El problema del empleo en Argentina no es la tecnología. Tampoco la globalización. El problema es la trampa. La trampa de pensar que con leyes viejas vamos a resolver problemas nuevos. La trampa de seguir defendiendo estructuras laborales que ya no existen. Y la trampa más peligrosa: creer que la Inteligencia Artificial es enemiga del trabajador. Señores, la IA no viene a destruir empleos. Viene a destruir excusas.
No es la inteligencia artificial el problema, es la trampa
La solución no está en volver al pasado. Está en conquistar el futuro. Y para eso, hace falta coraje, inteligencia... y un poquito de código.
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Hoy tenemos la oportunidad de construir un nuevo pacto laboral: menos carga para el empleador, más protección real para el dependiente, y un Estado que digitaliza en lugar de obstaculizar.
Argentina llega a mitad del 2025 con un mercado laboral golpeado, fragmentado y sin brújula. El desempleo roza el 11%, pero la verdadera grieta no está entre empleados y desocupados, sino entre formales e informales. Más del 50% de los argentinos trabaja por fuera del sistema. (11 millones) Sin aportes, sin derechos, sin jubilación. Y sin voz.
El salario mínimo, aún con aumentos, no alcanza ni para cubrir una canasta básica. En paralelo, los sindicatos, históricamente columna vertebral del trabajo argentino, hoy se debaten entre el paro como resistencia y el diálogo como supervivencia. Las reformas laborales impulsadas por el gobierno actual, aunque necesarias, son parciales y conflictivas. Algunas valientes, otras improvisadas. Ninguna sistemática.
Y mientras tanto, el mundo avanza. En América Latina, la informalidad sigue siendo ley no escrita. En México, en Brasil, en Perú, la mitad de la población trabaja al margen del sistema. Los Estados fallan en regular, pero también en innovar. Ahí entra la Inteligencia Artificial.
Porque la IA no es una amenaza. Es una palanca.
Con IA podemos:
- Automatizar liquidaciones, trámites, cálculos indemnizatorios.
- Prevenir conflictos antes que estallen.
- Mapear zonas de informalidad en tiempo real.
- Capacitar a miles de trabajadores con programas generativos personalizados.
- Auditar procesos laborales con transparencia algorítmica.
- Reducir los costos judiciales y acelerar fallos que hoy tardan años.
Es decir: formalizar sin burocracia, incluir sin asistencialismo y proteger derechos con eficiencia. No reemplazar al humano, sino devolverle el tiempo que le roba la ineficiencia.
Pero la IA necesita una estructura legal y ética para no convertirse en una herramienta de precarización. Por eso, el debate no es si usarla, sino cómo. Y ahí es donde Argentina debe liderar, no correr de atrás. Crear normas que incorporen la IA como factor de fortalecimiento del derecho laboral. Aplicarla en la justicia, en la inspección, en la formación. Y, sobre todo, integrarla al diálogo social.
Porque si los sindicatos no se sientan a discutir algoritmos, el futuro los va a pasar por arriba. Y si los empleadores no entienden que una empresa con IA mal usada genera más conflictos que soluciones, el costo va a ser altísimo.
Hoy tenemos la oportunidad de construir un nuevo pacto laboral: menos carga para el empleador, más protección real para el dependiente, y un Estado que digitaliza en lugar de obstaculizar.
¿Queremos bajar el desempleo? Formalicemos con IA.
¿Queremos reducir juicios? Prevengamos con IA.
¿Queremos mejorar salarios? Aumentemos productividad con IA.
¿Queremos que el trabajo vuelva a ser fuente de dignidad? Que la IA lo libere de tareas mecánicas, repetitivas y alienantes. Que el ser humano vuelva a pensar, a crear, a decidir.
El futuro del trabajo no se discute en la calle ni en los estudios de televisión. Se diseña con políticas, datos y visión. El que crea que la IA es un lujo para países del primer mundo, está condenado a seguir exportando soja y talento.
Argentina tiene algo que Silicon Valley no tiene: historia de lucha por los derechos laborales. Pero necesita algo que Silicon Valley ya incorporó: tecnología para garantizar esos derechos en el siglo XXI.
No es la máquina, es la trampa. Y si no salimos de ella, el siglo XXI nos va a dejar afuera.
La solución no está en volver al pasado. Está en conquistar el futuro. Y para eso, hace falta coraje, inteligencia... y un poquito de código.
Abogado. Especialista en trabajo y Magíster en empleo e innovación judicial. Diplomatura en IA aplicada a la gestión en entornos digitales, explica por qué la Inteligencia Artificial es la única herramienta realista para resolver el dilema laboral argentino y del mundo.
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