14 de octubre 2023 - 00:00

El peso, el dólar y la Ley de Gresham

En un contexto de crisis como el actual, la Ley de Gresham funciona a la perfección.

El dólar alcanzó los $1.000. ¿Cómo seguirá?

El dólar alcanzó los $1.000. ¿Cómo seguirá?

Mariano Fuchila

El dólar blue o informal arrancó el año a $346. En los primeros días de octubre, superó la barrera de los $1.000, tocando los $1.040, sacudiendo todas las estructuras de los agentes económicos. En lo que va del año, el alza es del 191% cuando la inflación está rondando el 100% hasta septiembre.

La dolarización y el como es un tema que está latente, más allá de su viabilidad económica en el corto plazo mientras el gobierno anda buscando maniobras especulativas y los causantes de que la cotización haya superado todo tipo de barreras posibles. Al tanto, las personas y las empresas andan en una situación conflictiva que está mellando el crecimiento. Parte de los proveedores no entregan listas de precios ni productos por la escalada del dólar, tanto blue como los paralelos. Los vendedores a consumidor final de bienes importados han elegido dos opciones: no vender o sobrecargar el precio. Lo que es claro, es que, en Argentina, los precios se fijan por el costo de reposición, es decir, por el valor que costará volver a comprar o fabricar el mismo bien para quien lo vende.

Están los que les parece una locura este escenario. Para otros, una falta de nacionalismo y amor a la patria. Para los afectados, es el resultado de la deriva económica, donde el dólar oficial está restringido, pero enormemente atrasado, la improvisación y la falta de reglas claras de juego. Como se le va a pedir a un simple revendedor que venda algo que no sabe cuando lo va a poder reponer y a que valor.

El mercado no se plantea si la idea de Milei cuando sea presidente se podrá llevar adelante, pero mantenerse en pesos no es una opción viable dado el contexto actual y lo que se espera para los próximos meses, que es una fuerte devaluación del peso. Los números del Rofex son claros: para diciembre de 2023, el dólar oficial se situaría en torno a los $800, una disparada del 72% y para enero superaría los $1000, conformando un incremento de más del 150% en menos de 2 meses.

El BCRA llega con las reservas diezmadas y cada vez más endeudado, ya que recientemente logró la aprobación de la ampliación del SWAP con China. En este contexto, vende de a USD 600 millones mensuales, sin contar que las importaciones no están liberadas, que la deuda comercial del sector importador es récord histórico y que las brechas entre dólares y el oficial es cada vez más alta, alcanzando un 180%, mientras la devaluación del 22% que motorizó gran parte del sisma actual, esfumó su efecto en menos de 40 días, con un pass through veloz y admirablemente alto.

Este claro panorama deja sin posibilidades a quienes viven en la economía “real” del día a día. Si comerciar hacia adelante es difícil, si parte de las operaciones están dolarizadas y si la espiralización de la inflación deriva en una hiper moderna, dejan al peso con sentencia de muerte.

En un contexto de crisis como el actual, la Ley de Gresham funciona a la perfección: los argentinos están dejando al peso para lo esencial mientras que para lo referido a operaciones medianas como alquileres, vehículos, repuestos o grandes, como compraventa de inmuebles, inversiones, se recuestan en el dólar, a pesar de la existencia de una inflación baja y una tasa de interés internacional que no subirá. Las agencias de viajes y hoteles ven que las próximas vacaciones de verano serán en divisa norteamericana y pricean en consecuencia.

El actual gobierno dice que pensar en el dólar “no es de patriota” pero poco han hecho para ayudar al peso a salir de la agonía. Con los planes “platita” electoralistas, desparramando pesos por doquier para sumar algo de votos, lo que hicieron no fue “ayudar” a quienes lo necesitaban sino directamente hecho más nafta al fuego.

Incluso, todas las medidas impulsadas para restringir la demanda de divisas, lo único que hacen es fomentar las cotizaciones paralelas, porque reducen la oferta en un mercado pequeño y que hoy día depende fuertemente de una demanda en el sector formal para viabilizar los requerimientos de las grandes empresas que pueden endeudarse en el mercado local con Obligaciones Negociables pagando hasta el 9% anual en dólares.

Entonces, volviendo al main de la cuestión, y tras el racconto que hemos hecho, vemos una lógica que va más allá de frases de un candidato presidencial. Simplemente, la sensatez de aquellos que pueden dolarizarse en contextos turbulentos como resultado de la mala praxis político-económica de los gobiernos que subyugan a sus representados a cometer maniobras complejas para no perder poder adquisitivo.

La estrategia del dulce y garrote ya no sirve. Los cepos se saltean, las restricciones se esquivan, las prohibiciones se eluden, aunque todo termina derivando en un incremento del costo de reposición de los precios para los consumidores. La digitalización vino para ayudar a operar en pesos, pero también en divisas norteamericanas, muy a pesar de la antigua estructura aduanera local.

Para las próximas semanas, tenemos una chance que no podemos dejar pasar: si queremos al peso como moneda, no se puede seguir con la misma receta, hay que cambiar pronto, para salvarlo del letargo eterno, o será una historia cómica más de nuestra argentina.

Economista y Docente (UBA). Maestrando Políticas Públicas. Consultor. Asesor en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.

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