5 de enero 2007 - 00:00

Kirchner dictó ascensos mofándose de calificaciones

Kirchner dictó ascensos mofándose de calificaciones
Nunca en la historia del Ejército se registró un caso tan apabullante de burla a la opinión del plenario de generales (los más antiguos) y a la Junta de Calificaciones que, como es tradición, todos los años entregan un análisis y veredicto sobre los oficiales con posibilidades de ser ascendidos. Estudian comportamientos, trabajo profesional, responsabilidad y luego determinan un orden de prelación para merecer la promoción. Casi siempre, el comandante en jefe -léase Néstor Kirchner- o su representante más jerarquizado, en este caso, Roberto Bendini, junto con el titular de Defensa (hoy Nilda Garré), respetan esas instrucciones que no obedecen a favoritismos en la mayoría de los casos, sino a las condiciones que han demostrado los oficiales considerados en el ejercicio de la profesión.

Pero, en este caso, el trío oficial actuó sin importarle el ceremonioso estudio de los altos oficiales, los cambió totalmente como jamás ocurrió en la Fuerza y, lo que parece aún más grave, el Senado de la Nación apenas si se tomó 48 horas para aprobar lo que decidió el gobierno sin interesarse en el pronunciamiento de la Junta de Calificaciones o el del plenario de Generales. O sea que cierto desatino gubernamental fue acompañado por una desidia legislativa. Ninguno de los 22 oficiales analizados, por otra parte, reconocía antecedentes funestos -participación en la lucha contra la guerrilla, por ejemplo, o violación a los derechos humanos-; todos ya pasaron, en su momento, por el filtro primero del gobierno democrático de la Alianza y del Parlamento. Incluso, hasta contaban con un sello de garantía entregado por quien entonces era la secretaria de Seguridad del Estado, la señora Garré.

Del lote, sólo ascendieron siete, incluyendo en el trámite la promoción del último (Carlés), quien ni siquiera podía ser considerado debido a que sus antecedentes -no los mejores, claro- lo ubicaron en ese lugar. Pero su amistad repentina con la actual ministra, nacida en la Embajada de Venezuela -hombre de talento para la guitarra, es profesor de ese instrumento, que le permite ganar simpatías-, le permitió una trepada fulminante, irrespetuosa, vulneradora de criterios y estudios. Ni siquiera él imaginó ese fenómeno que no ocurrió, siquiera en Malvinas, para premiar a quienes tuvieron participaciones honrosas en batalla. Debe ser, entonces, Carlés más importante que un héroe de la lucha por las islas, sobre todo porque no le tocó combatir.

  • Simpatía

  • Si esto no registra antecedentes en la fuerza, más singular todavía es la razón por la cual fueron suprimidos otros oficiales, justamente ubicados en los primeros lugares. Tal el caso de Miori Pereyra, tercero en la lista -quien se suponía, además, gozaba de la simpatía del jefe del Ejército, a quien consideraban «el gordo de Bendini»-, apartado porque a su padre le imputan actuaciones reñidas con los derechos humanos en un lejano pasado (justamente, el mismo a quien en los finales de los 70 se le endilgaba haber propiciado la formación de Montoneros, ya que a algunos de sus integrantes se los vinculaba a sectores nacionalistas del Ejército). No alcanzó la discriminación con Miori: también le llegó a González Deibe, cuarto en la lista de ascensos, reprochado porque cuando fue un oficial más joven parece que demostró afinidad con los llamados carapintadas.

    Hay otro que pena por haber estudiado en lugar prohibido: Desmarás estaba posicionado en el número 8 y fue descartado porque en su momento lo enviaron como alumno de la Escuela de las Américas -destino que le otorgó, por supuesto, un presidente constitucional-, ese instituto que según fuentes progresistas en los Estados Unidos sirvió para educar represores. Y a otro que descalificaron, y figuraba noveno, fue a Catuzzi. Su pecado, ser hijo de un general que tiene causas pendientes por los derechos humanos (este cuadro basado en el castigo por lazos de sangre también se aplicó para postergar a «los hijos de» en grados inferiores).

    Hay quienes suponen que Bendini procedió de esta manerapara evitarse complicacionesfuturas -cuando, sabe, la campaña electoral se teñirá este año por los ataques a las Fuerzas Armadas del pasado-, pero existen otros datos que también vale la pena observar y que delatan, además de animosidad, la participación del propio Kirchner en todo este proceso: fue promovido Alejandro Graham, edecán del mandatario, un teniente coronel que ni siquiera cursó ni se recibió como oficial del Estado Mayor del Ejército -etapa ineludible en la historia de los ascensos- y al cual, por esa razón, ni siquiera lo había tenido en cuenta la Junta de Calificaciones.

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