En un contexto macroeconómico complejo y volátil, el Gobierno continúa anunciando medidas que solo sirven para postergar la crisis externa que se avecina. El lunes de la semana pasada se conoció la decisión de que el BCRA se flexibiliza para operar sin restricciones en el mercado de cambios; aun cuando el precio de la divisa norteamericana no sobrepase las bandas.
La carrera entre bonistas y fugadores
El Gobierno continúa anunciando medidas que solo sirven para postergar la crisis externa que se avecina. El lunes de la semana pasada se conoció la decisión de que el BCRA se flexibiliza para operar sin restricciones en el mercado de cambios; aun cuando el precio de la divisa norteamericana no sobrepase las bandas.
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Este anuncio implica que el BCRA podrá a salir a vender dólares, y así calmar las ansias del mercado por la divisa. Incluso, la autoridad monetaria podrá operar por debajo del techo máximo que inicialmente se había propuesto en octubre del año pasado.
La decisión del Gobierno encuentra razón de ser pura y exclusivamente en el marco del año electoral, y en la voluntad de mantener el dólar a raya durante los próximos meses (por lo menos hasta los comicios de octubre).
Sin embargo, esta política no es para nada neutral y, si bien puede recargar el tubo de oxígeno del BCRA en el corto plazo, al aumentar la oferta de dólares en el mercado de cambios y menguar el alza de la divisa, indefectiblemente tendrá efectos negativos, en el mediano y largo plazo.
En primer lugar, un evidente problema concierne a la sustentabilidad del nuevo esquema propuesto. Es esperable que el BCRA se desprenda de dólares a un precio inferior al que está dispuesto a pagar el mercado (en un contexto de “no intervención”) y a una tasa de interés “subsidiada”.
La tasa de interés de política monetaria (Leliqs) continúa en niveles récord, bien por encima del 70% TNA. Esto convalida una ganancia extraordinaria para los bancos que valoricen parte de su capital en el mercado interno con dicha tasa y luego se replieguen hacia los dólares ofertados por el BCRA.
Asimismo, como contrapartida de la venta de “dólares baratos”, las reservas del BCRA caerán con mayor intensidad, poniendo en jaque una de las variables fundamentales que garantizan el repago de la deuda externa. Como se sabe, el Gobierno endeudó al país en miles de millones de dólares, y la única fuente genuina para saldar los compromisos externos, las reservas del BCRA, se están viendo reducidas a pasos agigantados.
Para poner en contexto lo antedicho, en los últimos días hábiles de abril las reservas cayeron en más de 5.800 millones de dólares (debido al pago de intereses de bonos emitidos y fuga de capitales). Si a la sangría de reservas que está experimentando el BCRA se le añade ahora la intención del Gobierno de sostener planchado el dólar, se puede llegar a una profundización de la sangría y aumento de la desconfianza por parte del mercado. Y esto último, la “desconfianza del mercado”, es otro factor que puede agravar aún más la situación patrimonial del BCRA.
Los agentes económicos en general, y en particular aquellos grandes fondos de inversión poseedores de activos en Argentina, pueden dar por descontado la imposibilidad que tendrá nuestro país para afrontar el repago de la deuda (con reservas dilapidadas a precio vil) y así iniciar el camino hacia una nueva corrida y posterior devaluación de la moneda nacional. Es decir que la nueva medida del Ejecutivo, lejos de espantar los fantasmas de la devaluación y la insolvencia, puede avivarlos y acercarlos aún más.
En lo concreto, los mercados ya dieron algunos indicios de la desconfianza que poseen sobre la eficacia del Ejecutivo para hacer frente a sus compromisos externos y estabilizar la macro: las acciones argentinas se desplomaron exterior y las inversiones de cartera de no residentes acumulan salidas por más de 7.500 millones de dólares en el último año.
En estos días, a pesar del anuncio de intervención, el riesgo país virtualmente no bajó y los activos argentinos recuperaron muy poco. El Gobierno no hace más que dar manotazos de ahogado, tomando medidas que solo agudizan la fragilidad financiera externa del país y alinean los planetas para una carrera entre bonistas y fugadores, en un rally por las reservas.
(*) Director de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Avellaneda e integrante del colectivo EPPA.
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