8 de septiembre 2025 - 08:46

Ministerio de la improvisación: crónica de un colapso anunciado

La derrota electoral del oficialismo aceleró el colapso de un esquema económico basado en represión cambiaria, emisión descontrolada y tasas insostenibles. La recesión se profundiza, el riesgo país supera los 900 puntos y la incógnita es si se rompe antes la política o la moneda.

Javier Milei, su hermana Karina, y el ministro de Economía, Luis Caputo.

Javier Milei, su hermana Karina, y el ministro de Economía, Luis Caputo.

Presidencia

Las últimas semanas han confirmado que la economía argentina transita un sendero donde la estabilidad se negocia minuto a minuto. La derrota electoral del oficialismo, con una diferencia superior al 13,50%, aceleró lo que los mercados en parte ya sospechaban, la imposibilidad de sostener un esquema macroeconómico basado en represión cambiaria, tasas extravagantes y emisión sin programa. La estrategia oficial de mantener el dólar como ancla antinflacionaria, de cara a las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires, terminó generando un desorden fiscal, monetario y cambiario que hoy constituye la fuente central de inestabilidad.

El intento de estabilización del dólar a través de bandas cambiarias reveló otra inconsistencia. Caputo quería comprar en el piso de las bandas y Milei abajo del piso, en $600; por esa razón, en lugar de acumular u$s6.000 millones de reservas, como estaba previsto en el acuerdo con el FMI para afrontar vencimientos por u$s8.630 millones hasta enero de 2026, el Tesoro terminó vendiendo dólares. El lunes posterior de aquel anuncio de emergencia, el dólar cerró a $1.373 y el propio Tesoro debió intervenir en el mercado con u$s200 millones. La lógica de la “contención a cualquier precio” se transformó en política oficial.

Encima, el Banco Central (BCRA) emitió para cancelar LEFI y ya venía emitiendo más que Alberto Fernández en los mismos meses de 2023. La reacción fue inmediata, el excedente se trasladó al dólar y comenzó una corrida cambiaria. En apenas 35 días, el BCRA dictó más resoluciones que Domingo Cavallo en 1982, con cuatro subas de encajes, dos bonos encaje, licitaciones sorpresivas, prohibiciones a los bancos de operar en dólares a fin de mes, cierres y reaperturas de ventanillas de liquidez. La política monetaria se transformó en la Casa Central del “ministerio de improvisación”, sin reglas claras ni independencia de gestión del BCRA, confirmando que el grado de discrecionalidad alcanzó niveles extremos.

La inconsistencia se profundizó en el frente fiscal y financiero. Sin acceso al crédito externo, los vencimientos de deuda en dólares deben cubrirse con reservas inexistentes, mientras que en pesos el Tesoro depende de bonos encaje y financiamiento precario. Entre abril y junio, el BCRA se vio forzado a emitir para cubrir el déficit de rolleo, lo que aceleró la expansión monetaria y desató mayor presión cambiaria. En la última semana de agosto, a pesar del respaldo del BCRA, el Tesoro convalidó tasas exorbitantes: 75,70% TIREA para Lecap con vencimiento en septiembre y 89,70% TIREA para la Letra TAMAR con vencimiento en enero de 2026.

El desarme de las LEFI marcó un punto de quiebre en varias maneras. El ministerio de Economía dejó saber que fue una decisión política de Javier Milei, desmarcándose de la mala praxis. El excedente de $5,6 billones dispararon una serie de medidas desesperadas como absorciones de pesos por $1 billón en LECAP, pases pasivos por $3,5 billones al 36% TNA, y licitaciones fuera de agenda que retiraron $4,7 billones. El Tesoro realizó compras de títulos por $300.000 millones y operaciones por $400.000 millones, pero la tensión cambiaria persistió y el dólar continuó su escalada.

