28 de julio 2016 - 16:30

"La tarea del escritor consta en sacarle agua a las piedras"

Pablo Judkovski habló con ámbito.com tras lanzar su sexta novela Lentas, intimidadas y torpes. Opinó que un autor debe narrar por más que no tenga una historia pensada y que las nuevas tecnologías atentan contra la palabra.

La tarea del escritor consta en sacarle agua a las piedras
Entrevista de Celina Abud.- Escribe a mano y sus textos siempre oscilan entre el presente y el pasado. En su búsqueda de "interpelar a la palabra", llegó a opinar que la trama "es una debilidad del escritor". Así, sin planes previos, produjo una saga de seis títulos en la cual los mismos personajes se descubren entre escenarios de playas desoladas. Nostálgico, no se le ocurriría hacer una novela futurista, la vida en sus libros transcurre por fuera de los celulares y las redes sociales, y opina que las nuevas tecnologías atentan contra la palabra y empobrecen los vínculos.

En Uruguay lo comparan con Juan Carlos Onetti, por lo que eligió a Montevideo como escenario para presentar a comienzos de septiembre su sexta novela Lentas, intimidadas y torpes. Así es Pablo Judkovski, un escritor joven que toma al ayer como su propia resistencia personal frente al mundo, y que dice hacerlo porque no molesta a nadie. En diálogo con ámbito.com, dijo que con su obra busca transmitir "su visión distorsionada de la realidad" y que la escritura es la forma más íntima de relacionarse entre personas.

Periodista: ¿Cuándo fue la primera vez que te dijeron que eras el ´Onetti argentino´, cómo te sentís con la comparación y que pensás de la valoración de tu literatura en Uruguay?

Pablo Judkovski: Que me comparen con Onetti es un honor, porque es mi gran ídolo, pero también me da mucha vergüenza. La primera vez que me lo dijeron fueron unos periodistas uruguayos cuando en 2014 presentamos en Montevideo mi novela Rugh Rujfsh. Es evidente que mis lectores uruguayos reconocieron cierta admiración por Onetti y vieron que mi obra se inclinaba hacia ese lugar. Pero para mí la literatura no tiene una república y Onetti tampoco. Sólo existen los que se suben a su ola o no se suben nunca.

P.: ¿Te considerás un escritor de culto?

P.J.: En un principio tendría que decirte que no. Pero si por escritura de culto se incluye a la obra que no transita por los carriles comerciales, entonces sí. Soy muy exigente con mi propia obra y también con lo que leo. Con todos estos elementos es difícil que escriba una obra de llegada masiva o comercial, más aún si tomamos en cuenta que la trama de mis novelas no las tengo preestablecidas sino que las voy construyendo a medida que avanza mi escritura, otro motivo para no cautivar a los mercados.

P.: ¿No vivir de la escritura te permite esa libertad al escribir?

P.J.:
Mi posición, y es probable que sea errada, es que la creación no tiene que ir de la mano del sustento. La veo como una actividad marginal que uno hace en su individualidad y que comparte con algunas personas. Cuando intervienen reglas de compra y venta, me atasco con la creación. Por eso, sin habérmelo propuesto, desdoblo mi vida entre la ciudadana y civil como abogado -con la que gano mi sustento y el de mi familia- y la vida como escritor. Además es muy difícil vivir de la escritura, ojalá hubiese escrito un éxito comercial como Harry Potter, pero de todas formas me desdoblaría para escribir textos como los que hago.

P.: Recién mencionaste que escribís sin una trama preestablecida. También, en entrevistas previas habías mencionado que la escritura empieza cuando termina la trama. ¿Qué te desafía como escritor y cuándo te sentís satisfecho?

P.J.:
Lo que quise decir cuando comenté que la escritura empieza cuando termina la trama, y lo confirmo, es que es fácil sentarse a escribir cuando tenés una linda historia. ¿Pero qué sucede cuando eso no está? ¿Se acaba la tarea del escritor? Yo lo que creo más bien comienza ahí. La tarea del escritor es sacarle agua a las piedras. Aunque no tengas una trama, si sentís la necesidad de escribir, lo vas hacer. Al menos vas a comenzar una historia que busque su propia trama. Hay que emprender la tarea de todos modos, porque por momentos la trama se vuelve una debilidad del escritor y muchos deciden no escribir si no tienen algo para contar. Con esto no quiero decir que la trama no sea importante, pero no la considero el elemento principal de la escritura.

P.: En las presentaciones previas de tus novelas y en entrevistas siempre se dice que tus novelas interpelan. ¿A quién? ¿Al lector? ¿A tus propios personajes? ¿A vos mismo?

