24 de mayo 2007 - 00:00

La suma cero del debate porteño

• Filmus (sorpresivamente agresivo)
• Macri (indemne, sin trastabillar)
• Telerman (con versación municipal)

JorgeTelerman,MauricioMacri yDanielFilmus,ayer en eldebatetelevisivoprevio a laseleccionesdel 3 dejunio enlas quedisputaránla Jefaturade Gobiernode laCiudad deBuenosAires.
Jorge Telerman, Mauricio Macri y Daniel Filmus, ayer en el debate televisivo previo a las elecciones del 3 de junio en las que disputarán la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Misión imposible la de los debates de candidatos. Es una simulación de pelea en la cual los protagonistas tienen que evitar ser agresivos, pero tampoco pasar -diría la barra-por «giles». Esos extremos los condena el público que ve estos espectáculos, primariamente la prensa, que es para quien son concebidos. Más cuando anoche la puja entre Mauricio Macri, Jorge Telerman y Daniel Filmus por un canal de cable peleó la atención que se distribuía entre la entrega de los premios Martín Fierro, las astracanadas de Mario Pergolini y el debate de «Gran Hermano».

¿Vio alguien el debate? Poco público, aunque calificado, como la audiencia que se aglomeró a media tarde en el estudio en el cual se grabó -asesores, punteros, cronistas-. Más importante quizás era lo que dijeran los periodistas acerca del espectáculo, tan tentados como son a concluir sobre quién ganó y quién perdió. Eso influye más en el electorado que la performance de los candidatos, que, además, serían vistos por poca gente. ¿Quiénes? Los gurúes presentes ayer en la grabación concluyeron: en su mayoría, es gente mayor que ya ha decidido el voto y que buscó comprobar si cada candidato ratificaba su leyenda. O si trastabillaba en este umbral de la elección, cuando ya la urna registra más los errores que los méritos de los competidores.

  • Mensaje

  • Algo sabían los postulantes: quebraron el «dress code» de la TV, ninguno usó la corbata roja que exigen las reglas universales del debate. Es un mensaje para ganarse la confianza del público.

    Cada cual explotó lo que mejor hace, pero al final, como en quien juega por entretenerse, sacó lo que ponía. En ese debate de suma cero, Macri se arriesgaba en dos frentes: que lo atacasen y respondiera con más agresividad o que lo «embocasen» con algún producto de la campaña sucia. No ocurrió y sólo ya por eso podía festejar anoche como ganador de la tenida. Se paseó por el debate atado a una sola consigna: proponer proyectos para realizar si llega a ser gobierno, acompañados de muy moderadas críticas a la mala gestión y al clientelismo político.

    El líder del PRO no es un encanto puesto delante de una cámara, tampoco tiene facilidad de palabra ni de reacción ante la chicana. Eso le permitió ser frío en los pocos amagues de confrontación y permanecer atado de su consigna de leer propuestas.

    Se dejó enredar una sola vez, cuando habló de crear un banco de datos ADN de violadores y Telerman lo envolvió en una acusación como si propusiese que todos los ciudadanos quedasen identificados. No se dio cuenta del ardid y quedó flotando en el aire que podía proponer una medida discriminatoria. La empata que el público de Macri quiere ver Macri y no se horroriza si lo exhiben como un defensor de la mano dura contra la delincuencia. «Si sabe lo que piensa, no lo vota», le disparó Telerman, en parodia de un lema de Filmus («Si lo conocés, lo votás»).

    De los tres candidatos, además, fue el único que se animó a mencionar a la clase media y sus demandas con nombre y apellido, en un debate en el cual todos se dejaron arrastrar por un lamento por el Sur (el barrio, se entiende) de dudosa convicción. El público que pudo ver el debate o que mira programas de este tipo quizá crea prolijo -correcto dirían los cursis-ese lamento. Pero seguro que ni vive en villas, consume paco, se siente desheredado del poder ni almuerza en los piletones.

    Telerman, que también sacó lo que puso, es el más dotado de los tres. Gracioso, se mostró suelto en el manejo de los tiempos, ágil en captar la frase del otro para explotar la ironía, a veces hasta el chiste. No pudo con el genio en varios momentos y exageró el histrionismo, quizás en el borde de la tolerancia de la audiencia tipo (políticos, periodistas, jubilados que no quieren ver «Gran Hermano»). En un debate alto, serio, digno de la importancia de la elección porteña, casi una excepción al hábito de la guerra sucia de los políticos, desentonaron algunas gracias.

    Del trío es quien se lleva mejor con su esquema corporal (lo prueba su campaña, que para adversarios como Cristina de Kirchner es payasesca); también, quien transmite un aire más personalizado, humano, pese a ser el más funcionario de los tres. «Voy mucho al barrio sur; allí trabaja mi mujer», se animó a decir. Nadie recogió el guante para preguntarle si no tiene un puesto público. Mejor.

    Es también una ventaja estar gobernando: mostró que tiene la administración en la cabeza y hasta les tomó examen a los otros candidatos. Eso lo ayuda en el mensaje que quiso transmitir. No deje que me echen. Mientras Macri y Filmus piden que todo cambie, Telerman reclama que no cambie nada.

    Llevaba el jefe de Gobierno bajo el poncho un dardo para Macri --confesaron después sus asesores-, pero no se animó a lanzarlo. Mejor así; cumplió con una ley del escenario: nunca ataqués al que le va bien. Quien lo hace puede hacer tambalear al muñeco, pero blinda en su contra a los seguidores del que va primero, que es la cantera de la cual hay que arrancar adhesiones.

  • Empate

    El drama de todos los candidatos es que descuentan todos un triunfo de Macri en primera vuelta, pero no se ha producido una premisa del silogismo que le daba aire a Telerman en el ballottage: Filmus no se desbarrancó y lo empata en todos los sondeos al hombre que cerró el debate pidiendo lo reelijan con «Vote con la cabeza».

    Por eso Telerman se ocupó más de Filmus que de Macri: le frotó en la cara ser un delegado de Néstor Kirchner y le vaticinó un futuro santacruceño: «Ya sabemos lo que pasa cuando un gobernador espera órdenes del poder». Esta frase explicó por qué Telerman usó desde el comienzo la palabra «gobernador» cuando lo que se elige en Capital es un «jefe de gobierno». Lo ninguneó con la frase: «El quiere, pero su jefe no lo deja». Es el mismo argumento que usó en el debate de 2005 en la elección de diputados Elisa Carrió contra Rafael Bielsa. «Vos sos bueno, pero tu jefe no», lo jibarizó al ex canciller.

    Filmus trató de sacarse de encima el rótulo de tercero en la disputa. Se juntó en algún momento a Telerman contra Macri, pero se le recordó que su adversario era su ex jefe en la administración comunal. «No mientas, nadie te cree, ni que sos licenciado», le gritó. En el único exabrupto de la tarde, le exhibió un recorte de diario con una profesión de fe kirchnerista de Telerman («Voy a ser el candidato de Kirchner en la Capital», había aventurado Telerman). «Te ofreciste de títere y ni como títere te aceptaron», se exaltó este Filmus. Sorprendió este tibio sociólogo (recordó tres veces que tiene esa graduación; se lo reprochó en un corte Ginés González García) con ese ataque que dejó flotando en el aire una respuesta que nadie pronunció, que quizás él sea ahora el títere de alguien.
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