5 de octubre 2001 - 00:00

Comicios en la peor crisis económica de la Argentina

Hay una fuerte tendencia al voto negativo
Hay una fuerte tendencia al voto negativo
Un aspecto central del proceso electoral hacia el 14 de octubre es que su desenlace parece definido de antemano al menos en sus rasgos más gruesos, pero puede haber sorpresas fuertes (Capital Federal, Mendoza, ...).

Donde sí tiene expresión el estado de desencanto que acompaña a la larga depresión económica es en la sospecha de que habrá una importante masa de votos negativos y de abstenciones en los próximos comicios. Votos negativos son los votos en blanco (sobre vacío o con un papel en blanco adentro) e impugnados o anulados (es el que contiene un elemento no aprobado por la Justicia electoral: van desde boletas incorrectas hasta papel de diario o cualquier imagen). Pero más allá de lo técnico el elevado voto en blanco, anulados, impugnados o abstención de ir a los comicios presuponen en la sociedad desconformidad con la oferta de candidaturas. Ya hay antecedentes de esta ola en las elecciones de constituyentes de Córdoba, en las de vicegobernador de Chaco, y en las de legisladores de Formosa la semana pasada, donde el personaje humorístico «Clemente» o cualquier prócer querido sumados al voto en blanco aparecieron como tercera fuerza provincial.

El efecto político de este voto negativo hipotéticamente beneficia al oficialismo ya que debe presumirse que es una expresión del descontento que, de manifestarse por algún partido, lo haría por la oposición. Pero ésta aparece no consolidada (no están como candidatos los grandes caudillos nacionales ni siquiera la hoy fulgurante Elisa Carrió). Antes de «diluir» su voto en una fuerza débil se opta por sumarse al tradicional voto negativo. Es una propuesta, en definitiva.

Mas allá de esto, la única consecuencia sobre la representación es que, como no se computa a la hora de la suma total, aumenta artificialmente todos los porcentajes. De ese modo, acerca la participación de los partidos «chicos» al piso numérico que establece el sistema D'Hont para entrar en el reparto de bancas. En cuanto a efectos económicos, el voto en blanco o el anulado no posee ninguno (es disparatado pensar que alguien cobrará un aporte por voto en blanco, como publicó el diario «La Nación» el domingo 30 de setiembre).

La puja política entonces no está tan referida al resultado electoral que se espera como a la lectura que se le dé a ese resultado. El peronismo intentará mostrar que venció de manera contundente subrayando el número de votos que obtuvo en todo el país y comparándolo con el que sacó la UCR. El gobierno, y el radicalismo en general, querrán que se mire la elección desde el punto de vista de sus efectos institucionales. Aducirá, de ese modo, que ganó bancas en el Senado (algo muy probable) y que no retrocedió en Diputados tanto como para abandonar la presidencia de la Cámara. De estas premisas, el oficialismo intentará sacar una conclusión: Fernando de la Rúa contará a partir del 10 de diciembre con más instrumentos para garantizar la gobernabilidad del país. Esto, de darse, es decisivo para pronosticar la evolución económico-social pero Raúl Alfonsín en el Senado ¿ayudará o trabará la gobernabilidad?

Es casi seguro que el radica lismo tendrá más senadores -es obvio por la reforma-que ahora, aunque el peronismo siga controlando la mayoría pero algo más lejos de los 2/3 que casi dominó hasta ahora. Los radicales pueden formar un bloque de por lo menos 27 senadores con sólo ganar los distritos que ahora gobierna (Mendoza, Chaco, Catamarca, Chubut, Capital, Río Negro, Entre Ríos) y conseguir la minoría de los demás, salvo Salta donde ese lugar lo ocupará el Partido Renovador, que es aliado del gobierno ¿nacional o provincial? Es cierto que para la UCR hay dos incógnitas importantes. La primera es Entre Ríos, que atraviesa una crisis fiscal tan grande que obligó a cerrar por unos días la administración pública. La otra es Mendoza: allí la estrella sigue siendo el conservador Carlos Balter, y el PJ consiguió mejorar sus expectativas postulando a dos intendentes destacados de una zona superpoblada. El radicalismo apuesta ahora a que el prestigio del gobernador Roberto Iglesias se traslade a sus discutibles candidatos legislativos (Raúl Baglini y Víctor Fayad).

