Recientemente, el Ministro de Economía Luis Caputo dijo que, en la mayoría de los países del mundo, el dólar no flota libremente y que no lo hace en ninguno “en desarrollo”. Esto trajo mucha discusión entre los economistas y, en gran medida, es porque no se está usando una definición común de lo que es libre flotación cambiaria. Por ello, deberíamos empezar por aclarar algunos términos para poder tener un intercambio de opiniones más fructífero.
El debate por la flotación del dólar: ¿Argentina está preparada?
El debate sobre el régimen cambiario vuelve a escena. Cómo operan las intervenciones del Banco Central, qué rol juegan la confianza y la demanda de dinero, y por qué los países inestables requieren esquemas especiales.
Economista y director de la Fundación Libertad y Progreso
En primer lugar, la prioridad absoluta de cualquier banco central serio de cualquier país del mundo, desarrollado o no, debería ser darle a su gente una moneda estable y confiable. Cada vez que han tenido otros objetivos han terminado generando inflación o crisis monetarias. Incluso, algunas internacionales. Además, esto ocurre siempre a costa del empobrecimiento de la gente. Ahora, para que una moneda sea estable el banco central debe fijar su valor; para lo cual va estimando cuánto es la demanda que tiene del otro lado y, por aproximación, intenta emitir un poquito más. Esto hace que la depreciación de su divisa sea menor y todos los bienes y servicios de la economía suban poco en términos de ella. En otras palabras, logran que haya una inflación muy baja.
Como acabamos de ver, un banco central responsable debería estar atento a evitar que su moneda se deprecie mucho, generando mucha inflación, y para ello debe regular la cantidad que produce de su divisa. Recordemos que el tipo de cambio es la relación entre el valor de la moneda local respecto de la extranjera y que, el de esta última, se determina en su propio mercado con su propia oferta y demanda. Por lo tanto, al fijar el valor de la propia moneda, cualquier banco central siempre estará afectando el tipo de cambio. Así que, si alguien se imagina la libre flotación cambiaria como una en la que no hay ninguna intervención del banco central local, eso no existe en ningún país serio, desarrollado o no. Para evitar que una depreciación fuerte de su moneda, que inmediatamente se refleja en una suba del tipo de cambio y luego lo hará en la inflación, el banco central tendrá que intervenir para revertir esa caída. Sin embargo, esto último hará que el tipo de cambio baje y está muy bien que eso pase.
Por otro lado, el valor de las divisas extranjeras se fija en sus propios mercados y por sus propios bancos centrales. Pueden subir o depreciarse según lo que estos hagan y, obviamente, eso afectará el tipo de cambio local respecto a esas monedas. Pensemos en Argentina, suponiendo que el peso no varía, el dólar puede estar subiendo en el mundo; por lo que, también, lo hará contra nuestra moneda. Esto no debería generar ninguna preocupación ni intervención del Banco Central de la República Argentina (BCRA); ya que no estaría mostrando una depreciación del peso ni gestando futura inflación. Sí habrá un cambio de precios relativos. Los que son bienes y servicios que se pueden importar o exportar subirán siguiendo el tipo de cambio. Generalmente, los que subirán arrastrados por el dólar son consumos básicos (los de las góndolas de los supermercados); por lo que la proporción de los ingresos que se gastará en ellos se incrementará. Por lo tanto, las personas disminuirán sus erogaciones en aquellas cosas que son prescindibles (en general servicios), haciendo bajar sus precios; por lo que no habrá inflación.
Dólar como refugio y la lógica de países inestables
Especialmente en países en desarrollo y altamente inestables, como Argentina, se adiciona otro factor para la suba de las monedas extranjeras. Son un instrumento de cobertura para salvar los ahorros de las licuaciones a los que los someten los malos gobiernos. Sobre todo, los que usan los bancos centrales para financiarse generando alta inflación o gestan recurrentes crisis con malas políticas. Cuando la gente prevé una debacle, deja de gastar e invertir para comprar dólares para enfrentar su impacto negativo en el bienestar de su familia. Tanto esta actitud defensiva y la cobertura para proteger los ahorros hacen subir el tipo de cambio. Es decir, el poder adquisitivo del dólar se vuelve más alto respecto a todo lo “argentino”; porque preferimos adquirir divisas estadounidenses a consumir, invertir o comprar activos locales. Esto motiva el mismo cambio de precios relativos internos comentado en el caso anterior; pero no genera inflación. Por ello, no justifica una intervención del BCRA.
Por décadas los gobiernos argentinos destruyeron el valor y la confianza en la moneda local para financiar sus perseverantes excesos de gasto. Por ello, cuando los argentinos vemos subir el tipo de cambio, inmediatamente pensamos que el peso está perdiendo valor; aunque no esa así. Esto activa su instinto de preservación y empiezan a desprenderse de los pesos que tienen atesorados y ahorrados. Esta baja de la demanda de nuestra moneda deprecia su valor y efectivamente hace subir el tipo de cambio; lo cual asusta más a la gente llevando a más merma del atesoramiento y del valor del peso. Así, en un círculo vicioso.
Por ello, es cierto que los países inestables suelen tener esquemas de “flotación sucia”. Es decir que, en algún momento, le tratan de poner un techo a la escalada del tipo de cambio cuando se motiva en un creciente temor coyuntural; ya que esa depreciación se transformará en futura inflación. Incluso, la necesidad de moderar el alza del tipo de cambio también puede ser necesaria, aunque surja de una suba del dólar a nivel mundial. Si es fuerte, puede motivar a que los argentinos interpreten que baja el valor del peso y disparen el mismo mecanismo defensivo, que hay que frenar antes de que se vuelva un círculo vicioso.
En el caso de la banda cambiaria que hoy tiene Argentina pasa algo similar. Los argentinos interpretamos toda suba del valor del dólar como una pérdida de poder adquisitivo del peso. Por lo tanto, localmente, poner un techo para el tipo de cambio significa garantizar un piso a la depreciación de nuestra moneda. Es decir, si tenés pesos, van a perder valor hasta ese mínimo; por lo que no deberías seguir desprendiéndote de ellos y acelerando el círculo vicioso. Por eso, un esquema de bandas puede ser útil para moderar la incertidumbre de los que tienen pesos ahorrados o atesorados. Por supuesto, cuando la gente llega a tener confianza en la moneda, todas estas “muletas” dejan de ser necesarias.
Para que los dos esquemas cambiarios anteriores funcionen bien, es importante tener en cuenta que el BCRA sólo tiene un instrumento para usar: la política monetaria. Y que debe utilizarlo sólo para defender el valor de la moneda. Es decir, si vende un activo (ej, dólares o bonos) para sacar los pesos que no son demandados, no puede devolverlos al mercado. Si al mismo tiempo los emitiese con otros objetivos, correría el riesgo de terminar en una crisis. Por ejemplo, sería inconsistente si lo hiciera para bajar la tasa de interés que, obviamente, tiende a subir en una situación de incertidumbre; ya que terminaría alimentando la corrida contra su propia moneda. Sin embargo, eso es materia para otro largo artículo.




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