Si Sergio Massa cumple su promesa, y los u$s 700 millones del préstamo de Libre Disponibilidad que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) giró el viernes a las arcas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) se utilizan para lo prometido, la entidad tiene preparada otra línea similar por unos u$s 500 millones más. Esto completaría un crédito total de unos u$s 1.200 millones, que podría terminar de integrarse durante el primer trimestre del 2023. Tal la negociación que en septiembre pasado el ministro de Economía mantuvo con Mauricio Claver-Carone (el entonces presidente del BID, hoy renunciado por un escándalo interno), y que el directorio de la entidad mantuvo vivo en la reunión del viernes 14 de octubre donde se aprobó la liberación de los primeros u$s 700 millones que ya llegaron al BCRA.
BID: si Argentina cumple su promesa, habrá otros u$s500 millones de Libre Disponibilidad
Esto completaría un crédito total de unos u$s 1.200 millones, que podría terminar de integrarse durante el primer trimestre del 2023. Tal la negociación que en septiembre pasado el ministro de Economía mantuvo con Mauricio Claver-Carone.
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Para que la línea se amplíe a los u$s1.200 millones que se negociaron entre Massa y Claver-Carone, Argentina tiene que cumplir una promesa no escrita: utilizar el dinero que giró el BID para fines de política activa; fundamentalmente financiar importaciones industriales para rubros y sectores con potencial exportador y que hoy tienen restricciones para acceder a las divisas. La idea es que el dinero que sale del Central sirva para que actividades como la energética, petrolera, automotriz, química, alimentos y bebidas, agro y un puñado más, no sientan la escasez de divisas y puedan sostener su ritmo de producción y ventas al exterior. Y así, según cálculos básicos, repagar los dólares que salen con dólares que se liquiden por exportaciones.
Este problema de cuello de botella de divisas fue lo que Massa le explicó a Claver-Carone en las jornadas de comienzos de septiembre donde hubo reconciliación entre Argentina y el BID, y explicaciones mutuas ante los problemas de divisas que tenía el país para poder abastecer su estructura productiva. Como no había líneas del banco habilitadas para este fin, el norteamericano de origen cubano y el tigrense, idearon la alternativa de una fuente de financiamiento sin especificación concreta y de “Libre Disponibilidad”; pero bajo la conducción que esos dólares no se utilicen para política cambiaria. Dicho de otra manera, que las divisas no se gasten queriendo sostener el tipo de cambio oficial ante una eventual corrida, y se terminen licuando en una salida de dólares del sistema en alguna de las habituales batallas históricas entre los funcionarios y el mercado. De esas que siempre se terminan perdiendo desde los eventuales oficialismos. Massa se comprometió a que esto no ocurriría y que el dinero iría directamente al financiamiento de importaciones. Desde el palacio de Hacienda incluso se garantizó que la fiscalización y la información sobre los movimientos del dinero serán constantes, y que el BID estará plenamente al tanto del destino de los u$s 700 millones.
Obviamente hay una realidad. El dinero es tangible, y nadie puede garantizar que precisamente los dólares del BID se destinen a abastecer de dólares a las industrias necesitadas. Sin embargo, para la entidad financiera internacional, sólo con mostrar transferencias equivalentes alcanza. Además, garantizan en Hacienda, no habrá en los próximos meses corridas cambiarias (al menos no de proporción o que comprometan reservas), con lo que la inquietud de la sede del Washington no debería aparecer. Este paquete de Financiamiento Especial girado ya el viernes pasado, fue argumentado desde el propio BID como una línea destinada para cobertura de “necesidades de financiamiento de corto plazo, así como para proteger el gasto social a grupos vulnerables y en infraestructura, mientras se implementan reformas para reducir el déficit público, promover la estabilidad de los precios y asegurar la sostenibilidad de la deuda”. La novedad del caso es que es la primera oportunidad que el BID entrega dinero a la Argentina que no tiene un destino específico y mensurable, sino para permitir que el gobierno ejecute política económica, cambiaria y comercial. Según explicaba el propio banco “contribuirá a fortalecer las finanzas públicas, asistirá los esfuerzos encaminados a la estabilidad de precios, y apoyará el fortalecimiento de la balanza de pagos”.
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