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''También como viajero me considero un cazador''
Periodista: ¿Es muy viajero?
Guillermo Arriaga: Viajo muchísimo, básicamente por cuestiones de trabajo. A veces, el viaje se vuelve una pesadilla porque no conozco nada más que los hoteles, y los restoranes por la noche. Todos los días es andar en el lobby, o en un cuarto de hotel, dando entrevistas. A veces, viajando en taxi alcanzo a ver algo de la ciudad en la que estuve o voy a estar doce horas, por ejemplo.
G.A.: Ambas. Todo el año pasado fue una extensa gira como escritor de libros. Pasé por Holanda, Francia, España, Italia, Gran Bretaña, para empezar. Ultimamente he estado en Colombia, Costa Rica, Nueva York, Los Angeles y en Buenos Aires, sólo promoviendo mi literatura, mis novelas.
G.A.: Recorrer Manhattan, caminar por el Central Park... y dar con Paul Auster una charla «uno frente a uno» en el ciclo «Conversaciones» del Pen Club. Fue una conversación de amigos, ante mucha gente, donde Paul, por ejemplo, comentó que ver a los 14 años cómo un rayo mataba a un compañero suyo de campamento le cambió la vida por completo. Se dio cuenta de que cualquier cosa puede ocurrir en cualquier momento, que la realidad es absolutamente impredecible, y que, acaso por aquel hecho, ya a los 15 años sabía que quería ser escritor. Después participé en el Pen Cabaret, velada literaria donde tuve una lectura con Sam Shepard y con la poeta, cantante y compositora Patti Smith.
G.A.: Quizá, debidamente seguido. No hubo película a la que no acompañara por el mundo. La última gira fue por lugares muy precisos, la hice con la campaña por el Oscar, por «Babel» y por «Los tres entierros...». En el Festival de Cannes fue muy bonito ver que el póster gigante de «Los tres entierros de Melquíades Estrada» decía: una película dirigida por Tommy Lee Jones, escrita por Guillermo Arriaga. Todo destacado y en el mismo tipo de letra. Allí gané la Palma de Oro al mejor guión, y Tommy Lee, la del mejor actor.
EN FAMILIA
P.: ¿Se toma recreos? ¿Se permite viajar por placer?
G.A.: El año pasado tuve la suerte de hacerlo con mi mujer y mis hijos y me los llevé a lugares que no conocíamos, como la República Checa y Hungría. Paseamos por las maravillosas Praga y Budapest. En Praga fuimos a cenar a un restorán llamado «Amores perros», como homenaje a mi película. Cuando les dije que era el autor estaban muy asustados, creían que los iba a demandar. He hecho varios viajes que fueron como regalos.
P.: ¿Por ejemplo?
G.A.: Un par de cruceros con mis padres. Uno fue por Canadá y Estados Unidos, y otro por el Caribe. Estos viajes son el modo ideal de viajar con una familia, porque vas con tus hermanos, tus sobrinos, tu mujer, tus padres, tus hijos. Y los tenés ahí, la convivencia es muy estrecha. En el barco, todos los días cenamos juntos, nos encontramos constantemente, hacemos los mismos tours. Es muy disfrutable. Además, mis padres son adolescentes de ochentitantos años, que saben gozar con esas cosas, son capaces de competirme en un baile.
los oscar
P.: Por tanto, a pesar de todo su trabajo, puede hacer turismo.
G.A.: Sí, claro, viajo sin parar, y procuro que la mayoría de las veces me acompañen mis hijos y mi mujer. Para mis hijos es una experiencia importante estar en los Oscar, por ejemplo. En Los Angeles estuvieron conmigo sentados ahí, junto a Francis Ford Coppola y a George Lucas, y a un lado tenían a Spielberg y al otro a Clint Eastwood. Mi hija me señalaba la elegancia de Penélope Cruz, sin dejar de apostar por el premio a Martin Scorsese. Los Oscar son el glamour, pero allí mis hijos ven las emociones, alegrías y pesares de gente admirable, y otra no tanto.
P.: Está marcando el futuro de sus hijos.
G.A.: Han conocido gente del mayor nivel del mundo y del arte. Músicos, escritores, actores, directores, artistas plásticos, diseñadores. Ya no se sorprenden de cruzarse con Madonna o con Brad Pitt. De Sean Penn y Benicio del Toro ya son amigos. Espero que eso los empape y les dé ganas de hacer cosas y de encontrar su propio camino. Si quieren ser abogados, que sean, aunque a mí no me encante. Que sean contadores, biólogos o veterinarios. Que sean. Por ahora mi hija, Mariana, de 16 años, quiere ser directora, se entusiasmaba en el Oscar viendo pasar a Sofía Coppola. Y mi hijo, Santiago, de 14 años, quiere ser escritor. Es porque ven a su papá haciendo eso. Y porque les gusta. Mi hija, ahora que soy productor, me acompaña al set, a las conferencias de prensa, a todos lados.
P.: ¿A qué región del mundo le gusta viajar?
G.A.: Me encanta América latina. Creo que tiene una fuerza descomunal. Tenemos las contradicciones y paradojas que nos arropan y nos hacen pueblos particularmente interesantes. A mí me gusta venir a la Argentina, agarrar un auto e ir hasta la Patagonia, irme a pescar truchas en esos lagos maravillosos, ir a cazar palomas a Córdoba.
P.: Apareció su aspecto hemingweiano de cazador...
G.A.: Hace unos días me llamó un tipo para dar una conferencia en Colombia. Sí, pero cobro tanto. No tengo dinero, pero te invito de cacería por la selva. Cerrado, voy para allá. Y como he dicho que «ni por sexo ni por cacería pago», pues me tienen que invitar; así que aquí ya saben (ríe).
P.: ¿Qué le parece Buenos Aires?
G.A.: Una ciudad increíble. Es obvio que es bella, pero más allá de lo bella, es palpitante, vibrante. Yo he venido en dos momentos muy críticos de la Argentina. Por primera vez, de vacaciones, en el 82, el día exacto que perdieron la Guerra de Malvinas. Y después lo hice con «Amores perros», justo antes del «corralito». Me dio mucha tristeza ver a Buenos Aires tan apagada, con los jóvenes tan desencantados de su sociedad. Se veía venir el tremendo golpe que sufrieron. Pero ahora me encuentro con un Buenos Aires que me tiene muy contento, lleno de vida, saliendo adelante, con esa característica del argentino de pelearla siempre. Fui a Palermo, a San Telmo, a Boedo, a Flores, a la Escuela de Cine y vi a los jóvenes con ansias de hacer cosas y no dejarse derrotar. Me parece que la Argentina ya se reconstruyó del terrible golpe que sufrió.
P.: ¿Cuál considera el núcleo del atractivo de su país?
G.A.: Tener una cultura muy fuerte. Lo que me gusta de mi país es lo que me gusta de América latina, sus contradicciones. De ella, creo que México es el que tiene mayor densidad cultural, por su enorme pasado histórico. La confluencia de culturas que hay en México sólo se da un poco en Perú y en Ecuador, pero en todos los demás países no. Yo le he escapado siempre a los clisés que venden como el verdadero México a los turistas: la plaza Garibaldi, Teotitlan, la Virgen de Guadalupe, las ceremonias de los muertos, los mariachis. Cada barrio es un territorio a descubrir. Para empezar, ir al Zócalo y ver esa cultura sincrética, poderosa, en acción, paseándose, puede ser shockeante, sobre todo si se advierten las múltiples lecturas posibles de México con que nos están rodeando.
Entrevista de Máximo Soto
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