3 de junio 2017 - 23:54
El músico detrás de Sabina y Abel Pintos
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L.: Me dio vértigo que tuviera algo de egocéntrico. Hablo mucho de esa fotografía vital, de la pérdida del anonimato. De lo que te produce lo vertiginoso que es vivir de la música. Pienso que me quedé sólo con una mano adelante y otra atrás.
P.: ¿Qué tan difícil es decir "te quiero" en una canción?
L.: Todos los que escribimos canciones nos empeñamos en no decir te quiero. Le damos vuelta para decirlo de una u otra manera porque creemos que decirlo es el atajo más corto. Pero "Sincericidio" -tema 3 de "Monstruos"- refleja el único momento de mi carrera en el que podía hacerlo.
P.: ¿La soledad sigue teniendo mala prensa?
L.: La soledad se ha convertido en un hermoso cuarto donde respirar. Mi oficio me expone, pero hay que pasar por ese momento en el que, luego de que te aplaudan, entrás al hotel y cerrás la puerta. Esa es la vida real. Siento que la soledad, conforme te vas haciendo mayor, tiene pinta de ser un futuro realista y está bueno prepararse.
P.: El rock español cada vez gana más adeptos en el país, ¿a qué crees que se debe?
L.: Me gusta pensar que todos empezamos queriendo enseñarle al mundo cuáles son nuestra referencias. Pero con el correr de los años, me doy cuenta de que lo único que importa es la canción. Y creo que nos fuimos especializando en hacer canciones y fuimos eliminando sentidos estéticos. El puente hacia Argentina, son las canciones. Siempre me enamoró la devoción que tienen los argentinos por la canción.
P.: Te criaste en el reviente del rock, con Los Rodríguez de Andrés Calamaro y Ariel Rot a la cabeza. ¿El rock perdió su esencia?
L.: Creo que se perdieron cosas. Los Rodríguez es un ejemplo muy bestia. Andrés, en tándem con Ariel, dejó un legado enorme. Llevo diez años viniendo a Argentina y nunca me hablan de una banda nueva. De alguna que haya marcado lo que, en proporción, pueden haber logrado Charly García, Fito Páez o Calamaro. Siempre hablamos de grupos que explosionan, pero que no se quedan. Echo de menos que en el rock argentino pase algo a la altura de lo que pasó hace 20 ó 30 años.
P.: ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Sabina?
L.: Muy buena. No sólo me llamó para producir el disco sino para hacerlo juntos. Eso fue lo más seductor del proyecto. La experiencia creativa es muy bestia. Sentarme a ordenar sus versos y a calzarlos con música, es demasiado. Y que encima deposite su confianza en mí, es grande. Hasta pude mostrarle otras referencias e instrumentos diferentes. Aprendí mucho. Convivir seis meses con él fue un episodio inolvidable.
P.: E intenso.
L.: Sobre todo. Él tiene diferentes trajes para sus discos, pero Joaquín es un Keith Richards en castellano. Verlo después de tantos discos soñando con hacer el disco de su vida, estuvo buenísimo.
P.: ¿Y con Abel Pintos?
L.: No lo conocía. Me habían dicho cosas buenas de él y generamos una buena conexión. Me gustó la idea de que la intención sea hacer un disco por afuera de lo común.
P.: ¿En qué momento de tu carrera te encontrás?
L.: No mido mi carrera, pero estoy en un momento muy creativo. El parámetro nunca es el público que viene a verme sino el punto creativo. Produje a muchos artistas e hice muchas canciones. No sé cuánto durará esta conexión. Hay veces que llueve mucho y la fuente se llena, y otras que no. Prefiero aprovechar el tiempo.




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