A Victoria Villarruel se la supuso en el planeta militar como uno de los propios y con la libertad delegada por Milei para designar e influir desde la vicepresidencia en el futuro mandamás de la defensa. ¿O acaso Javier Milei no le había prometido dentro de su esquema de 8 ministerios que a ella le correspondería liderar Seguridady Defensa?
Defensa en LLA: replanteo de los avales militares por indefinición
Desconcierto tras designación de Bullrich en Seguridad. El voto testigo en la Antártida. Alarma por recortes en las partidas para la cartera.

La designación de Patricia Bullrich al frente de Seguridad y la morosidad en conocer quién es el elegido de la vice para Defensa iniciaron ese camino indeseado del político: la pérdida de liderazgo. Algo que los militares aborrecen en un conductor. Aquello que se tenía por seguro en el frente castrense, una referente que sabe, entiende y que tiene un plan de políticas públicas que en abstracto es el de “revertir el estado de indefensión que sufre la Argentina”, arranca incierto tras el pacto de Acassuso.
La semana última otro vice -que no fue-, el radical mendocino Luis Petri, un bisoño en la jerga cuartelera, merodeó las oficinas del poder entrante. Su nombre se blandió como necesario en la visión coordinada de las gestiones de Seguridad y Defensa que promueve Bullrich, si hasta circuló Fabián Calle, panelista de internacionales, como número puesto en el organismo de inteligencia del Ministerio de Defensa. La plataforma electoral de LLA contiene una propuesta similar: la reestructuración de los Sistemas de Defensa Nacional, Seguridad Interior e Inteligencia Nacional en otro macro, denominado “Sistema de Seguridad Nacional”.
Voto militar
El resultado de la elección en la Antártida es un indicador testigo del voto militar. Allí Milei obtuvo el 90,5% contra 9,4% de Massa. Son más de un centenar y medio de ciudadanos que habitan en el continente blanco de los cuales 9 de cada 10 son militares en actividad de las tres fuerzas y todas las jerarquías hasta el nivel de jefes. ¿Cómo un candidato de narrativa antisistema logró seducir al público militar que está educado y formado en la rigidez del sistema?
Las tres generaciones de votantes en los que se podría segmentar -sin rigor estadístico- el mundo uniformado: los retirados, los activos de jerarquías superiores e intermedias y los estamentos de inicio en la carrera militar eligieron la fórmula de LLA por su vice con el agregado de la vena inflamada de Milei, en ese orden.
En los más jóvenes la rebeldía discursiva y la gestáltica leonina sí prendió desde la primera hora. Acostumbrados a la certeza de la planificación militar, la indecisión sobre la autoridad máxima de Defensa y señales de recorte a un sector que viene recortándose desde 1983 (en porcentaje de PBI) entreabrió la incertidumbre sobre la fórmula elegida.
Dos palabras clave dominan la siquis uniformada: esperanza e incertidumbre. Síntesis de interacciones con oficiales alumnos de institutos militares y retirados. Esperanza en el nuevo gobierno por la oportunidad de cambiar las reglas del juego de la gestión política de la defensa. Incertidumbre centrada en dos áreas: la competencia de los futuros gestores gubernamentales y la relevancia que se asigne a defensa en el proceso de toma de decisiones.
Algunas preguntas recurrentes: ¿La nueva gestión de defensa será idónea? ¿Identificará el valor de la seguridad nacional y el rol de la defensa para construir confianza en que podemos gestionar los riesgos a la seguridad nacional? ¿Se crearán y emplearán capacidades con una visión integral que permita la economía de esfuerzos? ¿Será relevante la defensa en las decisiones de gobierno? El brigadier retirado Jorge Reta, el primer caso de un militar que llega a la legislatura porteña en 40 años -lo hizo en reemplazo de Oscar Zago, que ahora ocupará un lugar en la Cámara baja del Congreso Nacional-, tomó el compromiso de apuntalar y revertir “la mala imagen que se tenía desde hace años sobre el papel de las Fuerzas Armadas”.
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