Los brazos en alto y una vuelta olímpica que no terminaba nunca, que ni él ni su público querían que terminara nunca. Se retiró Alberto «Beto» Acosta, con la ovación que merecía en un marco de una gran fiesta, donde más de 20 mil simpatizantes de San Lorenzo le hicieron llegar todo su cariño y ese calor que sólo los hinchas pueden dar y que el «gran Beto» siempre retribuyó con goles.
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Con la voz entrecortada por la emoción dijo al final: «No hay dudas de que éste fue el día deportivo más feliz de mi vida. Gracias porque me hicieron vivir momentos maravillosos y van a quedar en mi corazón por el resto de mi vida. San Lorenzo es mi segunda casa».
El pretexto para la convocatoria era «un partido homenaje» (o de despedida), con algunos toques de show como la presencia de Marcelo Tinelli como zaguero en San Lorenzo y la del actor de «Son amores» Miguel Angel Rodríguez dirigiendo el partido junto a Francisco Lamolina; y en el Equipo de las Estrellas se juntaron Andrés D'Alessandro con Enzo Francescoli.
El partido lo ganó San Lorenzo 4 a 2 y Acosta marcó un gol para cada equipo. Muy bonitos los dos, el primero le pegó cruzado ante un gran pase de Gorosito y el segundo de emboquillada por sobre la cabeza de Orión, después de un túnel a Tinelli. Pero el mejor gol de la tarde lo marcó Enzo Francescoli desde la mitad de la cancha por sobre la cabeza de Ramírez.
La fiesta fue completa porque el partido no fue sólo una excusa, sino que tuvo seriedad táctica, dentro de la diferencia de preparación física entre futbolistas en actividad y retirados. Algunos hace varios años como Altamirano, Zapata, Ferreyra o el propio Francescoli, y hermosos goles, porque a los ya contados hay que sumarle el que marcó el chico Cornejo después de eludir a Heinze y Goycochea con dos grandes quiebres de cintura. Y en lo que respecta a la gratificación personal de Acosta, terminó formando dupla ofensiva con su hijo Michael, de 12 años, que hizo el último gol, aunque en este caso con «facilidades».
Acosta se despidió del fútbol con todos los honores. Fue un gran delantero, como lo acreditan los 300 goles que logró. Fue la despedida «del señor del gol». Como lo merecía.
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