La compra de Loma Negra por Camargo Correa consolida una tendencia preocupante: la escasa vocación empresarial de los hombres de negocios argentinos y -a la inversa- la pujanza de sus pares brasileños. Desde hace casi cuatro décadas, los empresarios nacionales vienen vendiendo sus compañías a grupos extranjeros (podría citarse como antecedentes a las tabacaleras Particulares, Massalin & Celasco y Piccardo, compradas por los gigantes BAT y Philip Morris), y a principios de los '90 alimentarias como Bagley y Terrabusi. Sin contar las privatizaciones, en los últimos años abundaron los casos de «desnacionalización» de empresas, la más importante de las cuales fue la compra de PeCom Energía por la brasileña Petrobras. La invasión brasileña se completa -al menos hasta ahora- con la adquisición de Acíndar por la Belgo Mineira y el ingreso como accionista principal de AmBev (Brahma) en Quilmes. Se trató en todos los casos de «naves insignia» de la industria argentina. Una de las excepciones más notables en este panorama fue la compra por Arcor de la operación de galletitas de Danone (o sea la ex Bagley). También hubo «renacionalizaciones» en los sectores servicios (Dolphin comprando 50% de la controlante de Transener a la británica National Grid, por citar el ejemplo más reciente) y financiero (bancos nacionales como el Comafi y el Macro adquiriendo los activos de entidades extranjeras que abandonaron el país luego de la crisis). En cambio, en Brasil parece más probable el paso de un camello por el ojo de una cerradura que la venta de un gran grupo industrial a un inversor extranjero. AmBev se asoció con el gigante cervecero Interbrew, pero en condiciones casi igualitarias y sólo para crear la tercera empresa del sector del planeta. En cambio, Nestlé vienen penando desde hace casi dos años para que le permitan comprar Garoto. Caminos y destinos divergentes, como se ve.
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