Con prematuro optimismo, aliados y adherentes a Néstor Kirchner -por invitación de éste-hacia las 8 de la noche de ayer empezaron a llegar a la carpa oficialista. «Venimos a hacer el aguante», afirmaban; en verdad, se preparaban para el festejo. Opulenta, la carpa de la abundancia oficial -con servicios de bocaditos y champán- recibía al gabinete, sin Cristina, también a Hugo Moyano y el último entorno del exultante Kirchner, hombre que gritaba Ganamos» (Emilio Pérsico). Pero la presencia del ex mandatario se demoraba, finalmente no iba a ocurrir: sucedía que el conteo a favor del gobierno por uno o dos votos hasta ese momento, de pronto, comenzó a desdibujarse. Y la celebración prevista, la victoria de unos argentinos sobre otros, hubo que suspenderla. Amargo final, como hubiera sido amarga la fiesta por un triunfo.
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