P.J.:
A todo lo que mencionás y además al alcance de la palabra. Trato de capturar la realidad que es inasible porque la narrativa y la ficción son mecanismos para, lejos de crear mundos ficticios, alcanzar a comprender la realidad con mayor hondura. Mi nueva novela se llama Lentas, intimidadas y torpes, tres palabras que Onetti usa para describir unas manos. "Quisiera no haber visto del hombre la primera vez que entró al almacén nada más que sus manos, lentas intimidadas y torpes". La palabra te permite una realidad mucho más profunda a la que se accede por los sentidos, porque vos podés ver unas manos, pero cuando leés que son lentas, intimidadas y torpes, ahondás más en ellas.

P.: En tu escritura siempre hay un tinte de nostalgia. También busca explorar el idioma y sus límites. ¿Pensás que antes la palabra ocupaba un lugar más privilegiado?

P.J.:
Sí, creo que la escritura es también un mecanismo de resistencia frente a estos tiempos en los que la palabra se volvió diminuta, corta. Nos comunicamos con mensajes de textos muy cifrados, manifestamos nuestras emociones en tres o cuatro palabras, utilizamos el chat, el mensaje de texto. Se ha empobrecido el uso de la palabra, y así se empobrecieron los vínculos. Dedicarse a la escritura es un mecanismo de resistencia de este fenómeno, en el que uno inexorablemente está involucrado. Yo me animaría a decir que el mundo se ha vuelto muy vulgar, muy mediocre y muy chato en términos del uso de la palabra. El modo en el que hablamos y escribimos habla del empobrecimiento de la cultura. Si hago un balance, no creo que las nuevas tecnologías hayan mejorado nuestras vidas.

P.: Hoy internet dividió a los autores contemporáneos. Están los que sienten a su escritura atravesada por la virtualidad y los que escriben al margen de ella incluso con personajes que no utilizan dispositivos tecnológicos...

P.J.:
Es cierto. Yo no tengo ni blog, ni Facebook, ni Twitter porque nunca me interesaron. De hecho escribo a mano, porque quiero utilizar el modo menos artificial de conectarme con la escritura. Me resisto a que las nuevas metodologías de vincularse me lleven puesto, pero es mi manera de ver las cosas y no jodo a nadie con eso. Y en cuanto a mis personajes, pensé mucho en hacerles usar un celular o no, porque para llevar las novelas a la actualidad uno tiene que introducir este tipo de elementos. Pero me resisto. Sé que se editan novelas en formato chat. Pero a mi modo de ver, la narrativa tiene que circular por otro lugar, no por donde circulan los avances tecnológicos.

P.: Dicen que tus novelas pasan del presente al pasado. Lejos del futurismo como género, ¿te imaginás haciendo una novela sobre el futuro?

P.J.:
No, porque creo que la escritura trabaja mucho con la memoria, con un recuerdo, con el pasado, con ciertos paraísos perdidos, con realidades que ya no están. Cuando me siento a escribir mi cabeza va hacia el pasado. Además también aparecen playas desiertas, lugares a los que nunca fui. A veces utilizo la escritura para que me lleve a los lugares donde quiero estar, donde me sentiría en paz. Como soy porteño y vivo entre el bullicio, para mí la escritura es un modo de evasión.

P.: En reportajes previos dijiste que Bastián, uno de los personajes que aparece en muchas de tus novelas, elige narrar antes que vivir. ¿Existe un paralelismo entre él y vos?

P.J.:
Hay dos Bastianes en mis novelas. Uno es un surfista y otro es abogado. El que tomó esa elección fue el segundo. El surfista no narra, porque te subís a una ola y la surfeás. Pero el que quiere narrar una ola tiene que estar en la costa, mirándola. Hay renunciamiento para dedicarse a la escritura, hay que detenerse, apartarse. Es una tensión para el escritor llevar adelante su vida o sentarse a narrar, y eso puede tener su costo en la vida personal, porque la gente que te acompaña a veces no lo comprende o no lo acepta.

P.: ¿Cuánto tiempo le dedicás a la escritura y cuál es tu relación con el lector?

P.J.:
Si bien hay momentos de mucha producción y otros en los que no hay nada, la tarea del escritor no cesa nunca. En ocasiones uno se sienta y escribe, pero todo el resto del tiempo en el que no se escribe también se está escribiendo, y son etapas tan fértiles como cuando se produce. La escritura tiene mucho más de fracaso que de éxito porque tras la concreción de una obra, hay muchos fracasos previos. Y en cuanto a la relación con el lector, es confusa, porque mis textos exigen mucha concentración. Si he recibido comentarios de lectores que me manifestaron su interés y en esos casos se genero un vínculo muy fraternal. La escritura, para mí, es la forma más íntima de relacionarse entre personas.

*Pablo Judkovski es autor de las novelas Mar para Bastián, Hiemal, Passa, Enero en Bernabé, Rugh Rujfsh y Lentas, intimidadas y torpes, todas de Editorial Crack-Up.

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