12 de octubre 2023 - 16:03

Seguimos luchando por la paz

La situación que estamos viviendo congela el corazón. Es preciso repudiar y escuchar voces de apoyo ante la escalada antisemita. Que nadie se calle.

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No pasó siquiera una semana de los ataques feroces de Hamas y esto ya nos parece un siglo. Escuchar que mataron bebés, mujeres embarazadas, que entraron en un jardín de infantes, que secuestraron jóvenes de una rave y amigos de familiares o familias de amigos, nos congela el corazón y el tiempo queda detenido.

Ante los bellos recuerdos decimos “parece que fue ayer”, el nacimiento de nuestros hijos, el casamiento o el Bat mitzvah de mi hija Lola, en marzo. Pero, ante el horror, el tiempo no avanza y estamos en pausa. Vemos videos pidiendo por la pronta liberación de rehenes, entre ellos Ofelia Feler, la hermana del amigo de toda la vida de mi papá, José Feler, cuyos hijos, sobrinos de Ofelia, son amigos queridos hoy; pedir por la liberación de los argentinos Iair y Eitan Horn, pedir por escuchar pronto buenas noticias, rezar por la paz, repetir “Am Israel Jai”, cantar el Hatikva (himno de Israel que significa Esperanza), marchar el lunes pasado para vernos juntos y resistiendo, recordar que tras 30 años todavía no hay justicia por los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA. Sacude que haya que resistir, como si el nazismo se expandiera de nuevo ante el silencio incomprensible de una parte del mundo.

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Es preciso repudiar y escuchar voces de apoyo ante la escalada antisemita que ya tuvo rotura de vidrios y piedrazos en instituciones judías. Que nadie se calle. El silencio nos hace sentir solos otra vez y nos recuerda que existe un antisemitismo sistémico e implícito. La sobreideologización conduce a condenar con peros. Hay que condenar al terrorismo y punto. No es una escalada del conflicto en Medio Oriente, no es una condena global a la violencia de ambas partes, porque la respuesta de guerra de Israel llega tras el peor ataque desde la Guerra de Iom Kipur y generó la peor masacre de judíos desde la Shoá. Fueron 6 millones.

Mis padres viajaron en abril de este año a Marcha por la Vida, recorrieron guetos y campos de extermino en Europa para terminar en Israel celebrando Iom Ha´atzmaut (Día de la independiencia) y antes presenciaron en Polonia un acto multitudinario en recuerdo al lavantamiento del Gueto de Varsovia en 1943. Esto pasó hace ya 80 años y gran parte de los dirigentes europeos estuvieron ahí. Fue estremecedor, contaban mis padres. Caminar por los bosques por donde lo hicieron nuestros antepasados, pisar las vías de los trenes que los transportaban a los campos. Fue tan desgarrador como necesario. El “nunca más” del pueblo judío es la Shoá. ¿Qué es lo que cuesta tanto comprender? El sábado 7 de octubre fue para Israel lo que el 11S para Estados Unidos. ¿En quién cabe no repudiarlo Myriam Bregman? Fueron 30 mil desaparecidos y muertos en Argentina, sí. Fueron 6 millones de judíos en la Shoá. Todo es condenable. Digamos nunca más a todo.

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Miles de chicos adolescentes que habían viajado a Israel hace semanas están regresando a partir de hoy en aviones de emergencia. Estoy conectada con mis compañeros de la primaria que viven en Israel, Hernán Flores, con quien hice mi Bat Mitzvah, y Lío Dardic, y nos cuentan que, desde sus refugios y pese a la situación, están bien y ayudando a los soldados. Nadie duda en regresar.

Hoy estoy viva por aquellos no judíos que ayudaron a mis antepasados a escapar, porque mis cuatro abuelos eran argentinos pero sus antepasados vinieron de Polonia y Rusia. Pero el abuelo de mi marido, Enrik Halbzajt, escapó de los campos de exterminio y se reunió con su mujer Eñe en Argentina, y gracias a eso pude formar la familia que hoy tengo.

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El miércoles se hizo un amasado de jalá en la comunidad Dor Jadash para pedir por la paz y la pronta aparición con vida de los rehenes. Amasamos porque llevamos adentro a nuestras madres, abuelas y bisabuelas. Y a todo nuestro pueblo. En cada ingrediente tenemos algo de lo que nos enseñó una bobe, evocamos generaciones pasadas que inevitablemente están dentro nuestro, quizá sin registrarlo. Pero ahí están. La llama sólo se mantiene encendida cuando no se olvida. En cada trenzado, en cada horneado, está la familia y el pueblo de Israel. En cada ritual de encender las velas, hacer el kidush o cantar, está también nuestra familia y nuestra historia. Seguiremos agradeciendo que pudimos llegar juntos hasta este momento. Sheejeianu ve kimanu ve ighianu la zman aze. Y seguiremos luchando por la paz.

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