11 de diciembre 2023 - 00:00

Bienvenidos al “Panic Show”: se recomienda abrochar cinturones

Javier Milei dijo que iba a ser malo, dijo que iba a ser largo, dijo que no había otra forma, y dijo que no se hacía todo tal cual lo iba a plantear su administración, las consecuencias serían peores que la actual realidad. Ganó así.

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Javier Milei tomó posesión efectiva del cargo y dejó dos señales concretas a la política: pronunció su discurso inicial fuera de la Asamblea Legislativa, lo que fue leído como un primer gesto de desaire a los bloques parlamentarios (representantes del pueblo y provincias) con quienes debería sentarse inmediatamente a negociar su paquete de reformas; pero en simultáneo dijo que no será una suerte de auditor (ni habrá “vendetta”) sobre las responsabilidades que a su criterio tuvo la (ex) “casta” para arribar a la situación actual de crisis. Una de cal y una de arena sobre la que se tomó nota. Un segundo eje fue la sobre representación de la debacle que le tocará enfrentar. Una pesada herencia pero con números magnificados, algunos pocos puntos de contacto con números verificables y un énfasis especial en la catástrofe por venir. Un “Panic Show” cuya narrativa fue muy exitosa durante toda su campaña. Milei es un Presidente que no vendió esperanza sino todo lo contrario, aniquiló la expectativa de corto y mediano plazo. Pero al haber alineado el pesimismo con un contundente correlato electoral, obtuvo su principal capital político para transitar la luna de miel: basó su propuesta en el ajuste, dijo que iba a ser malo, dijo que iba a ser largo, dijo que no había otra forma, y dijo que no se hacía todo tal cual lo iba a plantear su administración, las consecuencias serían peores que la actual realidad. Ganó así. Por ende, obtuvo una ventaja comparativa respecto a cualquier político estándar.

Sea como predijo, o apenas menos malo que lo que anunció, Milei contará con ese oxígeno para consumirlo hasta la llegada de los efectos virtuosos que propone al final del camino. La tolerancia social será fundamental por algo que el nuevo Presidente aprenderá sobre la marcha: el ajuste es siempre para el otro. No para uno. Una gran mayoría identifica que el Estado se sobredimensionó, se volvió ineficaz para la resolución de los problemas económicos, los políticos disociaron su agenda de prioridades y se multiplicaron regulaciones, impuestos y cepos. Una menor cantidad asume que formará parte de ese ajuste, aun por vía indirecta, lo que modificará sus condiciones de vida, que por disminuidas pueden empeorar. Todavía una porción menor es consciente de las cuestiones anteriores y se prepara para soportar penurias en pos de un reverdecer del rumbo económico del país, con la expectativa de que impacte en el personal. Lo más difícil para todos es calcular es con cuánto resto efectivamente podrán aguantar el ajuste en sus distintas variables. Aviso. Es un lapso menor, incluso, al que todos los convencidos aventuran.

En este experimento a cielo abierto donde un teórico como Milei apuesta a llevar adelante un plan que surge de los textos más ortodoxos y con un marco teórico de una centuria atrás, como él mismo enunció el punto de quiebre para la Argentina, deberá asumir que en su nuevo rol, la palabra presidencial tiene un peso que puede alterar el desarrollo de los acontecimientos. Ya no será una virtud la magnificación de los problemas si los otros agentes del sistema actúan conforme al pánico que se les infunde. El primer día también dejó muchos ítems en el marco de la improvisación, lo cual tampoco es auspicioso. No solo fueron lagunas de protocolo o demoras en anuncios y nombramientos. Llamó la atención la circulación de un borrador del primer DNU de Ministerios con atinados comentarios acerca de inconveniencias en la redacción por sus implicancias legales. Llega un punto en el que la inexperiencia deja de ser virtud y se convierte en lastre que daña la institucionalidad.

El traspaso de mando dejó postales de una extraña normalidad para el contexto. Si fue curiosa la buena sintonía entre Milei y Cristina de Kirchner en la ceremonia –con gestos de distensión inhabituales en ambos protagonistas- solo cristalizaron algo que la saliente vicepresidenta compartió en la intimidad: “Me llevé mejor con Milei en la transición que con Alberto”. Hablaba de la buena receptividad que obtuvo Cristina que intercambió gestos recíprocos a nivel político con el entrante. El ecosistema del Senado lo percibió. Lo de Alberto Fernández, en cambio, fue espectral tanto para la ceremonia como para epílogo del mandato. Milei balanceó ese buen clima plasmado en la jura, de inmediato, con un efusivo saludo a Mauricio Macri, relegado de designaciones clave en la futura administración. “En seis meses nos van a venir a buscar”, vaticina el expresidente a sus colaboradores mientras imagina formateándole todo el Gabinete. Se ilusiona, quizás, que sea antes.

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