Bastan apenas unos pocos minutos de proyección para que el espectador entienda que no está viendo una película común y corriente y que recuerde por qué la primera “Avatar” rompió los parámetros de la experiencia cinematográfica. Y es que esta secuela lleva inmediatamente al publico a los paisajes alucinantes del planeta Pandora que, esta vez, es más explorado que en el film de 2009. Lo que queda claro es que el cine estereoscópico, es decir 3 D, creado por James Cameron para el primer film, sigue siendo único, ya que a pesar de que haya transcurrido más de una década las imágenes de “Avatar” siguen siendo distintas en cuanto a profundidad, relieve e inmersión del espectador se refiere. El nuevo 3D digital de la primera década del siglo XXI tuvo su momento pero siguió, con mayor o menor intensidad, el concepto clásico de arrojar cosas a la platea desde la pantalla, igual que en los años ’60 cuando el cine tridimensional de dos colores hizo explotar la taquilla con clásicos como “Museo de Cera” de Andre De Toth. En cambio Cameron hace que el espectador se sumerja dentro de lo que sucede en la pantalla, y esta metáfora es apropiada para una película que sucede en buena parte en el océano de Pandora, algo que no aparecía en el original.
“Avatar: el camino del agua” es un avance en experimentos visuales
Estereoscópico e inmersivo, el film de James Cameron, secuela del original de 2009, propone al espectador un viaje acuático por el planeta de Pandora que difícilmente pueda apreciar en streaming.
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La acción, también ambientada 13 años después, está protagonizada por Jake Sully, el alguna vez ex marine lisiado y en silla de ruedas ya transformado en carne y hueso en su avatar de humanoide alto y azulado que formó pareja con la hija de la tribu de los árboles, con la que ahora tiene varios hijos adolescentes, uno mas rebelde que el otro. Cuando el villano corporativo terrícola Stephen Lang vuelve a atacar Pandora, lo primero que hace es tratar de atrapar a Sully como medio para quebrar la lucha de los nativos contra la explotación minera del planeta. Entendiendo que pone en peligro a todo el clan, entonces Sully y los suyos huyen a pedir asilo entre los “pueblos del mar” que, un poco a regañadientes, le enseñan sus técnicas de respiración submarina y algunos secretos del océano pandoriano. Los terrícolas, en sus propios avatares belicosos, llegarán también al mar, pero hasta que eso suceda la familia Sully experimentará visiones de seres increíbles, pero que al mismo tiempo tienen mucho que ver con la vida en nuestro planeta, por lo que el contenido ecológico de la historia planteado en el film original al describir un espacio donde todos los seres vivos están férreamente interconectados, crece y se disfruta. Hay criaturas que cobran protagonismo en escenas formidables, una raza de ballenas extraterrestres que se comunican con los demás personajes y que son cazadas de manera cruenta por los humanos.
Durante más de tres horas, Cameron consigue que el ritmo nunca decaiga y que los conflictos entre los personajes, ya vengan del bosque o de esta especie de Polinesia pandórica, tengan su lugar en la trama, con lo que no hay escenas de acción y violencia que estén fuera de lugar. Como un elaboradísimo rompecabezas todo encaja en esta secuela que tiene el mismo nivel, o quizá supere al original en sus aspectos visuales y en su imaginación para plasmar al planeta y sus habitantes. Como en “Aliens” o “Terminator 2”, también hay un mensaje de la fuerza de la familia y una pizca mas de lo necesario en todo lo que tenga que ver con el combate final, que en este caso continuará durante tres películas más.
“Avatar; el camino del agua” (“Avatar: The Way of Water”, EE.UU., 2022). Dir.: J. Cameron. Int.: S. Worthington, Z. Saldana, K. Winslet.
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