20 de enero 2020 - 00:00

Banco Central en alerta:comienza período clave hasta el 31-M

De ahora en más lo que haga el ente monetario será determinante para la inflación del primer semestre. La gente también tendrá voz y voto. En en el interín se develará el misterio del 31 de marzo.

Miguel Ángel Pesce.

Miguel Ángel Pesce.

Noticias Argentinas

El más menos 54% de inflación con el que cerró el 2019 no sorprendió a nadie. Para este año los pronósticos privados orillan, si todo sale bien, entre el 40 y el 44%. Si bien algunas voces oficiales manifestaron su inquietud por las altas tasas de inflación tanto el accionar del BCRA a cargo de Miguel Pesce como el del Gobierno en su conjunto permiten aventurar que no es un tema que desvele al oficialismo. Por ende, el sector privado se prepara para convivir con otro año de alta inflación. Era obvio que no se le podía exigir al Gobierno entrante un derrumbe de la tasa de inflación en el corto plazo, sobre todo luego de haber descartado comenzar con la opción de implementar un plan de estabilización. Pero el horno no está para bollos. No hay mucho margen para experimentos.

El Gobierno aspira, en el corto plazo, a ir desacelerando las expectativas inflacionarias bajo el imperio del control de cambios, de un tipo de cambio real estable, de un acuerdo de precios y salarios junto con un mesurado accionar del BCRA.

Sin embargo, lo que acontezca de ahora en más y hasta fines de marzo será clave para lo que está por venir. Es que a partir de ahora debería comenzar a regresar al sistema financiero gran parte de la emisión de dinero inyectada en el último tiempo. La actual política monetaria es mucho más laxa que la del Gobierno anterior, que vale decir, de mucho no sirvió para bajar la inflación. Pero en el actual contexto macro puede implicar jugar con fuego. En ese sentido la demanda de dinero tiene la palabra. Puede esperarse que denominada demanda de dinero transaccional, o sea, la que demandan las personas para sus gastos domésticos se ajuste, un poco, al nuevo espectro de precios internos. Pero más allá del efecto inflacionario no cabe esperar que el público quiera tener más pesos en su poder de los que tenía antes de fines del año pasado.

El nivel de actividad sigue adormecido, por ende, la demanda vinculada al devenir de la economía se mantendría estable. Entonces, salvo que reaccione la demanda de dinero con fines especulativos no parecería que el BCRA enfrentará un escenario de mayor demanda de pesos. De ahí, la inquietud oficial por retener parte de los pesos emitidos entre noviembre y diciembre pasado en el sistema financiero vía colocaciones a plazo fijo indexadas por inflación. Es cierto que el público tiene bien restringido el acceso a las divisas para atesorar (solo u$s200 mensuales más el 30% de impuesto) pero siempre bajo el imperio de los controles surgen mercados sustitutos siendo el “dólar blue” la expresión tradicional del sentido de supervivencia criollo. Es seguro que parte de lo que está por venir se reflejará en las brechas cambiarias respecto del tipo de cambio oficial. A las empresas se le complica canalizar excedentes en el mercado cambiario informal pero al público en general no, de modo que puede verse mayor presión sobre el “blue”.

La laxitud del nuevo BCRA también se plasma en las tasas de interés de referencia. Lo que hasta ahora no se tradujo, por ejemplo, en una mayor oferta crediticia. Ello con crecientes expectativas inflacionarias. Las tasas de interés pasivas, que los bancos ofrecen a los ahorristas, han bajado sustancialmente volviéndose netamente negativas. Por lo tanto no se descarta una merma en el stock de depósitos privados.

Hay numerosos estudios que demuestran que la inflación tiende a responder a movimientos más amplios en los agregados monetarios, que a su vez se correlacionan con la base monetaria, con cierto retraso. Si bien el Gobierno aplicó un ajuste para equilibrar las cuentas fiscales, aún el BCRA debería continuar financiando parte del déficit del Tesoro con emisión. A lo que se suman los vencimientos de deuda en pesos, que de no lograr su roll-over implicará más emisión monetaria. Además el BCRA tendrá que emitir para comprar las divisas generadas por el superávit comercial lo cual implicará una fuerte absorción de no mediar un aumento de la demanda de dinero. Se tiene que por delante el BCRA tiene más para emitir que para absorber.

El horizonte se despejaría, en parte, si por alguna causa el público está dispuesto a tener más pesos en sus bolsillos o en sus cuentas bancarias. Por lo pronto, a cruzar los dedos hasta el 31 de marzo que Dios sabe de qué se trata esa fecha límite. Se puede patear la pelota para adelante pero todo tiene sus costos, sobre todo, para la economía.

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