense tras una conversación con Erdogan.

De acuerdo con el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización pro opositora con sede en Londres, al menos ocho civiles murieron en el primer día de esta guerra, entre ellos dos cristianos asirios en la ciudad de Qamishli, una familia de tres personas en un pueblo cercano y otro niño al este de allí. Además, siete milicianos de la coalición de milicias árabes y kurdas FSD fallecieron en combate.

Las FSD también se movilizaron a la frontera con Turquía para enfrentar el avance turco y, en un comunicado, advirtieron que este traslado de tropas debilitará su capacidad para hacer frente a posibles ataques del EI -que quedó debilitado, pero no desapareció de la región- y para vigilar a los 12.000 combatientes de ese grupo islamista que tienen detenidos y los 70.000 familiares de miembros del EI que están en campamentos.

Asimismo, el gobierno autónomo kurdo en el norte iraquí, también fronterizo, advirtió que teme una llegada masiva de refugiados y que no tiene “la capacidad para recibirlos”, según la CNN.

Este primer saldo de muertos y las advertencias de las milicias siriokurdas se conocieron luego de la primer etapa de la invasión, la de los bombardeos aéreos contra ciudades y pueblos, entre ellos Kobani, una localidad que en septiembre de 2014 se convirtió en un símbolo mundial de la lucha de los kurdos contra el EI. En aquel momento, tanto los gobiernos de las potencias occidentales como la prensa internacional alabaron a las milicias siriokurdas como la heroica primera línea de combate contra los extremistas. Al caer la noche, el Ministerio de Defensa de Turquía anunció la segunda etapa: la invasión terrestre.

El gobierno de Egipto fue uno de los primeros que reaccionó en la región. Denunció “una agresión” contra la soberanía de Siria y llamó a una reunión urgente de la Liga Árabe.

En tanto la OTAN como potencias occidentales, como Alemania, advirtieron sobre las posibles consecuencias de la nueva guerra desatada en un país que está en conflicto desde hace más de ocho años y medio y que sufre una de las peores crisis humanitarias y migratorias del mundo.

En este contexto de rechazos y advertencias, los cinco miembros permanentes -Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido- acordaron convocar para hoy una reunión del Consejo de Seguridad.

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