28 de diciembre 2018 - 00:01

Los riesgos del acuerdo con el FMI

FMI.jpg

El Riesgo País superó los 800 puntos básicos despejando cualquier duda sobre la capacidad del Tesoro Nacional de colocar deuda: Argentina perdió el acceso al mercado financiero internacional. Hasta que los inversores vuelvan a confiar o recuperen el “apetito” por activos soberanos, el devenir de nuestra economía girará en torno a la relación con el FMI, prestamista de última instancia en moneda extranjera.

En este contexto, cada revisión y cumplimiento del programa cobran vital importancia para cubrir servicios de la deuda pública en moneda dura y sostener la frágil estabilidad alcanzada. Pero la pregunta del millón es si el plan acordado puede conducir a una salida exitosa.

La encrucijada en la que se encuentra la Argentina es compleja: el pico del PBI data de 2011; el desempleo orilla 10%; convivimos con una inflación anual de dos dígitos hace una década; la inversión productiva es acotada y la infraestructura es deficiente; la pobreza afecta a la mitad de los jóvenes y la educación pública no iguala oportunidades; el nivel de exportaciones es acotado y concentrado en productos agropecuarios, mientras que la dependencia a las importaciones es elevada; la presión tributaria y el déficit fiscal son récord; y tras dos años de atraso con endeudamiento, la deuda pública en manos de privados y organismos internacionales roza 50% del PBI, y más del 80% está denominada en moneda extranjera.

Como comentamos, el segundo acuerdo con el FMI estabilizó el mercado cambiario y cubre los servicios de la deuda pública de corto plazo, pero no garantiza su repago. El propio staff del Fondo tiene dudas: calificó a la deuda argentina como sostenible pero con baja probabilidad, y alertó sobre la exposición del organismo ante un posible impago de nuestro país. Esto demuestra que el ala política del FMI se impuso a la línea técnica, lo que ha generado una simbiosis entre las autoridades argentinas y las del Fondo: ambas necesitan que el plan funcione.

La mala noticia es que incluso si son efectivos, los rescates del FMI tienden a deprimir la economía por varios años: romper el círculo recesivo que genera el proceso de ajuste externo y fiscal sobre la demanda interna, es una tarea ardua y de largo aliento. Asimismo, no queda claro si la salida requiere una reestructuración de la deuda en manos de acreedores privados.

A diferencia de fines de la Convertibilidad o los países Europeos atados al Euro, nuestra economía tiene flexibilidad cambiaria, lo que puede acelerar los tiempos del proceso (para bien o para mal). Un salto del cambiario eleva peligrosamente el ratio Deuda-Producto (por descalce de monedas), pero si la aceleración de la inflación no diluye la competitividad externa ganada (mejora el tipo de cambio real), la reversión del déficit externo y la recuperación de la actividad (vía mayores exportaciones y sustitución de importaciones) se alcanzan más rápidamente.

Ahora bien, ¿puede la economía argentina transitar dicho sendero o una nueva salida de capitales desembocará finalmente en una crisis? Los desembolsos del FMI para garantizar el repago de la deuda pública hasta 2020, más el ajuste fiscal, una política monetaria contractiva y la implementación de una Zona de No Intervención (ZNI) cambiaria, han estabilizado las variables nominales. De hecho, tras la fuerte suba de precios producto del salto cambiario de fines de agosto, la inflación muestra señales de desaceleración (cerraría el año por debajo del 3% mensual).

Sin embargo, como las condiciones de híper-liquidez mundial se extinguieron, la única forma de lograr la reapertura del financiamiento externo es generando capacidad de repago. Esto significa que la economía tiene que recuperar el superávit externo, y las finanzas públicas lograr excedentes para comprarle divisas al sector privado para cancelar la deuda en moneda extranjera.

El problema del plan de estabilización acordado es que la banda cambiaria tiene dos defectos. El primero es que el límite inferior implica un tipo de cambio real entorno al promedio histórico, lo cual es insuficiente para el contexto actual. Más aún, cuando se tiene en cuenta la creciente presión impositiva sobre el sector transable: la suba de derechos de exportación para lograr el necesario equilibrio fiscal primario, atenta contra la generación de divisas del sector privado.

En segundo lugar, el 30% de amplitud de la banda cambiaria luce excesivo dada la elevada desconfianza en nuestra moneda. La falta de herramientas del BCRA para influir en el mercado cambiario en la ZNI, implica que el dólar puede pegar saltos bruscos. Esto será relevante en 2019, cuando atravesaremos un proceso electoral dicotómico sobre el devenir de la política económica.

En síntesis, en el mejor de los casos esta será la primera revisión del acuerdo con el FMI de muchas por venir. Y, a diferencia del blindaje de fines de la Convertibilidad o los rescates de países de la zona Euro, la cuestión cambiaria será clave para definir el éxito o fracaso del plan.

* Director de Ecolatina

Dejá tu comentario

Te puede interesar