17 de enero 2019 - 12:53

Victoria Giarrizzo: "La inflación, en muchos casos, está generada por la falta de ética"

La autora del libro "Atrápame si puedes. El secreto de la inflación en Argentina" aseguró en diálogo con ámbito.com que para combatir la suba generalizada de precios se debe apuntar al desarrollo productivo y a la cooperación de todos los sectores.

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La inflación de 2018 terminó en 47,8%, la mayor en 27 años, según datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). El problema no es nuevo: la lucha contra la inflación es una de las batallas económicas y sociales más duras que libra el país desde 1945.

Así lo asegura Victoria Giarrizzo, economista y autora del libro “Atrápame si puedes. El secreto de la inflación argentina”, quien conversó con ámbito.com sobre este dilema complejo de la economía nacional, sus causas, responsables y posibles soluciones.

Periodista: ¿Cuál es el secreto de la inflación en Argentina?

Victoria Giarrizzo
: Para contestar esta pregunta es necesario dejar de abordar el problema la inflación desde sus síntomas, para comenzar a analizarla desde sus causas más profundas. Al contrario de lo que se piensa, la cuestión fiscal, monetaria y cambiaria son sólo la consecuencia de otros problemas mucho más profundos de la economía. Lo que genera la inflación es: la falta de desarrollo productivo y la ausencia de cooperación. Éste es el secreto.

P: ¿Por qué considera que la falta de desarrollo productivo genera inflación?

V.G.: El país no tiene la capacidad de generar dólares y su economía es dependiente de la importación, sobre todo porque el argentino es un consumidor muy exquisito e informado –por encima de la media en cultura y educación- que demanda productos de calidad, que en muchos casos el país no está en condiciones de producir. Argentina es un expulsor de dólares, que vende al mundo lo mismo que hace 10 años atrás. ¿Cómo se generan esos dólares hoy? Vía endeudamiento. La exportación se dificulta porque el país no es competitivo, tiene una estructura de costos que está desfasada de las condiciones de desarrollo económico. Por otro lado, el país tiene un problema fiscal debido –entre otros factores- al empleo público, pero esto es así porque no hay generación en empleo privado suficiente debido a los bajos niveles de inversión. Asimismo, existe todo un sector de la economía social bajo la modalidad emprendimiento, que no logra convertirse en un negocio tradicional (capitalista). Por último, la falta de marcos regulatorios ocasiona que existan grandes empresas que fijan precios, monopolizan mercados o toman acciones poco competitivas. En esta lista, podemos seguir enumerando.

P: En su libro, menciona a la cooperación como otro factor responsable de la inflación

V.G.:
Sí, es un nuevo tema que planteo en el libro: Argentina ya probó de todo y pero falta un componente principal que es la cooperación. Es una economía en la que nadie coopera, ni el Estado, ni las grandes empresas, ni las pymes, ni los consumidores. Empecemos: entre las 50 personas más ricas de la Argentina, unos 10 son propietarios de bancos, pero aún así las entidades financieras nunca han cooperado ni con el desarrollo ni con tratar de frenar la espiral inflacionaria; sino que al revés. Hoy se necesitaría de los bancos para salir de la recesión económica, pero en lugar de eso este sector sube las tasas abruptamente, de manera que incrementa los costos productivos y, además, reduce el poder adquisitivo de las familias. Las grandes empresas, donde también encontramos que muchos propietarios son millonarios, optan por trasladar a precios toda la suba del dólar (y más porque se cubren de futuras devaluaciones). Esgrimen las razones más diversas para estos comportamientos pero lo cierto es que estas empresas tienen margen para ceder rentabilidad con el objetivo de tratar de cooperar con el país, que está apuntando a frenar la inflación.

P: El argumento de los bancos es que acompañan la suba de tasas del BCRA, ¿por qué deberían prestar más barato?

V.G.:
Ellos tienen un negocio y tratan de maximizar sus ganancias. Sin embargo, hay que resaltar que hoy la autoridad monetaria les permite mantener parte de sus encajes en Leliq, con lo que obtienen un interés altísimo que antes no recibían. Es un sector que viene ganando.

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P: En tu opinión, los bancos y grandes grupos empresariales son los principales responsables…

V.G.: Sí, pero no son los únicos porque, como mencionaba, están todos los sectores de la economía involucrados. Por ejemplo, hicimos una encuesta para el libro entre pymes industriales, donde determinamos que el 50% de estas empresas admitía haber tomado coberturas para cubrirse de posibles subas de precios de insumos. Son prácticas que pareciera que fueran normales y se entiende un país como el nuestro, con tanto historial en términos de inflación. Es como si todos tuviéramos la misma enfermedad (el de intentar sacar una mejor tajada de precios frente a la inflación) pero alguien tiene que combatir el virus. Los que tienen más poder de hacer esto es el Estado y las grandes de empresas en tanto formadores de precios. Si la iniciativa fuera únicamente de las pymes, habría una mayor concentración de mercado porque sería imposible para ellas soportar la estructura del negocio sin mover los precios mientras suben los costos y enfrentan la competencia de las grandes compañías, que sí incrementan los valores de sus mercancías. Distinto sería si las líderes picaran en punta.

