Kirchner la convenció por unas horas de que debía dejar el cargo
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Alberto Fernández fue el encargado en Olivos de intentar desactivar esa renuncia en un diálogo con Cristina de Kirchner, mientras que su esposo seguía insistiendo en la necesidad de dar un paso al costado, una venganza para desarmar a la oposición y los propios que los habían traicionado.
El jefe de Gabinete consiguió «bajarle la espuma» -según palabras de los presentes- al conflicto. Fue el encargado junto a Oscar Parrili y al ministro del Interior, Florencio Randazzo de explicarles que el matrimonio no podía encaminarse a un suicidio político por una derrota en el Congreso. El diálogo fue más duro que lo que acostumbran ser las discusiones entre la Presidente y su jefe de Gabinete. Era lógico: estaban frente a una crisis personal de un matrimonio al que por primera vez le habían dicho que no a una exigencia.
Le recordó Alberto Fernández que a Luis Inácio Lula da Silva le había sucedido lo mismo en al menos dos ocasiones: cuando intentó hacer votar el impuesto al cheque y en su más famosa reforma tributaria. La imagen resultaba increíble: un ministro explicándole a su Presidente lo que es normal en cualquier democracia avanzada, es decir, que el Parlamento no obedezca en alguna ocasión un pedido del Poder Ejecutivo.
No alcanzaba, de todas formas, para calmar la necesidad de venganza que rondaba la residencia de Olivos, pero frenó la crisis.
Entraron entonces en escena los presidentes de los bloques de Diputados y el Senado. Miguel Pichetto y Agustín Rossi se reunieron de urgencia en el despacho de este último y desde allí, con teléfono abierto, hablaron con la Presidente. El tono no fue el habitual: ninguno de los dos se animó a llegar a la protesta, pero hubo alguna exigencia para que en Olivos se frenara esa catarsis que amenazaba con derrumbar el gobierno. Nunca, hasta ese momento, habían hablado con un Kirchner en estos términos. Aceptó Cristina de Kirchner que debía volver al camino de relanzar su gobierno y la convencieron de la necesidad de armar una agenda de proyectos para, una vez más, debatir la cuestión de las retenciones móviles pero esta vez intentando solucionar el problema.
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