Néstor Kirchner ensayó el libreto de su campaña presidencial con el pretexto de apoyar a su candidato a jefe de Gobierno, Daniel Filmus. Al hablar en un acto en San Juan hizo lo que todo presidente -en busca de la reelección-pretende: un balance de lo que entiende son sus éxitos en la gestión. Juegueteó, claro, con la figura de su esposa como eventual heredera, mecanismo dialéctico que le ha servido para evitar el daño que le produce a todo mandatario el debate sobre la sucesión en el último año del mandato. Cumplió con ese ademán monárquico al imaginarse en el futuro como «el primer caballero» de su esposa -hoy « primera dama»- como presidenta. Kirchner sabe que esas dignidades de «primera dama» o «primer caballero» son, como la de «regente» (lo es de Filmus) o «príncipe consorte», herencias del sistema real. Jamás admitiría Kirchner -que se cree un republicano más del discurso totalizador con que hace política-que tenga algo que ver con la monarquía, pese a que su proyecto de instaurar a su esposa como presidenta no se aparte de esa tradición europea, oriental y, también, peronista (Juan Perón fracasó con Evita y luego hizo a su esposa María Estela Martínez la sucesora de su gobierno al morir en 1974).
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En el resumen de la gestión que consumió en la tribuna que le preparó el gobernador José Luis Gioja en San Juan, Kirchner reivindicó algunas realizaciones de su administración como si fueran su mérito exclusivo. Se atribuyó la guerra a la Corte Suprema de Justicia, aunque protagonizase sólo el conflicto final de una puja que heredó de Eduardo Duhalde. Fue éste, durante su interinato, quien inició la demolición de la Corte que había instaurado el gobierno que compartió con Carlos Menem con el pretexto de que quería invalidar la pesificación de la economía.
Duhalde perdió, entre otras más, esta batalla y con muchas bajas. El ataque a la Corte que hizo en febrero de 2002 es lo que llevó la devaluación que había ordenado por el decreto 71/02 la apreciación del peso en un dólar igual 1,40 peso. El fracaso en la remoción de la Corte llevó ese valor a 4 pesos, uno de los problemas más graves que tuvo la economía de aquel año. Kirchner al asumir logró que se consumasen renuncias y juicios políticos que desalojaron a todos los magistrados que habían ingresado con el peronismo en la década anterior.
Autoría
Se atribuyó también la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, cuando en realidad fue un proyecto de la diputada comunista Patricia Walsh que el peronismo había fondeado varias veces, al punto que en una oportunidad perdió estado parlamentario. Kirchner no quiso nunca que el peronismo fuera autor de ese proyecto, y los legisladores del peronismo terminaron avalando el proyecto de Walsh, quien con razón reclama, cuando puede, la autoría de esa ley.
Cuando le tocó recordar la renegociación de la deuda con acreedores privados le ofreció la cucarda de haberla logrado con una quita de 70% a su esposa Cristina. Descalificó, sin nombrarlo, a Roberto Lavagna, hoy enfrentado con él, quien fue el negociador de ese canje. Aludió al ex ministro de manera mordaz al mencionar a funcionarios de él que ante ese canje estaban «nerviosos y pálidos». Lavagna responde cabalmentea ese identikit del hombre nervioso y pálido (casi como Filmus).
Reivindicó también el repago de la deuda con el Fondo Monetario Internacional a 100% de las acreencias, abandonando al prestamista de tasa más baja que tenía en ese momento el país. Quiso mortificar a los funcionarios del FMI que, dijo, entraban y salían del hotel Sheraton y corrían por los bosques de Palermo. En realidad los funcionarios del FMI fueron los que promovieron, antes de que lo decidiese la Argentina con el solo propósito de mostrar a su presidente liberado de tutelas, ese desendeudamiento. Cuando lo decidió la Argentina en noviembre de 2005, fue después de que México y Brasil ya lo hubieran hecho, como más tarde lo hizo Uruguay. Es una inocentada hacerle creer al público que esa medida perturbó a los funcionarios del FMI, quienes nunca creyeron que recibirían ese regalo del cielo: cobrar u$s 9.500 millones de un país que había defaulteado a los acreedores privados, incluyendo a los argentinos tenedores de bonos que habían cobrado por deudas legítimas y a los aportantes a las AFJP, a las que el Estado había forzado a comprarlos bajo un gobierno del mismo signo político que el actual.
Se acordó al final de Filmus y exaltó los planes para ampliar la jubilación a quienes no tenían los aportes suficientes para recibir un retiro del Estado. El Presidente está convencido de que trabajar sobre los retirados hace efecto en amplios sectores de la población, especialmente de la Capital Federal que es donde vive 25% del padrón total de jubilados. Hasta tiene un sondeo de boca de urna de la elección del domingo pasado que lo ha convencido de que Filmus ganó contra Mauricio Macri y Jorge Telerman entre los votantes de más de 70 años, edad que es el límite que exime a los ciudadanos de la obligación del voto.
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