Con este piso de 27 bancas y restaurando la alianza que ya tiene con varios partidos provinciales (salteños, correntinos, neuquinos y sanjuaninos) el bloque amigo del gobierno pasaría a tener 34 bancas.

Así como el radicalismo está inquieto por lo que suceda con Entre Ríos y Mendoza, donde es gobierno, el PJ teme por alguna sorpresa en Formosa y Jujuy. En la primera podría tener dificultades por la misma división que se ha abierto en sus filas, donde el sector de Vicente Joga apoya a los candidatos de la UCR. En Jujuy los peronistas están desafiados por el prestigio de Gerardo Morales, candidato de la UCR que en 1999 se puso a las puertas de la gobernación.

Córdoba pudo haber sido un enigma electoral hace un par de meses, sobre todo por el peso del candidato radical Rubén Martí. Pero José Manuel de la Sota aparentemente sacó del peligro a su partido, sobre todo con el resultado del plebiscito y de la elección constituyente hace pocas semanas. Los delasotistas no dudan de que allí ganará el PJ con Juan Carlos Maqueda como primer candidato a senador. Lo afirman con tanta seguridad, como para creerles.

La provincia de Buenos Aires también presenta pocas sombras. Allí ganará Eduardo Duhalde, y Raúl Alfonsín saldrá segundo, casi seguramente. La clave a desentrañar es la diferencia entre ambos. A Luis Patti los encuestadores más serios consultados por este diario lo ubican tercero o es sorpresa. El cuarto lugar se lo disputan el sacerdote Luis Farinello con el intendente de Trenque Lauquen, Jorge Barrachia, del ARI de Elisa Carrió.

Lo que importa saber de la provincia de Buenos Aires tiene que ver con el proceso poselectoral: habrá dos liderazgos en disputa dentro del PJ y es posible que comiencen a mostrar alguna agresividad entre sí. Se trata de Duhalde y Carlos Ruckauf, pero peleándose por la candidatura a presidente que partidariamente deberá estar decidida en once meses (casi un año antes de las elecciones si no deciden postergarla). Pero aun con un triunfo y su poderosa estructura partidaria propia -algo a que Fernando de la Rúa atribuye el alto déficit bonaerense-se les ve pocas chances en el PJ frente a otros poderosos caudillos provinciales (Reutemann con su eterno ángel y De la Sota con su eficientismo actual). También a Duhalde y a Ruckauf se los ve detrás de Carlos Menem que se descarta, no cederá la puja por esa candidatura presidencial.

Algo similar podría suceder, aunque en menor escala por las expectativas de poder que genera, con la UCR bonaerense: allí también cabe esperar algún choque entre facciones ligadas al gobierno nacional contra la disidencia de Federico Storani y Leopoldo Moreau.

La Capital Federal, en cambio, presenta un cuadro más imprevisible. Los senadores provendrán de la Alianza (Terragno/ Vilma Ibarra) y del ARI (Alfredo Bravo/Susana Rinaldi). La incógnita está en el orden en el que se ubiquen, lo que entraña consecuencias políticas relevantes. En este distrito, como ningún otro, se medirá «si ganó o perdió el gobierno», aunque esta medición resulte artificial. En alguna medida no lo es: la Ciudad de Buenos Aires es el distrito de De la Rúa, de casi todo el gabinete, es el lugar donde la Alianza, que se formó en 1997 para enfrentar a Carlos Menem, tiene en este distrito algún tipo de supervivencia, aunque sea residual, a través del gobierno de Aníbal Ibarra. Además, es el distrito donde más se concentra el tipo de votante que llevó a los radicales y frapasistas al poder en 1999.

