12 de mayo 2024 - 12:56

Matriz neoliberal con heterodoxia desesperada

Milei festeja la baja de la inflación, el superávit financiero del primer trimestre, la recomposición de reservas (con cepo y pagos administrados de importaciones), aún negativas en u$s2.400 millones y la baja del riesgo país. Pero...

Javier Milei.
Javier Milei.
Reuters

En nuestras columnas dominicales tratamos de analizar temas estructurales que generalmente no son los títulos de cada día para ampliar la perspectiva. Hoy analizaremos la coyuntura para empalmar en el hoy esa perspectiva.

El Presidente Milei festeja la baja de la inflación, el superávit financiero del 1er trimestre, la recomposición de reservas (con cepo y pagos administrados de importaciones), aún negativas en US$ 2400 millones y la baja del riesgo país. En ese marco se cumplieron las metas con el FMI por frenos en los pagos fiscales y de importaciones.

Si bien la inflación desciende por la estabilidad cambiaria y el desplome de las ventas, el país real sufre una aguda recesión, con caída récord en marzo de la producción y de la construcción, desplome del empleo y consumo, con licuación de ingresos y aumento de la pobreza. Abril mostraría una tenue recuperación intra mensual pero que no compensa la caída.

El paro general del 9 de mayo fue contundente, mucho más masivo que el de enero, con fuerte impacto en el sector industrial y sin piquetes. Si bien hubo muy alto acatamiento del transporte, muchas empresas ofrecieron movilidad y eso no frenó el paro. Es una llamada de atención muy fuerte al Gobierno el creciente malestar social.

El Gobierno prioriza en esta etapa la baja de la inflación y el freno a la caída de la actividad por sobre el equilibrio fiscal y la unificación cambiaria. Por eso baja las tasas de interés e interviene para suspender aumentos de prepagas, combustibles y tarifas.

Así si bien la agenda es neoliberal, como lo demuestra la estructura de la ley bases, se profundiza un giro pragmático donde coexisten medidas intervencionistas en los diversos planos con la ortodoxia fiscal.

El Gobierno apuesta a una recuperación parcial de la actividad vía crédito para paliar la caída de ingresos. En algún momento la baja de tasas aumentará el crédito para paliar los menores ingresos de la población. Los datos interanuales son negativos en 35%, con crecimiento intermensual en abril 13% y 10,6% en préstamos personales y tarjetas de crédito, luego de 5 meses de caída, pero está claro que el consumo no traccionará la actividad este año. Tampoco la inversión por fuera de algunos proyectos energéticos y mineros o concesiones privilegiadas.

La eventual aprobación de la ley Bases demuestra el giro político pragmático como vimos en la economía, más allá de los discursos agresivos y las sobreactuaciones en redes, se consolida un perfil negociador no solo con el PRO sino con la UCR, Hacemos Federal, Innovación Federal y algunos gobernadores peronistas. La ley Bases se aprobaría en general, pero volverá a Diputados con cambios en el RIGI y en el régimen tributario, y quizás también en delegación de facultades y privatizaciones. Así no habrá ley ni Pacto de Mayo el 25.

El RIGI es un estímulo escandaloso a las empresas transnacionales en desmedro de la industria nacional y la reforma tributaria muy regresiva que reduce impuestos a los grandes contribuyentes en desmedro de sectores medios a quienes grava nuevamente con el impuesto a los ingresos.

Una fuente de incertidumbre es la política cambiaria a futuro. El tipo de cambio se está atrasando con una inflación que comió el 80% de la devaluación de diciembre. Si bien se recomponen las reservas, el Gobierno debe apelar a BOPREAL para pagar utilidades y dividendos a un dólar superior a $1.300 y crece la deuda comercial.

El ancla cambiaria vital para mantener la inflación en un dígito es la principal diferencia con el FMI, que luego de la Convertibilidad y la crisis cambiaria de 2018-2019, a pesar del desembolso de US$ 48 mil millones con el Organismo y que fracasó por la pésima política cambiaria del acuerdo, insistirá con un tipo de cambio competitivo superior al actual para recomponer reservas.

El segundo trimestre del año se corresponde con el período de cosecha gruesa de las principales exportaciones primarias argentinas. Finalizado el mes de abril, los niveles de comercialización del complejo sojero se encuentran en valores mínimos.

Los exportadores también prefieren esperar un mejor tipo de cambio y una recomposición de la soja que se recupera por las inundaciones de Brasil, ya que cuentan con crédito a tasas negativas para aguantar.

La Bolsa de Comercio de Rosario, tomando la información de la Secretaría de Bioeconomía, advierte que el porcentaje de avance de la cosecha de soja es de solo del 34%. En términos porcentuales, la cosecha muestra el segundo mayor retraso del siglo, y más de 20 puntos por debajo del promedio de la cosecha de las 5 últimas campañas.

Según los últimos informes proporcionados por la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), las empresas del sector aceitero y cerealero argentino liquidaron durante abril una cifra de US$ 1.909 millones. Esto representa un aumento del 27,2 % respecto al mes anterior pero aún es un valor bajo para la estacionalidad que presenta el segundo trimestre debido a la cosecha gruesa. Más precisamente, la liquidación se ubica un 33,7% por debajo del promedio para el mes de abril de los últimos 3 años.

Si bien existen factores climáticos y coyunturales que pueden explicar el atraso (intensas lluvias en abril y paro de aceiteros), la dinámica de los precios internacionales, así como la estrategia de política monetaria y cambiaria podrían explicar cierta reticencia del sector a desprenderse de la cosecha.

