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Verón y
Tevez en
plena
práctica
ante la
atenta
mirada
de Alfio
Basile.
Mañana,
la
Argentina
debuta
frente a
Estados
Unidos
en la
Copa
América.
«Verón la devuelve siempre al pie, podés tirar paredes y además tiene mucha experiencia», dijo el atacante nacido en una cuna de cracks como la ciudad de Rosario.
Pero Verón se ha visto poco la cara con Messi, y menos aún con Juan Román Riquelme, quien aterrizó sorpresivamente en la Selección un día antes de viajar a Venezuela arrastrado por un clamor nacional que pedía a gritos su inclusión.
Menos conocimiento mutuo de los aspirantes a mosqueteros hay aún con Hernán Crespo, otro goleador al que nadie se atreve a discutir. Quien fue botín de plata en el Mundial de Alemania 2006 es un cañonero implacable que cada año parece entrar en el ocaso, pero vuelve a gritar sus conquistas como en la reciente liga italiana ganada por Inter.
«Quédense tranquilos, que salimos campeones si hacemos de las individualidades un equipo», dio en la tecla este goleador de raza al comentar que si la mezcla da resultado, Argentina consolidará su condición de favorito. ¿Pero dará resultado la alquimia, a sabiendas de que la suma de grandes jugadores en el fútbol no es una operación metemática?
Se cuentan con los dedos de la mano casos como los del entrenador brasileño Mario Lobo Zagallo, cuando en el Mundial de México 1970 rompió todos los esquemas de los laboratoristas del fútbol al formar un equipo con cuatro números diez. Los sabios del pizarrón pusieron el grito en el cielo y dijeron «no va andar» cuando se enteraron de que jugarían juntos Pelé, Rivelinho, Tostao y Gerson. ¿Y el equilibrio táctico? Pero la selección brasileña de aquel año pasó a la historia como uno de los más grandes equipos que jamás se hayan formado.
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