Muchos se preguntarán porqué es necesario hablar de la orientación sexo-afectiva en el deporte ¿Importa? ¿Hace diferencia? ¿Hasta qué punto la vida privada de las personas se entrelaza con la realización de una actividad deportiva, sea el fútbol o cualquier otra?
Homofobia en el fútbol: es hora de parar la pelota
No debería importarle a nadie la orientación sexo-afectiva de cualquier deportista, pero aún hoy le importa a una marca, un club, un espectador, al periodismo y al público.
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Lamentablemente, bien enredados en este nuevo siglo, importa y mucho. En general el deporte, desde que se practica como tal, ha sido un dispositivo por el cual se construyen y se refuerza cómo pensamos a los hombres, en tanto ideal: cómo debería ser el hombre “de verdad”. Características como la fuerza, la tenacidad, la potencia, el liderazgo de equipo, el heroísmo, las hemos asociado por siglos al ejercicio de los deportes y por transferencia, a los hombres.
En consecuencia, cualquier varón al que no le gustan los deportes (en plural) o no le gusta un deporte en particular, es evaluado por la sociedad (en general), como “un poco menos hombre”, y que por lo tanto, carece de alguna de estas características.
Otra trampa en relación a esto, es que se ha dado por “natural” que este hombre “de verdad”, que practica deporte, es también heterosexual, otra forma de demostrar su virilidad. Por ende, no podría existir un “varón gay deportista”.
Pero, los invito a preguntarse ¿a quién debería importarle? Por supuesto que no debería importarle a nadie la orientación sexo-afectiva de cualquier deportista, pero aún hoy le importa a una marca, que elige a quién sponsorear, a un club que decide a quién comprar, a un espectador que comenta en las redes sobre el rendimiento de los/as jugadores, al periodismo que cuenta, relata, opina sobre la vida de los/as jugadores/as, y al público que usa cantos homofóbicos para humillar a otros. Les importa a todos. Y de una manera hace casi imposible, en algunos deportes, no en todos, romper con ese mandato de la heterosexualidad.
En 1990, un futbolista, Justin Fashanu, estrella de su equipo en Inglaterra, una gran promesa, cuenta que es homosexual en una entrevista. Fue el primer futbolista en actividad en contarlo. Abandonado por su familia y su club, maltratado por sus compañeros, defenestrada su imagen social, se suicidó 8 años después. Desde entonces, otros 20 futbolistas varones en el mundo han declarado su homosexualidad, pero solo el 35% mientras estaban en actividad.
Tomemos dimensión del tiempo: pasaron 33 años y aún los jugadores no se sienten seguros para poder mostrarse libremente como son.
Desde Grow- género y trabajo, estamos convencidas que cada uno de nosotros puede hacer algo al respecto. Si somos fans de un equipo, prestemos atención a lo que decimos, a lo que cantamos, el entusiasmo del momento no nos justifica para decir lo que decimos. Si somos periodistas, recordemos la responsabilidad que conlleva nuestra opinión, como puede legitimar que otros discriminen y violenten.
Si somos un club: tenemos toda la responsabilidad para lograr que quién quiera pueda ejercer el deporte en las mismas condiciones que el resto, siempre. En las mismas condiciones no significa simplemente “dejar jugar”, sino asegurarnos que damos todo para que se sientan cuidados y protegidos en nuestro espacio.
El deporte, y el fútbol en particular, siguen siendo un reflejo enorme de lo que sucede en la sociedad. Solo si trabajamos a conciencia lograremos que el deporte, en todas sus formas, sea realmente para todos y todas.
Co-fundadora y directora de Grow-género y trabajo.
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