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Falacias sobre la ley Cafiero

Por ejemplo, ya un año después de haberse sancionado esa limitación al gobierno comunal, Carlos Menem firmó el decreto 1417, del 9 de diciembre de 1996 que creó una comisión para estudiar una ley que hiciera efectiva la transferencia de la Justicia Nacional Ordinaria a la Ciudad. Se puso a cargo a Elías Jassan, entonces ministro de Justicia. Como con toda comisión oficial, no tuvo ningún avance. El 8 de marzo de 1999, Menem entra en conflicto con la Ciudad cuando restablece por decreto la vigencia de los edictos policiales. Allí, sin intervención previa de fiscales, se ordenaba a la Policía Federal, detener en la Ciudad de Buenos Aires a quien portara ganzúas u otros elementos que hicieran presumir la comisión de un delito, a conductores de vehículos que los prestaran a ladrones, participantes de «reuniones tumultuosas», portadores de armas sin autorización, personas en estado de ebriedad o bajo acción de drogas, quienes realizaran gestos obscenos, oferta de sexo en la vía pública y a los merodeadores reconocidos como delincuentes profesionales.
El conflicto volvió a estallar. La Asociación de Abogados de Buenos Aires denunció que se avanzaba sobre la autonomía de la Ciudad y la defensora del pueblo Alicia Oliveira le exigió a Fernando de la Rúa que llegara a la Corte si era necesario para pedir la nulidad del decreto. Enrique Mathov, secretario de Gobierno porteño de entonces, descartó que el futuro presidente fuera a tomar una decisión así y hasta consideró que el decreto de Menem respetaba la «ley Lázara», es decir, que sólo podía detenerse a una persona bajo sospecha de hallarse en un acto preparatorio de delito y sin documentación. Hubo tira y afloje y los edictos nunca se aplicaron ampliamente, pero Menem le marcó allí el terreno a los porteños.
En junio de 1999 se produce otro choque entre la ciudad y la Nación, producto, en gran parte, de la convivencia forzada entre Menem, como presidente de la Nación, y De la Rúa como jefe de Gobierno porteño y candidato a presidente por la Alianza. Miguel Angel Toma, secretario de Seguridad Interior de la Nación, emitió una resolución, la 1082/ 99, por la que ordena a la Policía Federal a no actuar en casos de infracciones al recién aprobado Código de Convivencia Urbana sin una instrucción escrita precisa de los fiscales contravencionales. Rafael Bielsa y Eugenio Zaffaroni fueron los primeros en poner el grito en el cielo, consideraban que la Ciudad quedaría casi sin Policía y en medio del caos. Hasta De la Rúa salió al cruce de Toma: «La resolución es tan absurda que para cumplirla harían falta tantos fiscales como policías en la calle. Le pido que deje de poner trabas en la vida de la Ciudad y asuma una actitud colaborativa». Finalmente, el 25 de julio de 2003 se promulga la ratificación del Congreso al Convenio de Transferencia Progresiva de Competencias Penales de la Justicia nacional al Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que habían firmado Néstor Kirchner y Aníbal Ibarra. En ese convenio parecen las pistas más cercanas de lo que será ahora el debate en el Congreso de la modificación definitiva a la «ley Cafiero» que Kirchner le prometió esta semana a Macri. Si bien sólo se fijó allí la transferencia de ciertos delitos, como la «tenencia y portación de armas de uso civil y su suministro a quien no fuera legítimo usuario» al Fuero Contravencional y de Faltas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hay un párrafo en los considerandos que repite la decisión que Macri le arrancó a Kirchner y marca el camino progresivo y no inmediato que con seguridad tendrá ahora la nueva ley: «Es evidente la necesidad de un traspaso progresivo de competencias, que gradúen el cambio de funciones de los diferentes operadores de justicia, a fin de garantizar en el período de transición una administración de justicia que no se vea alterada en su prestación por los cambios». En ese convenio se garantizó, además, algo que hoy es el principal debate en la cuestión de la transferencia de facultades policiales y judiciales a la Ciudad y por el que las provincias se oponen al traspaso de competencias: «la transferencia de las competencias que son objeto de este convenio se deberán acompañar de los recursos pertinentes», dice ese acuerdo, que ahora estará encima de la banca de cada diputado porteño. El problema es que una cosa es hacerlo con montos pequeños, como ese caso, a realizarlo con el presupuesto de buena parte de la Policía Federal y la Justicia.
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