En pleno barrio de Monserrat, el Pasaje Santamarina mantiene intacto su encanto arquitectónico y atractivo inmobiliario. Concebido sobre un lote en forma de “L” con accesos por las calles México y Chacabuco, este rincón urbano ofrece una experiencia residencial singular dentro del trazado porteño.
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Una auténtica joya oculta: el pasaje del Microcentro con más de 100 años que aún tienta para comprar y alquilar viviendas
Fue construido por el arquitecto alemán Carlos Nordmann, a pedido del hacendado español Ramón Santamarina, este corredor con forma de “L” entre las calles México y Chacabuco conserva su valor patrimonial y atractivo para quienes buscan vivir en un rincón único del centro porteño.
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Un pasaje oculto que encierra misterios y que capta la atención de quienes pasan por ahí, también por quienes buscan comprar o alquilar allí (Foto Gentileza: @BuenosAiresalPaso)
Fue proyectado entre 1914 y 1915 por el arquitecto alemán Carlos Nordmann (el mismo que hizo el Torreón del Monje, en Mar del Plata y el demolido Teatro Coliseo, entre otras obras ubicadas en la Avenida de Mayo), a pedido del hacendado español Ramón Santamarina (familia muy ligada con la historia de Tandil). Tras su muerte, la construcción quedó en manos de Ana Irazusta, su segunda esposa, quien impulsó la finalización e inauguración del pasaje que lleva su apellido hasta nuestros días.
El conjunto se destaca por su escala amable, detalles ornamentales y la combinación de viviendas y locales que aún conservan el espíritu de época. A pesar del paso del tiempo, el lugar sigue despertando interés tanto de compradores como de inquilinos que valoran la identidad barrial, la ubicación estratégica y el carácter patrimonial del espacio.
Este corredor poco conocido ofrece una oportunidad para invertir en propiedades con historia en el centro porteño.
Una rareza del Pasaje Santamarina es la permanencia de un antiguo cartel que recomienda escupir en las saliveras, colocado poco después de la inauguración como aviso para vecinos y visitantes.
En una de las puertas con acceso por la calle México funciona la casa del veterano de guerra, y también funcionó allí el atelier del arquitecto Claudio Vekstein, autor de varios monumentos porteños, antes de su mudanza a Vicente López.
Como es
La arquitecta Rossana Castiglioni, especialista en patrimonio, Junta central de estudios históricos y subcomisión patrimonio de la Sociedad Central de Arquitectos, explicó que el Pasaje Santamarina combina atributos de pasaje y galería. Se accede a algunas unidades desde la calle y a otras a través de patios internos que cumplen funciones de iluminación, ventilación y circulación.
"Los distintos patios están conectados por arcos que funcionan como fachadas virtuales dentro de esa calle privada, lo que permite estructurar el lote y dotarlo de profundidad espacial", describió.
Las fachadas sobre Chacabuco y México son simétricas y exhiben accesos jerarquizados con puertas de hierro forjado, balcones con barandas de hierro, molduras ornamentales y arcos que refuerzan la identidad del conjunto.
El inmueble se encuentra catalogado como cautelar dentro del Área de Protección Histórica 1-14 (APH) del Casco Histórico.
Cuenta con 35 unidades funcionales, 17 en planta baja y 18 distribuidas entre el primer y segundo piso. Las viviendas varían entre los 50 y los 190 m2, muchas con entrepisos. "A pesar de ser un edificio de alquiler, se destaca por su monumentalidad: los accesos, los patios y los elementos comunes tienen una escala poco habitual para este tipo de soluciones habitacionales", remarcó Castiglioni.
El Pasaje Santamarina surgió como alternativa a los conventillos, pensado para mejorar la vida de familias trabajadoras. Aunque era destinado al alquiler, su fachada igualaba en presencia a la de viviendas acomodadas. Las galerías interiores, con divisiones de hierro y vidrio, recuerdan a las casas chorizo elevadas, mientras que el patio frontal refuerza la jerarquía del acceso y le da identidad al conjunto.
Castiglioni señaló que el pasaje conserva su atractivo por su ubicación, escala y calidad. Su estilo academicista con detalles italianizantes resume una Buenos Aires que combinó herencia europea y oficio local, con un diseño que aún seduce a quienes buscan habitar espacios únicos.
Cámara en mano
El contenido patrimonial del Pasaje Santamarina también cautiva a quienes lo descubren por fuera del ámbito técnico o inmobiliario. Joaquín Manuel Castro, creador del perfil Buenos Aires al Paso en redes sociales, recorrió recientemente el lugar y destacó la calidad de la construcción, los picaportes dorados, las puertas originales, las celosías y el estado general del conjunto, decorado con macetas y vegetación que acompaña el trazado interior.
