Kirchner avaló a Schiaretti, 30 mil marcharon en contra
Los cordobeses siguen en pie de guerra: ayer, más de 70 mil personas se manifestaron en respaldo de los dos candidatos (Juez juntó 30 mil sólo en la capital; Schiaretti, 45 mil, pero en 25 ciudades) reclamando un triunfo en las elecciones del domingo pasado por la gobernación. Como se esperaba, la presión llegó al orden nacional; Néstor Kirchner dio un apoyo a Schiaretti cuando dijo en un discurso que él había ganado también una elección a intendente por pocos votos y que su adversario se había entregado sin pelea. Anoche, además, el gobierno ordenó trasladar desde Jesús María hasta la capital provincial un escuadrón de Gendarmería para custodiar las urnas. ¿Debe Luis Juez someterse al recuento acta por acta que le asegure transparencia al resultado que, en números provisorios, lo hace perdedor por 1,11% de los votos? En la elección de 2000 para la presidencia de los EE.UU., Al Gore se resignó al dictamen de la Suprema Corte de su país: perdió la presidencia en manos de George W. Bush en ese tribunal, pero cuando le contaron los votos de a uno, se enteró de que había ganado. Ya era tarde, porque había resignado la pelea. Como hongos aparecen los expertos en finales electorales ajustados y cuestionan el anuncio de que en tres semanas puede terminar el recuento de las actas que ayer reanudó la Justicia cordobesa. En 1995, cuando peleaban cabeza a cabeza Jorge Obeid y Horacio Usandizaga la gobernación de Santa Fe con ley de lemas, el recuento voto a voto que dispuso la Justicia duró 38 días. En Córdoba no hay lemas y sólo se cuentan actas. Es mucho tres semanas para una crisis que ya perfora la campaña nacional.
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El Presidente había evitado
referirse al escándalo en
Córdoba, pero ayer en el
discurso ante industriales
que compartió con la
candidata Cristina Fernández
apeló a la autorreferencia
citando el ajustado
triunfo que obtuvo en 1987
como intendente de Río
Gallegos.
En este sentido, la declaración de Kirchner se convirtió en una señal de intento de acercamiento hacia el gobernador José Manuel de la Sota, con quien cultiva una fría relación -lo ve como potencial rival presidencial en 2011-, pero a quien vuelve a necesitar para mantenerse en el poder. El gesto del santacruceño fue leído ayer con satisfacción cerca del mandatario provincial.
Fue, en rigor, un día fértil en declaraciones del gobierno nacional que contrastaron con el mutismo oficial del resto de la semana. Hubo, sin embargo, algún cortocircuito interno.
Con su referencia pública al conflicto cordobés, pareció desautorizar Kirchner a su ministro del Interior, Aníbal Fernández, quien poco antes había asegurado que «a partir del momento en que comienza la disputa y la discusión, el gobierno no habló más» porque tomó la «debida y adecuada distancia» en el conflicto, para permitir que la Justicia «haga el escrutinio definitivo». En esa línea, casi se justificó por haber llamado a Schiaretti el lunes, cuando el conteo provisorio lo consagró gobernador electo por 1,1% de los votos. «Entendí a la mañana que estaba terminado, por eso llamé a mi amigo Schiaretti para felicitarlo», dijo, además de reconocer que cree que «no va a haber mucho cambio» en el escrutinio definitivo.
En lo que sí hubo acuerdo en el gabinete nacional fue en salir a justificar el especulativo juego electoral a dos puntas que el Presidente disparó en casi todos los comicios, pero que en Córdoba se le volvió en contra.
Por caso, el jefe de Gabinete reivindicó la posibilidad de que, dentro del Frente para la Victoria, «algunos compañeros» puedan pensar «una cosa y otros otra, en cada provincia» y que puedan competir. Fernández también aclaró que «la intervención federal es un remedio de absoluta excepción» e intentó desmentir la existencia de una «interna» en el gobierno, y de un supuesto apoyo suyo a Juez, por su carácter de jefe de Gabinete. Por su parte, el titular de la cartera de Interior también defendió la participación de distintos integrantes del gabinete en la campaña en Córdoba, apoyando a Schiaretti y a Juez.
«¿Desde cuándo está penada la simpatía?», se preguntó con inocencia, y profundizó: «Las simpatías de cada uno están permitidas en el artículo 19 de la Constitución (donde dice), que cada uno puede decir lo que quiere».
En Córdoba, mientras el ministro de Planificación, Julio De Vido, y el secretario de Transporte,Ricardo Jaime, se jugaron a fondo por Schiaretti (incluso, en el último tramo de la campaña, lo hizo la propia Cristina Kirchner), el jefe de Gabinete puso algunas fichas en Juez.
Hasta ahí, un clásico de Kirchner que le permitió montarse en triunfos ajenos, aunque en la práctica sólo pudo festejar como victoria pura la de José Alperovich en Tucumán. Pero en Córdoba, el escándalo derivó en las últimas horas en amargos reproches hacia la Casa Rosada, que en voz alta dispararon tanto Schiaretti como Juez, por su ambiguo posicionamiento frente a los candidatos (ayer, por caso, Juez dijo que no es un kirchnerista «zonzo» y le exigió a Cristina que sea « coherente» y que pida la apertura de las urnas».
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