En agosto la presión sobre las reservas se profundizó; el Tesoro vendió u$s325 millones entre el 11 y el 29 del mes, y u$s525 millones adicionales en la semana previa a elecciones provinciales. Al mismo tiempo, el gasto en turismo se disparó un 42% respecto de 2024, alcanzando u$s8.230 millones, mientras que la compra de dólares del sector privado totalizó u$s5.432 millones. La Formación de Activos Externos (FAE) del sector privado llegó a u$s6.477 millones en julio y a u$s17.990 millones desde abril.

En septiembre, con el dólar en alza (2,2% adicional), el Tesoro intervino nuevamente en el mercado oficial (MULC) vendiendo u$s200 millones. El peso cerró a $1.361, pero la caída de los bonos profundizó el deterioro financiero. El ahogo monetario equivalía ya al 9,2% de los depósitos, con una base monetaria de $45 billones, de los cuales $21 billones correspondían a encajes.

En agosto en un momento las tasas se desplomaron y el mercado cambiario siguió presionado. La secuencia incluyó “cepo a los bancos” con nuevas subas de encajes, hasta un acumulado del 20%, restricciones y cambios constantes en la integración de depósitos, que generaron iliquidez en el sistema financiero.

El resultado fue que el costo de intereses con capitalización se disparó, ascendió al 5,2% del PBI. Frente a un superávit primario de apenas 1,6% del PBI, el déficit fiscal se ubicó en 3,7%. La deuda pública consolidada (Tesoro y BCRA) equivale al 52% del PBI, lo que exigiría un superávit primario de al menos 4% del PBI para considerarse sostenible, sin reperfilar. La brecha entre lo requerido y lo existente anticipa un escenario de vulnerabilidad financiera prolongada hasta la elección de fin de octubre.

Los indicadores de actividad confirman la recesión; en junio, el EMAE se ubicó en 0,6% estando por debajo de diciembre de 2024, y el segundo trimestre mostró apenas +0,3% trimestral anualizado, muy lejos del 17% trimestral anualizado del tercer trimestre 2024 que había celebrado Sturzenegger. La construcción se desplomó 22% interanual, la industria cayó 6,6% y el comercio 5,3%, mientras que solo el agro, el sector financiero y la minería exhiben cierta resiliencia. La confianza del consumidor cayó 13,9% y en el AMBA, en los hogares de menores ingresos el desplome alcanzó 18,3%. La confianza en el gobierno descendió 13,6% en el mismo mes, al nivel más bajo de la era Milei. Todo esto, antes de perder el domingo las elecciones de la provincia por 13,50%.

En este contexto, la parte del discurso de Milei del mismo domingo a la noche reconociendo la derrota, contrasta con una frase: “no vamos a cambiar nada”, cuando la situación ya se volvió insostenible. Las reformas estructurales propuestas carecen de apoyos políticos y las expectativas hacia 2027 se derrumbaron. El FMI preveía crecimiento en 2025, pero los datos muestran estancamiento, inflación al alza (1,9% en julio, con tendencia a superar el 2% en agosto y septiembre), desplome de la inversión y desconfianza generalizada.

La Argentina enfrenta una encrucijada que excede la coyuntura. La derrota electoral del oficialismo no solo golpeó al sistema político; selló el divorcio definitivo entre relato y praxis económica. Con un riesgo país que arrancará el lunes por encima de los 900 puntos básicos, caída de los bonos argentinos y las ADR´S, reservas que se diluyen y un calendario de vencimientos imposible, el horizonte es de vulnerabilidad extrema. Lo que resta, más que un programa económico, es un guion de emergencia escrito en tiempo real por el reaparecido cateto del triángulo de hierro, donde cada decisión postergará la implosión unas horas más. La incertidumbre domina el presente y condiciona el futuro. Y la pregunta que queda abierta es tan simple como brutal: ¿qué se rompe primero, la política o la moneda?

Director de Hacer.com.ar, Canal YouTube: @DrPabloTigani

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