Castro definió al Pasaje Santamarina como un corredor urbano único, tanto por su trazado en "L" como por la articulación de patios internos que lo separan de la lógica lineal de otros pasajes. Mencionó tres elementos distintivos que lo hacen inconfundible: el piso de baldosa roja, la vegetación exuberante y los detalles de diseño en herrería y molduras, que no responden a una función específica sino al deseo de embellecer.
La experiencia de caminar allí le permitió registrar una vivienda reciclada con criterios actuales: ambientes integrados, carpinterías restauradas, celosías y una escalera original de madera que conduce a una terraza con torre de remate en forma de castillo. Según Castro, esa vivienda puede atraer desde una familia hasta un grupo de amigos. Su estilo atraviesa generaciones.
"Me interesa mostrar todo lo que ofrece Buenos Aires, lo nuevo y lo antiguo. Pero los lugares como este tienen ese extra que siempre atrapa", dijo.
Escenario inmobiliario
Entre las viviendas en venta allí se encuentra un cuatro ambientes publicado en u$s250.000. Tiene 112 metros cuadrados y está desarrollado en planta baja y entrepiso. La unidad cuenta con tres dormitorios, un baño completo y un toilette. El ingreso es por un patio que da paso a un living comedor luminoso.
En planta baja se encuentran la cocina y un dormitorio. El entrepiso suma un escritorio, un baño completo y otra habitación con vista al patio interno.
Tomás Dianda, de la inmobiliaria REM, destacó que el Pasaje Santamarina tiene un encanto único desde el ingreso. Mencionó la amplitud del espacio, los macetones con plantas bien cuidadas, los arcos con molduras y faroles antiguos que recorren el pasaje como parte de un escenario que transmite paz y calma. "Vivir allí es toda una experiencia", dijo.
Sobre la unidad en venta, Dianda detalló que el gran ambiente de planta baja cuenta con doble altura y bóveda a la vista, lo que refuerza la sensación de amplitud. El espacio permite armar un living, un comedor y un sector de trabajo, todo sin perder integración. El entrepiso de pinotea aporta calidez y funcionalidad, ideal para armar una suite con vestidor y baño propio, iluminada por ventanales al patio.
La cocina, según describió Dianda, fue reciclada y se desarrolla con comedor diario, una ventana tipo ojo de buey al patio, mesada de granito gris en forma de L, cocina a gas y lavavajillas bajo mesada.
La propiedad está ubicada hacia el fondo del ingreso por calle México, cerca del punto de quiebre que da al patio interno hacia Chacabuco. El ingreso es mediante una recepción con toilette. Desde allí se distribuye hacia el living, la cocina y la escalera que conduce a los dormitorios.
Silvia Tagliaferri, de Tagliaferri Propiedades, conoce como pocos el funcionamiento cotidiano del Pasaje Santamarina. Contó que la mayoría de las viviendas pertenecen a familias que residen allí desde hace décadas. Las propiedades ubicadas sobre planta baja fueron diseñadas como viviendas de dos ambientes para alquiler, muchas con acceso a patios o escaleras que conducen a pisos superiores. Las unidades de mayor metraje suelen tener ingreso directo desde la calle México.
La vida en el pasaje sigue un ritmo sereno, entre residentes que se conocen, turistas que llegan con sus valijas y niños que salen a la escuela. “Los vecinos cuidan con celo la identidad del lugar”, dijo Tagliaferri. En ese entorno destacó una propiedad apodada El Castillito, que fue reciclada en 2003 con aproximadamente 170 m2, distribuida en tres plantas más terraza.
La cúpula que corona la escalera inspiró el apodo El Castillito, y es uno de los elementos más fotografiados del conjunto. La unidad atrae a inquilinos locales e internacionales por su estética particular. Se alquila de forma temporal, con precios que rondan los u$s150 por noche, dependiendo del número de huéspedes, o desde u$s1.500 por mes.
Tagliaferri describió que al ingresar a la propiedad se accede a un estar con cocina integrada, paredes de ladrillo a la vista, ventanales al pasaje y techos abovedados. Una escalera de cedro conecta con el resto del recorrido: habitaciones distribuidas en dos niveles, baños completos, una sala de lectura y, en el último tramo, una terraza privada con una cocina circular montada dentro de la cúpula vidriada.
“Por su singularidad arquitectónica, las propiedades del Pasaje Santamarina no tienen comparación en Monserrat”, remató Tagliaferri. En este rincón oculto de Buenos Aires, "cada unidad disponible es una pieza buscada por quienes saben reconocer el valor de lo excepcional", concluyó.
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