22 de mayo 2023 - 00:00

Nuevos techos despuntan en el horizonte: deuda, tasas cortas y ¿también la Bolsa?

Todo sugiere que Biden ya pergeñó con Kevin Mc Carthy, el negociador republicano y presidente de la Cámara de Representantes, un marco de entendimiento que promete un acuerdo antes del 1 de junio. Desde ya, nada se arregló hasta que no lo apruebe el Congreso.

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La discusión por el techo de la deuda no va ser el fin del mundo. El presidente Biden viajó a la reunión del G7 con la agenda de su corrimiento bastante avanzada (ver página 16). Eso sí, cuando llegó a Hiroshima, la discusión se había estancado. Es que no hay asunto de política interna que ofrezca mejor vitrina para la confrontación. Aunque al final siempre se hagan las paces. Porque el default sería matar a la gallina de los huevos de oro, un capricho demasiado caro. Nunca la disputa por el techo devino en incumplimiento, salvo un atraso fugaz en los servicios de tres series de letras del Tesoro en 1979. Todo sugiere que Biden ya pergeñó con Kevin Mc Carthy, el negociador republicano y presidente de la Cámara de Representantes, un marco de entendimiento que promete un acuerdo antes del 1 de junio. Desde ya, nada se arregló hasta que no lo apruebe el Congreso. Y, cuando se supo de los progresos, arreció un abundante fuego amigo. Pero es claro que, si se quiere evitar una crisis de pagos (selectivos), y de ahí la velocidad en sintonizar un canal negociador, no hay tiempo para montar el show de la pelea.

En 2011, llevar la misma porfía hasta la exasperación (y después acordar), costó la pérdida de la calificación AAA de la deuda pública (según la agencia S&P) y una drástica caída de la Bolsa que arañó el 20%. Será un gran ahorro suprimir esa escaramuza innecesaria. Entiéndase que los gastos que ocasionan el endeudamiento están todos debidamente autorizados y que la negociación de presupuesto corre por cuerda separada (con fecha límite el 30 de septiembre). Allí deben dirimirse las diferencias de política fiscal que dividen a demócratas y republicanos. La deuda que amenaza el tope fijado por el Congreso es fruto de los presupuestos que él mismo sancionó. Debería, pues, atenerse a las consecuencias de sus decisiones y desplazar el techo o, lisa y llanamente, declararlo redundante. Lo primero es la solución habitual según usos y costumbres.

La FED no cree en calamidades. Y confía en que la política no las producirá. Por eso alienta un debate de la política monetaria a plena luz del día. Llevó la tasa corta a 5,25% en su última reunión, se sabe, el nivel terminal de su mapa de puntos. No obstante, se cuidó de declararse en modo pausa (como, en su momento, Canadá, Corea del Sur o Australia). Más bien, le interesa combatir esa idea. Es que no existe ningún techo prefijado ni hoja de ruta definida. Esta semana, James Bullard y Laurie Logan, sendos presidentes de distrito, abogaron por una suba de tasas. Otra, Loretta Mester dijo que el banco central no se debía estacionar en este umbral. Todos coinciden en que la inflación es muy alta, que no bajará rápido por sí sola, y que resta un largo camino hasta la meta de 2%. Hay otras voces, también. Sus pares Raphael Bostic y Austan Goolsbee prefieren darse un respiro antes de volver a intervenir.

Es bueno entender la situación. Los que quieren más tasa no la demandan de inmediato. Los que escogen una pausa apoyarán la suba de tasas si la data sugiere su conveniencia. El gran jefe, Jay Powell, no bajó línea, aunque se ocupó de recordar que la crisis de los bancos regionales y su secuela crediticia harán parte del trabajo de contención. ¿Qué se puede deducir? Un descanso en junio, y si la data no se modera, un retoque en julio a 5,50%. Un halcón como Bullard estaría satisfecho allí. ¿Y la baja de tasas que ve el mercado? Nadie en la Fed la bendice antes 2024. Y hasta se podría pensar que quienes favorecen una suba, lo que de verdad procuran es desalentar la noción de una baja en puerta. Chicago apenas escucha. Solo quitó una de las tres podas de un cuarto de punto que contemplaba este año.

Si se perfilan nuevos techos para la deuda y para las tasas de la Fed, ¿qué decir de los mercados? El Nikkei ya estrenó el suyo, el primero después de 33 años. Pero es la excepción y no la regla. Nadie creció más que Japón en el G7 durante este primer trimestre, y la confianza de Warren Buffet fue un plus impensado. Es cierto, el S&P500 y el Nasdaq alcanzaron los mejores valores del año (desde agosto de 2022), pero no son récords absolutos. Están lejos todavía. Las tasas largas también están trepando, en su caso, a niveles que no visitaban desde el colapso de Silicon Valley Bank en marzo. No es mala señal. Mientras la canasta líder ratifica su pronóstico de recesión inminente, los mercados apuestan a que EE.UU. sorteará las dificultades y podrá acceder a un aterrizaje decente.

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