P: ¿Cómo podría tomar la iniciativa el Estado?

V.G.:
En este caso, el acusado problema fiscal debería analizarse no desde la perspectiva de cuánto sino cómo gasta el Estado. Se podrían eliminar consumos superfluos como viajes al exterior, consultorías mientras que a la par suben impuestos y tasas municipales, lo que genera más presión en los costos de producción. Otro sector a considerar en este problema es el inmobiliario, que con la suba de alquileres impulsa los costos de producción de muchas empresas y reduce el poder adquisitivo de las familias.

P: ¿Qué pasa con la cooperación de los consumidores o las familias?

V.G.: Existen dos cuestiones que me gustarían resaltar sobre este tema: por un lado, los movimientos de consumidores que promueven el no consumo de ciertos productos con precios abusivos arrancan con fuerza sus reclamos pero rápidamente decae la intención de lucha. Es que el consumidor se acostumbra rápidamente al nuevo precio y baja los brazos. Asimismo, existen situaciones en que los consumidores convalidan precios sólo porque quieren un producto, sin pensar en colaborar con la gente que no puede comprar a esos valores. Son comportamientos habituales, pero en momentos de inflación debemos ser más cuidadosos. Por otro lado, muchas familias tienen propiedades para alquilar y son formadores de precios. Los empresarios en general tienen naturalizada la suba de precios –como cuando venden a precio de exportación en el mercado local- sin considerar el aspecto social, omiten que hay un consumidor con restricciones en el poder adquisitivo. ¿Por qué es tan normal que si sube la demanda tiene que subir el precio? ¿O si exporto puedo vender más caro en el mercado local? Hay muchos hábitos que no son normales, no son éticos.

P: ¿Cuál es el límite para la ley de la oferta y la demanda?

V.G.:
Llevado al extremo, esta ley no debería regir en el mercado ante problemas sanitarios o climáticos para casos de bienes de primera necesidad. Por ejemplo, en Mendoza, hubo un alud que dejó varadas a 300 personas, que debieron pagar con sobreprecios –en muchos casos a sus propios vecinos no afectados- para ir al baño, ducharse o comer algo. Cuando se enseña la ley de oferta y demanda en las instituciones educativas nunca esos conocimientos van acompañados de una reflexión ética sobre esos comportamientos mezquinos. Se están formando economistas que tienen naturalizadas esas prácticas. Ése es para mí un límite. Incluso en bienes sociales. Nos quejamos de la venta de productos truchos pero si uno lo piensa en realidad hay empresas que inculcan un deseo a personas de bajos recursos, que no podría comprar esos artículos originales aunque usaran para ello todo su sueldo.

P: A partir de esto que dice, me pregunto por dónde hay que empezar para terminar con la inflación

V.G.: El problema de la inflación no se termina porque se lo aborda desde la macro, pero tiene muchos componentes relacionados con la microeconomía, el sistema productivo y el comportamiento de los consumidores frente a los precios. También tiene que ver con las políticas públicas: el Gobierno avanza con un programa financiero –que incluye suba de tasas y ajuste fiscal-, pero no cuenta con un plan productivo. El país está yendo a un escenario de alto endeudamiento y baja capacidad productiva. Los economistas dicen que la inflación es un problema monetario, y lo es, pero lo que no se ana también es generada por falta de ética" liza es porque existe ese problema. Mientras no se contemplen todo eso que hace a la suba generalizada de precios será muy difícil combatirla.

P: ¿Cuán posible es transparentar el alza de precios a lo largo de toda la cadena de comercialización?

V.G.: Las empresas no quieren transparentar la cadena debido a que una parte de su actividad se maneja de manera informal, por el alto nivel de impuestos. El otro problema es la longitud de esa cadena, es increíble la cantidad de intermediarios desde que un producto sale de fábrica y llega a la mesa de los consumidores. Eso se traduce muchas veces en ineficiencias. No hay política a conciencia para tratar de resolver estos problemas.

P: El presidente Mauricio Macri dijo en campaña que la inflación era una muestra de la incapacidad para gobernar. ¿Qué opina de esa declaración, teniendo como referencia los resultados de su gestión?

V.G.:
Cuando los gobiernos asumen, llegan con toda la teoría monetaria aprendida y entonces creen que ajustando algunas variables se resolverá la inflación. Ya en el gobierno se dan cuentan que para resolver ese problema –fiscal, por ejemplo-, deben resolver muchos otros como achicar el gasto, bajar la cantidad de empleados públicos, generar otras fuentes de trabajo privado, al tiempo que tiene que devolver favores políticos y ello muchas veces requiere incrementar la planta de empleados. La economía así se pone al servicio de la política. En este contexto, bajar la inflación es el problema más difícil de la Argentina, porque es una cuestión de desarrollo. Para la región, nuestro país es extraño porque, a pesar de los altos niveles de pobreza, cuenta con un alto nivel de asistencialismo sobre todo en educación, salud, cultura; eso es atípico para los países del nivel de ingresos como el de la Argentina. Eso es positivo pero requiere un desarrollo mucho más fuerte y potente del actual. Si fuera un país polarizado, entre ricos y pobres como Chile o Brasil, sin clase media, posiblemente no existirían estos problemas de inflación, sería más fácil controlarla.

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