Durante el 2024, se viene observando una importante caída en el precio internacional de la soja (-11% desde enero). Si se compara con el precio FAS promedio de la soja de las últimas 3 campañas, los precios a abril son un 25% inferiores.

En términos de divisas, la pérdida en el valor de la cosecha, según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario asciende a USD 2,850 millones.

Con relación a la necesidad de liquidez del sector para afrontar la compra de insumos para la campaña 2024/2025, se observa en el sector agropecuario un amplio interés en el acceso a créditos en dólares.

Si bien tras las inundaciones en Brasil y Rusia, los primeros días de mayo se observa un cambio de tendencia en los precios internacionales del sector. Aún en términos históricos siguen bajos por lo que la liquidación del sector, podría colocarse por debajo de las expectativas del gobierno.

Como vimos la política cambiaria, con una devaluación de 2% mensual, aún frente a la desaceleración de la inflación, implica una dinámica de atraso cambiario que ante la caída de precios internacionales reduce la rentabilidad del sector.

Mientras el ritmo de devaluación oficial se mantiene en torno al 2% mensual, la inflación todavía corre a dos dígitos mensuales, profundizando así la apreciación del tipo de cambio real: con el aumento de precios del primer trimestre fue de 51,6%, la depreciación oficial fue del 6%. La inflación ya se comió el 80% de la devaluación de diciembre.

A pesar de que el Ministro de Economía sostiene que el salto cambiario de diciembre aún le permite sostener el “crawling” al 2%, el Presidente afirma que el encarecimiento en dólares de Argentina (contracara de la apreciación cambiaria) es producto del reacomodamiento de precios relativos en una economía con excesiva regulación y presión tributaria.

Según el relevamiento del BCRA, sobre una base 100 de equilibrio teórico de largo plazo, a fines de abril, se colocó en 93, que implicaría una zona de relativo equilibrio teórico, pero muy frágil si se observa la tendencia.

De mantenerse el ritmo del 2% mensual, hacia fin del primer semestre, el tipo de cambio real estará en línea con los mínimos de 2018, que son los valores más bajos desde la salida de la Convertibilidad.

Por el momento la recesión y la administración de los pagos de importaciones garantizan un precario equilibrio externo.

El encarecimiento en dólares de la economía argentina (contracara del atraso cambiario) podría sumar presión a la caída de la industria y del empleo en un contexto recesivo.

Dicho retraso se puede profundizar con el ingreso de desembolsos financieros e ingresos en energía y minería. Pero los ingresos financieros son temporales y la balanza de divisas positiva se va a revertir con mayores importaciones, servicios, pago de utilidades e intereses.

Lo cierto es que en un aparato productivo castigado y con una apertura económica en un mundo que cierra sus economías, la Argentina necesitará un tipo de cambio más alto que el promedio (como entre 2002 y 2010) para garantizar el equilibrio de mediano plazo del sector externo.

Un tipo de cambio muy alto implica menores salarios por lo que sería inteligente regular dicha apertura y no poner las fichas solo en un tipo de cambio alto para garantizar dicho equilibrio. Con competitividad sistémica obtenida en un modelo productivo de desarrollo que estimule el sector externo tanto como el mercado interno sería posible un modelo sustentable con mayor empleo de calidad y mejores salarios con un tipo de cambio de equilibrio no tan elevado.

La gran pregunta es cómo dirimirá el Gobierno sus dilemas de política: inflación baja versus recomposición del tipo de cambio y tarifas, baja de la inflación versus el resultado fiscal (subsidios) además del deslizamiento fiscal que le implicará los acuerdos políticos para aprobar la Ley Bases. Otra inconsistencia es abrir la economía a importaciones para forzar bajas en los precios, agravando la situación de la actividad y el empleo y erosionando el superávit externo.

Resultados rápidos, incluyendo cosmética necesarios para mantener el capital político y evitar un recrudecimiento del malestar social pero que hace conflicto con abrir el cepo y acordar con el FMI, recibiendo las divisas necesarias. Claramente 2024 seguirá con cepo porque el Gobierno no quiere acomodar la paridad cambiaria al nivel necesario para levantarlo, para seguir con meses de menor inflación.

Es interesante como el conflicto de objetivos lleva a enfrentamientos con sectores empresarios tanto por la matriz neoliberal, como por la dosis de heterodoxia desesperada (RIGI con industria nacional, prepagas por precios máximos luego de derogar instrumentos de regulación, generadoras de energía por pago en bonos, el correcto gravamen con el impuesto PAIS a la distribución de dividendos). Es más, las energéticas amenazaron con juicios por “violación de la propiedad privada”, que Milei puso como “primer mandamiento” en el Pacto de Mayo.

La apuesta al blanqueo y al RIGI en minería y energía parece la bala de plata del Gobierno, pero la magnitud de ambas, especialmente el blanqueo es incierto.

Hablamos de una película donde sabemos que el Gobierno puede estabilizar temporalmente por la recesión y entrada de recursos financieros y via RIGI en forma temporal, pero que a mediano plazo el propio modelo deviene en una salida estructural de divisas que conlleva una crisis de sector externo como pasó con Martínez de Hoz en 1980-1981, la convertibilidad en 1998-2001 y Macri en 2018 y 2019. El tiempo del fin del modelo extractivista y de endeudamiento es incierto y dependerá de circunstancias globales que periódicamente gatillan fugas de capitales de los países que no generan modelos de desarrollo que hagan sostenible al sector externo.

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