30 de octubre 2006 - 00:00

Ahora es UCR la que pide tiempo a Lavagna

Roberto Lavagna
Roberto Lavagna
Pasó del calor tórrido a la tibieza, Raúl Alfonsín, con el presidente de su partido, Roberto Iglesias. De haberlo censurado, inclemente, en un homenaje a Abel Amaya, en un local de la calle Gascón, pasó a «indultarlo» en la ya tradicional comida del Club del Progreso, diciendo que «en realidad, el presidente del partido tiene una conducta digna». Es cierto que, como señala Jorge Asís, Alfonsín es gato para la astrología china y, por lo tanto, sabe cuándo mostrar las uñas y cuándo ronronearle al adversario. Para entender el cambio de postura no hay que imaginar tanto un arrepentimiento del caudillo de Chascomús como un preludio de lo que ocurrirá mañana, cuando se reúna la mesa ampliada del comité nacional y someta a debate, de nuevo, la estrategia electoral del partido.

Para esa hora, el mendocino Iglesias habrá logrado con sus extensas declaraciones de los últimos días lo que se había prometido desde la convención nacional celebrada en Rosario: que la candidatura de Roberto Lavagna aparezca como una opción más de las que puede adoptar el radicalismo para las elecciones presidenciales. Para buena parte de los opositores internos de Alfonsín ésa había sido la intención de la convención, que los alfonsinistas lograron tergiversar en los medios como una adhesión a Lavagna.

Es muy posible que mañana, en la calle Alsina, se decida formar un subcomité para negociar con el ex ministro de Economía de Néstor Kirchner: Fernando Chironi, Jesús Rodríguez, Gerardo Morales, cualquiera de ellos podrían integrarlo. Son quienes más cerca están de esa estrategia.

Quedará claro, también, que no será la única. Es decir: se encomendarán otras interlocuciones, sobre todo con el socialismo y con Elisa Carrió. Todo bajo el paraguas bastante clásico diseñado por Juan Manuel Casella (quien en este punto reproduce lo ordenado por los convencionales): hablar de un listado de coincidencias bastante obvias y de un par de compromisos que puedan mostrar a esta « concertación» como competitiva con la otra, la de Kirchner.

  • Guiño

    Mientras tanto, Carrió ha comenzado a guiñar el ojo: «Soy la única candidata a presidente de origen radical». Primera señal pública de que las semillas plantadas por Enrique Olivera, Casella y el propio Iglesias podrían germinar en una alianza que incluya a los socialistas. Consultado sobre este curso de acción, un radical medianamente objetivo señaló: «Puede ser que haya una aproximación a Lilita, pero no podemos hacerlo hasta tanto ella no modere un poco su discurso: ha sido muy agresiva con muchos dirigentes del partido». Acaso demasiadas pretensiones para una fuerza que no encuentra candidato ni dentroni fuera de sus filas, como demuestra el experimento Lavagna.

  • Lugar común

    A propósito del economista, tal vez Alfonsín disfrute un poco lo que sucede con su partido y «el Ricardo Lagos argentino»: uno de los lugares comunes del viejo librero Lavagna es el de elogiarse a sí mismo como un tiempista. Lo hacía cuando negociaba la deuda, lo hace ahora con la pretensión presidencial. No vaya a ser que la UCR se muestre más reticente que el mercado internacional (asumiendo que la salida del default sea como él la presenta y no un regalo a los bonistas debido a los premios instituidos en la kermesse de la inflación y el crecimiento).

    Lo concreto es que, a partir de mañana, quien deberá esperar que terminen las rondas de conversaciones será Lavagna. Mientras tanto, los radicales ajustarán también cuentas internas. No debería sorprender que el propio Iglesias comience por castigar a su coterráneo Julio Cobos, interviniendo el comité provincial de Mendoza.
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