7 de junio 2004 - 00:00

Una selección aceptable, pero el perdedor sigue siendo Bielsa

La Selección argentina mejoró, si se la relaciona con su actuación ante Brasil. Sin embargo, le faltó contundencia para superar a Paraguay. Esta vez, fue un equipo más flexible tácticamente de lo habitual y tuvo destacadas actuaciones individuales, como las de Javier Mascherano, Gabriel Heinze, Carlos Tevez y Javier Saviola. Aunque no pudo conseguir el triunfo, a pesar de haber tenido una decena de situaciones claras de gol. El cero a cero final fue un resultado engañoso.

Saviola trata de eludir a Denis Caniza, mientras Angel Ortiz observa. Argentina atacó todo el partido sin concretar.
Saviola trata de eludir a Denis Caniza, mientras Angel Ortiz observa. Argentina atacó todo el partido sin concretar.
El filósofo español José Ortega y Gasset inmortalizó una frase: «El hombre es uno mismo y sus circunstancias». Precisamente, las circunstancias que le tocan vivir a Marcelo Bielsa lo ponen en un papel de villano del que difícilmente pueda salir.

Desde aquel fatídico empate ante Suecia que eliminó a la Selección argentina en la primera ronda del Mundial 2002 hasta la fecha, es el personaje más odiado del ambiente futbolístico, y, haga lo que haga, el equipo juegue bien o mal, es difícil que este «statu quo» cambie. Ayer, la Selección argentina jugó con todos los jugadores reclamados popularmente (Saviola, Tevez y Abbondanzieri, por ejemplo). Solamente faltó Riquelme -que no estuvo por una lesión-y aunque el equipo jugó bien y mereció ganarle a Paraguay, el empate dio pie para que vuelvan a arreciar las críticas al técnico. Esta vez porque «no armó un esquema adecuado» para superar a un equipo que se defendió con dos líneas de cuatro.

En verdad, esta crítica hubiesesido válida si la Selección no hubiera generado situaciones de gol o se hubiera repetido siempre con un mismo libreto, por ejemplo, tirando centros. Sin embargo, no fue así. La Selección argentina fue un equipo diferente de lo acostumbrado, sin esquemas rígidos, que priorizó los valores individuales ante cualquier otra eventualidad. Vale señalar que creó una decena de situaciones de gol que no concretó por, al decir de la jerga, faltarle «liga» y atacó de todas las maneras posibles: con centros, con paredes, desbordando por los costados, ingresando con habilidad por el medio y hasta buscando con remates de media distancia.

Es cierto que la especulación desmedida de Paraguay (jugó con dos líneas de cuatro en su propio campo y dos delanteros aislados a los que habilitaban con pelotazos) le permitió tener a los argentinos un dominio casi total de la pelota y, en consecuencia, poder elegir la forma de sorprender al rival. Aunque también es cierto que Paraguay nunca perdió el orden y la concentración, situación que le permitió no dar ventaja ninguna. Ni siquiera hizo falta presionar a los mediocampistas paraguayos para que retrocedan y recuperar la pelota, porque los paraguayos resignaron todo tipo de búsqueda. Sólo distraer la pelota en su zona para inclinarse por el largo pelotazo para que los dos delanteros (Santa Cruz y Cardozo) intentaran desequilibrar a una defensa que estuvo segura, que vale señalar que fue el punto más alto del equipo argentino.

Argentina buscó el triunfo desde el primer minuto con Tevez y el «Kily» González
turnándose en la función de enlace. Con Crespo y Saviola partiendo los dos de posición de centro delantero para intercambiar posiciones y sorprender en cualquier lugar del frente de ataque. Con el ingreso de Mauro Rosales (por Luis González), Bielsa decidió atacar con cuatro hombres. Entonces, ¿qué le faltó a la Selección?: un gol que clarificara todo el trabajo ofensivo realizado y que obligara a Paraguay a salir de su encierro sustentado en esa línea de cuatro zagueros centrales.

¿Qué se le puede criticar al técnico?: quizá, que teniendo la posibilidad de hacerlo no haya llamado a un enlace de oficio (Gallardo o Romagnoli) ante la defección de Aimar, Riquelme y D'Alessandro, y que haya mantenido los 90 minutos en la cancha a Crespo que está muy por debajo de su nivel. Por el otro lado, tuvo el acierto de poner de entrada a Heinze y de mantener al juvenil Javier Mascherano como mediocampista central y salida obligada del equipo, que terminó siendo figura de la cancha, mientras que Bielsa también lograba flexibilizar su táctica para que pudieran jugar más libres tanto Tevez, como «Kily» González y Saviola.
Un detalle, esta vez significativo, fue que el equipo no se fue silbado, aunque tampoco aplaudido. A lo que habrá que agregarle que la legión de « opositores» que cuestionan todo lo que hace (o deja de hacer) el técnico también se equivocó al vaticinar que «el estadio iba a estar vacío» y, para sorpresa de muchos, la recaudación da cuenta de más de 40.000 personas, una cifra más que significativa, o por lo menos que habla de cierta aceptación popular, aunque no sea por su técnico.

El hombre es uno, y las circunstancias... que le tocan vivir a Bielsa hacen creer que la gente «sólo lo perdonará» si gana el Mundial 2006 y, mientras, tanto seguirá siendo el señalado con el dedo acusador por cualquiera que sean sus decisiones.

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