5 de diciembre 2022 - 00:03

Netflix vuelve a traer al “cartero de Neruda”, en versión chilena

Diálogo con su realizador, Rodrigo Sepúlveda, autor de la tercera versión de “Ardiente paciencia”
de Antonio Skármeta, que ya había sido rodada por su propio novelista, aunque en Portugal.

sepúlveda. Director de la tercera versión de “Ardiente paciencia” de Antonio Skármeta, durante su paso por Mar del Plata este año.
sepúlveda. Director de la tercera versión de “Ardiente paciencia” de Antonio Skármeta, durante su paso por Mar del Plata este año.

“Ardiente paciencia”, la pieza de Antonio Skármeta donde un cartero, alentado por Neruda, le escribía versos a su amada, tiene ahora una tercera versión, totalmente chilena, rodada en Isla Negra, más romántica y con estreno mundial vía Netflix. Presentada fuera de concurso en el reciente Festival de Cine de Mar del Plata, dialogamos en esa ocasión con su director, Rodrigo Sepúlveda:

Periodista: ¿La filmaron toda en Isla Negra?

Rodrigo Sepúlveda: Parte en casa de la familia Llanca, hoy patrimonio histórico porque es una típica casa de pescadores, y además Neruda era su cliente habitual. Parte en la Hostería Santa Elena, donde doña Elena le servía sus caldillos de congrio al poeta. Le pintamos el frente, que estaba en mal estado, pero ahora van a refaccionar todo. En la Casa Museo no pudimos filmar, así que lo hicimos en la de otro escritor, no tan famoso pero muy querido, Eduardo Vergara. Es la primera versión que se filma en los lugares donde Antonio Skármeta ambientó su obra, porque su versión, la más fiel al libro, tuvo que hacerla en Portugal, entonces él no podía pisar Chile. Y la versión de Michael Radford, que es brillante, “El cartero de Neruda” (“Il Postino”), se filmó en una isla de Sicilia, ambientada en los 50.

P.: Neruda ha caído en desgracia para las feministas. ¿No le reprocharán haber hecho justo ahora esta película, donde tiene una imagen simpática?

R.S.: Hay por ahí un asunto bullente, pero yo siento que lo nuestro es una celebración de la poesía, no tanto del poeta. Y celebramos el decir, el escribir, la relación epistolar. Hoy vivimos en un mundo acelerado, donde el WhatsApp impone un modo brutal de comunicarnos. De niño, me tocó vivir fuera del país, y me servía de las cartas para comunicarme con mis amigos, con mi abuelo, que ¡me exigía! escribir bien, a los diez años. Así me formé. Pero además, en una relectura, lo nuestro también es celebrar la figura de la mujer. Ya no es una fierecilla, silvestre, como en la obra original, sino una mujer empoderada, que también escribe poemas.

P.: No es el único cambio. Por ahí aparece una monjita.

R.S.: Sí, un personaje nuevo, una monjita cocinera y celestina, que ayuda a concretar los amores de la pareja enamorada. La obra transcurre en 1969, época de curas obreros, de monjas que cocinaban para los indigentes, época de cambios, había una sociedad anhelante, con ganas de cambiarlo todo. No imaginábamos siquiera el amargo sabor de la dictadura.

P.: La obra de Skármeta abarca algo más que ese año.

R.S.: Sí, pero con Guillermo Calderón, un dramaturgo muy importante, adaptamos solo la primera parte, la parte risueña, porque yo venía de hacer un drama ambientado en la dictadura, “Tengo miedo torero”, y quería hacer una película romántica (viendo la reacción del público en Mar del Plata, descubro que me salió una comedia romántica). Eso nos hace falta, una película de amor, que nos deje con una sonrisa. Estamos acostumbrados a hablar del amor, es un tema muy recurrente, pero se hace necesario respirar de lo puro, lo inocente. Mire esta parejita, cuando ellos de verdad se hacen el amor, es cuando se escriben sus cartas.

P.: Al respecto, ¿los intérpretes no son demasiado bonitos para hacer de una chica de pueblo y un pescador metido a cartero?

R.S.: Bueno, más que la belleza me importaba la juventud, y además ambos, Andrew Bargsted y Vivianne Dietz, ya tenían la química, porque venían de interpretar “Romeo y Julieta” en un teatro de Santiago, una versión bastante, bastante fiel a la traducción de Neruda, que es la más conocida en Chile. Para mí las dos cosas más bellas que se han hecho a partir de Shakespeare son la traducción de Neruda de “Romeo y Julieta” y la de Nicanor Parra de “El rey Lear”, muy parriana, por cierto. Las considero parte de mi alimento, como también “Palmeras salvajes”, de Faulkner, traducido por Borges, y las “Memorias de Adriano”, de Marguerite Yourcenar, traducido por Julio Cortázar.

P.: Por ahí usted agrega un autor menos apreciado, Dino Ramos.

R.S.: Ah, cuando se escucha “Bienvenido, amor”, por Palito Ortega. Es que calzaba perfecto con la escena. Y también se escucha “Mira niñita”, de Los Jaivas, que hoy es una canción fogatera. Se canta en todas las fogatas. Quisimos agregar la de Spinetta, “Muchacha ojos de papel”, pero no nos dio el presupuesto.

P.: ¿Cómo fue la relación con Netflix?

R.S.: Tremendamente empática. Fuimos con la propuesta y dijeron “Nos encanta. Si les queda parecido a lo que nos contaste, estamos contentos”. Y están contentos, porque la estrenan en simultáneo hasta en los Emiratos Árabes.

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