Por eso el significado de la elección en la Capital excede lo que se discute técnicamente, es decir, quiénes ocuparán las bancas del Senado. Nadie duda de que la suerte del gobierno está ligada a la de Terragno, por más que el candidato haga esfuerzos por separarse de la Casa Rosada o, por lo menos, de Domingo Cavallo. Un triunfo de Elisa Carrió, a través de su candidato Bravo (quien a diferencia del Barrachia bonaerense, que sólo parece espejo, tiene identidad propia entre los porteños), afectaría a De la Rúa. Sería tomada como excusa por parte de sus opositores internos para distanciarse más de su política y, eventualmente, postular a alguien para enfrentarlo en una interna por la candidatura presidencial de 2003, a la que De la Rúa piensa hoy presentarse aunque a algunos sorprenda. Esta tensión, a la vez, alejaría más al peronismo del gobierno. Hay radicales que temen, además, que una eventual victoria de Carrió genere una sangría desde el radicalismo hacia el ARI. Por lo pronto, esto ya es evidente en el caso de Ibarra, quien llamó a votar contra De la Rúa con tal de retener parte del voto que volaría a Carrió.

Horacio Liendo tiene hoy en esta disputa porteña el rótulo turfístico de «la sorpresa» que pagaría una enormidad. Es el único que defiende el programa del gobierno, es decir, la gestión de Cavallo en Economía. Pero no está entre los ganadores y por eso irrita tanto a los radicales que Cavallo polemice con Carrió: «No conseguirá que gane Liendo pero sí pone en riesgo la victoria de Terragno, con lo cual se debilita a sí mismo como ministro del gobierno», razonan. El gran problema de Liendo es que como no le ven chance ganadora los descontentos con el politicismo clásico, tendiendo a populismo prefieren hasta ahora hacerse sentir sumando votos negativos. Es al candidato que más afecta esta tendencia.

Sean cuales fueren los resultados en estos distritos, el cuadro de poder del Senado no espera discusión real sobre las autoridades del cuerpo, es decir, por quien encarne el segundo rango en la línea sucesoria. Es probable que, después de algunas escaramuzas -como la amenaza del PJ de ponerle a De la Rúa un vicepresidente de la oposición-Mario Losada siga siendo el presidente provisional: los peronistas, mayoritarios, le tienen confianza por la experiencia del último año. En cuanto al bloque radical, la pregunta por su jefe es casi baladí: estando allí Raúl Alfonsín el presidente de bloque será casi decorativo aunque el ex mandatario deberá discutir cada ley con un grupo de senadores afines al gobierno (Usandizaga, Martí, Morales, Agúndez, Maestro, etc.).

En Diputados, la primera minoría corresponderá al PJ, que llegará a sumar alrededor de 110 bancas, 11 más que las que tiene actualmente. El radicalismo retrocederá de manera hoy inevitable: viene de dos elecciones muy buenas, las de 1997 (creación de la Alianza) y 1999 (presidenciales). Es imposible, después de dos años de gestión, de desgaste, subdivisiones, y en medio de una depresión econó-mica, que el gobierno retenga ese caudal electoral que peleado siempre pero que lo apoyó en las leyes clave.

Se calcula que los radicales y frepasistas bajarán de 97 a 85 diputados.

No existe cláusula alguna que establezca que la presidencia de la Cámara corresponde a la primera minoría, en este caso, el PJ. Para dirimir el pleito deberá votarse. El oficialismo postulará casi seguramente a Horacio Pernasetti y el PJ a un bonaerense, tal vez Eduardo Camaño. Los radicales confían en ganar la pulseada pues confían en la adhesión de los partidos provinciales y el cavallismo. De todos modos, la nueva superioridad peronista tal vez ponga en manos de ese partido la presidencia de algunas comisiones importantes, como la de Presupuesto y Hacienda.

Dejá tu comentario

Te puede interesar